Capítulo 9. "Amarte es un placer, mujer."

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Llegaron al auto sonriéndose de vez en cuando, la verdad es que esa noche se miraba más hermosa que de costumbre y sus ojos tenían un brillo especial que hacían que el juez se perdiera en esos hermosos luceros.

Le abrió la puerta y le ayudó a subirse a este, así que después de cerrarla, rodeó el coche para subirse en su lugar, acomodarse y en seguida encenderlo.

Las manos de ella sudaban a más no poder, tenía un presentimiento y si éste se llevaba a cabo, no sabría cómo reaccionar, ¿o sí? Sacudió su cabeza y alejó aquellos pensamientos regalándole otra sonrisa al juez una vez que el vehículo estuvo en marcha.

— Debo confesar, que esta sorpresa me intriga mucho y que estoy algo nerviosa. - dijo ella, después de unos minutos de silencio.

— Lo entiendo, bonita, pero no tienes porqué estarlo. Te prometo que te la vas a pasar bien o bueno, eso es lo que yo espero. - unió su mano libre con la de ella y la apretó suavemente.

— Estoy segura de que así será, Julián. - garantizó con una sonrisa nerviosa.

— Cómo ya te lo había dicho, si hay algo que no te gusta o te sientes incomoda, no dudes en decirme. - le recordó besando su mano.

— Y ya te lo prometí, así que tranquilo. - pidió ahora ella y se acomodó mejor en el asiento.

— ¿Ya te dije lo hermosísima que te ves esa noche? - su mirada estaba fija en la carretera, pero eso no le impedía halagarla.

— Sí, aunque sólo lo has dicho una vez. - recriminó mirándole.

— ¿Ah sí? Perdóname por no hacerlo y por no decirlo, aunque a decir verdad, tu belleza me dejó sin habla.

— Por supuesto. - dijo risueña. — Además, eso fue algo que noté desde que llegaste a mi puerta. - dio a conocer victoriosa y rió.

— Es que te ves hermosísima, aunque ni siquiera esa palabra puede describir tu belleza.

— Julián... - pronunció con las mejillas enrojecidas y unos minutos después, el auto arribaba frente a un alto y elegante edificio. — ¿Es aquí? - interrogó ella cuando el coche se detuvo.

— Así es, hermosa, aquí es. - dijo bajándose del vehículo, para luego rodearlo, abrirle su puerta y extenderle su mano, la cual ella aceptó gustosa y bajó.

— ¿Qué es en sí? - fue la pregunta que salió de su boca una vez que ambos emprendieran camino hacia la entrada.

— Aquí está mi departamento, aquí vivo. - manifestó mirándole y dándole la llave al del ballet.

Refugio no hizo más que asentir. El lugar sin duda, era hermoso y bastante distinguido. Si bien Julián aparentaba tener dinero, pues por su posición de juez, era más que razonable, pero jamás se imaginó que viviría en un lugar así.

El magistrado notó su silencio, así que luego de subirse al ascensor, prosiguió a hablar.

— Decidí que fuera un departamento, porque una casa se me hacía muy grande para mí. - expresó después de unos segundos.

— Es comprensible, ya que siendo tú solo era más que obvio que buscaras algo más chico para ti.

— Por supuesto, además de que este departamento, es un regalo de una persona especial para mí. - concluyó sonriéndole y sacó una pañoleta. — Necesito vendarte los ojos.

La mujer le miró algo confusa, pero nerviosa accedió a ponérsela. No iba a negar que aquello le causaba miles de emociones revueltas.

Luego de colocarle la venda en los ojos, tomó su mano para guiarla hasta la entrada de su departamento después de que el ascensor se detuviera en el piso.

Renaciendo a tu amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora