Sero Hanta

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Advertencia: celos.

lo observabas mientras caminaba alrededor de ti en la habitación. Sero no era un hombre muy paciente, quería respuestas inmediatas.

— Oh vamos, solo tienes que decirme lo que te ha dicho ese maldito imbécil. — habló enfurruñado. tenía tanto dinero que podía permitirse miles de sirvientes y guardaespaldas, pero algo que no podía comprar eran los ojos y pensamientos de aquellos individuos. había visto como uno te hablaba de forma muy extraña y no se contenía. era un hombre posesivo, eras de él y de nadie más, ver como otro te coqueteaba era casi imperdonable.

— solo me ha dicho que el clima estaba lindo, Sero — respondiste dejando tu asiento para salir de ahí. amabas a Sero, pero odiabas sus celos.

— estoy seguro de que no fue eso lo que pasó. 

— ¿cómo puedes estar tan seguro? ¡Ni siquiera estabas ahí!

pasó su mano por su cabello azabache despeinándolo mientras bufaba. su objetivo no era pelear contigo, pero no podría pasar por alto el que uno de sus hombres no respetara a su esposa. — no quiero pelear contigo — te tomó de la cintura y continuó — solamente no puedo emplear a unos irrespetuosos. 

te giraste para verlo comprendiéndolo esta vez, no necesitaba interrogatorios ni disputas, solo una charla sincera. llevaste tus manos a sus mejillas y juntaste sus labios en un suave beso, sin embargo, Sero aún no había terminado.

— Aún no me has dicho lo que quiero escuchar. — te lanzó una mirada lasciva y eso te hizo comprender todo. siempre que tenían una discusión por más pequeña que fuera arreglaban el problema con sexo, y en ese momento notaste como sero te miraba tal y como una fiera observa a su presa. te dio un beso más profundo obteniendo un gemido como premio por su acción, extendió su lengua irrumpiendo en tu boca y enredándose con la tuya al instante.

Tus manos llevaste a su nuca enredando tus dedos en su largo cabello, sabiendo que eso le exitaba.

Conocías tan bien a tu esposo, cada zona sensible de su cuerpo ya había sido explorada por ti y con el sucedía lo mismo.

Te atrajo de vuelta a la habitación y te recostó en la cama. Sus manos fueron debajo de tu vestido y por unos segundos amasó tus muslos haciendote sentir en el cielo.

— Sero — gemiste indicándole que te gustaba lo que hacía. El se sintió orgulloso. Conocía a su mujer como la palma de su mano.

Movió su muñeca a tu entrepierna y sobre tus bragas acarició de forma circular tu zona íntima.

Sus movimientos suaves y lentos te llevaron a el paraíso. Debía hacer que no estuvieras enojada, odiaba que no quisieras hablarle.

Prefería tenerte debajo observándole con la mirada más lasciva de todas.

— quítatelo — ordenó mirando tu vestido, te separaste unos segundos para deshacerte de la tela blanca que cubría tu cuerpo y el te apreció mejor, no traías bra, solo tus bragas y la mirada más sexy de todas.

Te atrajo hacia el nuevamente, mientras te observaba con lujuria.

— ¿todavía estás enojada? — cuestionó rosando su pene por encima de su pantalón.

— todavía sigo enojada — respondiste suavemente sintiéndote exitada.

— ¿ellas están enojadas conmigo? — llevó su mano a tus pechos y los masageó con cuidado.

— no lo sé, preguntales. — se abrió de piernas y se sientó sobre el pelinegro.

Este sonrió de lado y continuó con su juego — ¿están enojadas comigo? — le habló a tus pechos antes de llevar uno a su boca y escuchar tus gemidos.

— e-es algo que puedes cambiar — dijiste entre gemidos.

Volvió a sonreír y cambió de pecho — ¿ven? No tengo favorita, ambas me gustan. — dicho eso te volteó y se subió encima de ti, tamto juego empezó a desesperarle.

Bajó su pantalón y su ropa interior procurando ser lo más rápido posible, se metió entre tus piernas y luego de algunas caricias hizo tu braga a un lado y te penetró de una estocada.

Se regodeó al escuchar tus sonidos, eran gloriosos.

Tu eras una Diosa, una que solo podía tener él, y aunque sabía que estabas enojada por sus celos, te penetró fuerte intentando que entendieras que solo eras suya y de nadie más.

Eras su todo.

Eras su tesoro.

No un objeto.

Eras su universo entero, su razón de existir, y por esas y más razones no podías ser de nadie más.

Gimió al sentir como tu interior se apretaba y bajó la intensidad procurando no lastimarte, pero para cuando miró tu expresión lasciva y tu posición erótica su cordura se fue a la mierda.

Envistió como si fuera la última vez que te haría suya, como si fuera la última vez que dirías su nombre de esta forma.

La habitación se llenó de sonidos obsenos y maldiciones al sentir tanta excitación.

Unas cuantas mas bastaron para que anunciaras tu climax y el lo comprendió.

Pero para cuando obtuvo tu delicioso orgasmo se dio cuenta de que aún no estaba satisfecho. Salió de ti y se masturbó justo en frente de ti, soltando sonidos tan obsenos como los que hiciste anteriormente.

Echó la cabeza atrás y suspiró al tener su preciado orgasmo sobre tu vientre. Solo le observaste, viste la pequeña línea de saliva recorrer desde su boca hasta su mentón antes de que el cayera a tu lado y susurrara en tu oído las siguientes palabras.

eres solo mía.

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Escenario falso, los celos NO son buenos en una relación.

— TuDesconocidoFav.

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