Capítulo III

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Semanas después ya acabaron las clases y Nay y yo para celebrarlo hemos decidido hacer un "picnic".

Nos ha salido todo lo contrario.

Hemos acabado sentadas en el césped en un parque que hay cerca de mi casa comiendo un bocadillo.

—Creo que se me ha colado una hormiga dentro del bocadillo—dice con cara de asco y no puedo evitar reírme por la situación. Ella busca la hormiga que dice que ha visto y cuando me escucha me mira.

Me lanza una mirada que podría matar toda la ciudad. Me río más y me lanza un trozo de pan que casi me da en el ojo.

—Perdón, perdón—digo riendome y ella bufa mirando hacia otro lado.

—Lidia—me llama Hay susurrando.

—¿Qué?—me señala con el dedo a dos chicos, uno alto, con el pelo moreno y de ojos marrones con pestañas largas.

El otro chico el que tiene el pelo rizado me suena mucho si cara, pero no puedo recordar quien es.

—Es él—susurra mi amiga y abro los ojos a más no poder al recordar quién es.

Vuelvo a mirar y noto como el chico alto está mirando hacia nuestra dirección y él hace contacto visual conmigo.

Aparto la mirada sonrojada y Hay sigue embobada mirando al chico del pelo rizado.

Cuando menos me lo espero veo a los dos chicos enfrente nuestra.

Se me va el aire cuando levanto la cabeza y veo al chico alto mirándome. Analizandome.

Me sonríe cuando nota que me sonrojo.

—Hola—escucho su susurro y puedo notar que su voz es ronca y bonita.

—Hola—le susurro también con un deje de vergüenza y hago un gesto con la mano.

—Soy Marco—me extiende la mano y sea acepto. Noto como mi piel se eriza cuando su piel toca con la mía.

—Leila—el aparta su mano de la mia segundos después y noto como el aire vuelve a mis pulmones.

Cuando busco con mi mirada a Nay, ella ya no está, ni el chico de pelo rizado.

Noto la presencia de Marco al lado mia y veo que se ha sentado.

Es imposible no tensarme.

—Tranquila, no muerdo—susurra cerca de mi oído y yo suelto un leve suspiro—O si—se ríe y hace que mi piel se erice más de lo que ya estaba. Noto su respiración en mi cuello y cierro los ojos como acto reflejo.

Salgo del shock cuando él se aparta y me extiende su móvil.

—¿Me das tu número?—dice con calma y asiento levemente.

Escribo mi número y le devuelvo su móvil. Lo coge y eso hace que nuestras manos se rocen un poco.

Nos mantenemos callados unos segundos hasta que decido hablar.

—¿Cuántos años tienes?—le pregunto mirándole a los ojos y él me sonríe.

—Veintidós años—abro los ojos sorprendida y él se ríe.

—No me lo esperaba—le digo sinceramente y él sigue riéndose haciendo que se me escape una ligera carcajada.

Pasa su palma por mi mejilla dando una caricia y sin querer se me suben los colores a las mejillas.

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