V). Primer diente

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(Día intercambiado con el Día 8 para así tener cronología en el crecimiento del bebé)

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San pensaba que la situación se había vuelto crítica.

Ya no sabía qué hacer, su cerebro se había secado por completo con todas las ideas que elaboró pero que al final resultaron inútiles. El ingenio se le había desvanecido como si nada pasadas las dos horas que llevaba metido en ese desastre.

Lo había paseado por toda la casa. Le había cantado todo lo que se le ocurrió, desde canciones de cuna hasta pistas más populares de los grupos idol del momento. Lo había mecido de un lado a otro sin parar, a veces más suave y lento, otras con un poco más de intensidad.

Le había colocado variados dibujos animados en la televisión y también le mostró todos los juguetes que se cruzó. Incluso le había hablado en todos los tonos más agudos y vergonzosos que pudo, acompañados de cosquillas en su estómago rechoncho y en sus mejillas, pero nada funcionó.

Nada aplacó el llanto de JongHo.

Sus lágrimas parecían ceder por un momento y se mantenía hipando por lo bajo, moviéndose con clara molestia mientras se llevaba el puñito a la boca para succionarlo, hasta que nuevamente sus sollozos tomaban fuerza y volvía a llorar desconsolado otra vez.

San estaba entrando en crisis, de eso no había duda alguna. Cualquiera podría asumirlo con facilidad al ver la manera en la que se estaba revolviendo el cabello, mientras veía a su retoño llorar y removerse en la alfombra infantil del suelo. Ciertamente estaba comenzando a desesperarse y ya no sabía qué más hacer para calmar a su hijo.

—Bebé, no entiendo qué te sucede —murmuró derrotado al mismo tiempo que se sentaba a su lado, para así tomarlo en brazos—. ¿Qué pasa, cielo? ¿Qué tienes?

JongHo cesó un poco de su llanto cuando su padre lo sostuvo contra su cuerpo, pero aún así continuó hipando mientras se llevaba una manita a los labios. El vampiro lo observó por un momento antes de suspirar y tomar un paño de ositos para limpiarle el rostro, específicamente sus babitas.

—Si aún sigues así cuando WooYo vuelva, tendremos que llevarte al doctor, bebé —determinó al mismo tiempo que lo acurrucaba contra su cuerpo, hasta que el niño de siete meses recostó su cabecita contra el hombro del rubio.

San acarició su pequeña espalda con gran suavidad, en un intento de calmar sus quejas y lloriqueos bajos. Desde que JongHo había despertado irritado de su siesta, no hubo ningún momento de paz. Lo que sea que le ocurriera aún persistía a pesar de las horas y eso le estaba preocupando en demasía, por lo que estaba considerando seriamente la idea de tomar su teléfono y llamar a WooYoung.

Aprovechando las horas nocturnas, su esposo se había marchado a la ciudad con intención de alimentarse. Desde que el bebé llegó a sus vidas, decidieron concluir sus cacerías en conjunto. Ahora uno se quedaba en casa con JongHo mientras el otro se alimentaba, para luego intercambiar posiciones.

De todos modos, siempre se separaban para que cada uno pudiera cubrir una zona y elegir a su gusto, así que no había sido realmente un cambio significativo. Aún tenían sus paseos nocturnos, ahora acompañados del bebé, pero sería hasta que consiguieran algún niñero o niñera dispuesta a internarse en las profundidades del bosque en el que vivían.

Por ahora, continuaban en búsqueda.

San continuó acariciando la pequeña espalda de su hijo mientras pensaba. Decidió revisar su pañal por enésima vez en la noche, sin embargo a diferencia de las ocasiones anteriores, esta vez se encontró con que estaba húmedo. Sin necesidad de pensarlo, se puso de pie con cuidado para así dirigirse al cuarto y cambiarlo.

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