Vida sin nombre

137 34 12
                                    

Un día levantas la vista y te das cuenta que tu propia vida está pasando frente a tus ojos, en silencio y sin estruendo.

Me di cuenta de ello cuando estaba a punto de entrar a una cirugía de mi hombro, una herida de ejército. Tenía que salir de ahí.

Recuerdo simplemente haber buscado países con oportunidad laboral y elegí el primero que vi en la lista. No me importó, incluso cuando creí estar tomando mi propio camino, resultó que la vida era la que me estaba arrastrando. Hasta un nuevo país, una nueva vida; hasta Yeonjun.

Desde la primera vez que lo vi supe que estaba arruinado. No me avergüenza decirlo, porque es lo único que pensé en cuanto sus ojos astutos se fijaron en los míos: estaba perdido, atado por el cuello a un doncel que nunca podría estar conmigo libremente.

Me recordé que había llegado al país para una vida tranquila, no para meterme en más problemas, así que traté de mantenerme alejado, enserio lo intenté, pero estaba destinado a fracasar desde el principio, lo que pasó tenía que pasar, no hay más.

Nuestra primera noche me pidió que lo matara, con sus labios pegados a los míos me ofreció su vida a cambio de hacer las cosas con nada más que sentimientos reales.

Creo que su petición fue cumplida por ambos. En nuestros besos debió haber veneno de rosas. O tal vez nuestra felicidad fue demasiada que sobrepasó todo límite posible, rompimos el paraíso y caímos directamente en la roca dura y cortante. Kai fue lo único que salvamos, lo único que quedó de lo que fuimos.

Jamás me imaginé que podía amar algo tanto y odiarlo al mismo tiempo. Amaba, amo y amaré siempre ser sangre de mi hijo, pero no pude soportar tener que ocultarlo.

Cuando estaba en el ejército me enamoré de otro soldado, no era doncel y eso casi me cuesta la vida. La lesión en el hombro fue por el mismo hombre que semanas antes había sostenido entre mis brazos; estaba aterrado y peleamos de la única manera que nos enseñaron. Mi padre era parte del ejército, uno grande, y logró silencio con los mismos medios que lastimaron a su hijo. Solo puso una condición: no quería volver a verme.

Todavía recuerdo su expresión de piedra, como si le estuviera hablando a la nada. Lo dejé todo atrás porque no quería decepcionarlo más, como si no hubiera roto todo lazo conmigo.

Logré un año sin sucesos ni sorpresas en el nuevo país, pero luego llegué a Yeonjun y a la explosión de mi vida.

Yeonjun me dijo que el momento más feliz de su vida fueron los meses que pasamos los tres en la casa del presidente, solamente cuidando de Kai él y yo. Me lo dijo la última noche que pasamos juntos en un lugar escondido en la carretera, la última vez que toqué su piel y sostuve sus lágrimas de perlas.

Nuevamente, mi vida pasaba frente a mis ojos y no me daba cuenta.

Tomé la decisión de apartarme cuando Kai estaba corriendo por el jardín, riéndose y jugando con el presidente. Me dijo «señor Soobin», ¿cómo culparlo? ¿Qué clase de persona sería si tomara a ese niño alegre y amable por los hombros y le dijera que su padre era yo?

Irme fue una decisión cobarde. Lo admito, mi vida es un enjambre de cobardía y resignación. Huía. Dejaba todo atrás; a Kai y a Yeonjun, simplemente todo.

No tengo manera de justificar mi último día de trabajo. Íbamos en el auto, Yeonjun mencionó que el presidente estaba intentando ganarse de nuevo a la gente para su reelección y eso estaba totalmente relacionado con recoger a Kai de la escuela. Después hubo mucho ruido por los micrófonos y los radios, tanto que el conductor y yo no entendimos.

Ruido, choque, estruendo. Choque, estruendo, estruendo. Silencio.

No sufrimos grandes daños físicos. Solo cortadas y moretones grandes, pero nada más. Le grité a uno de esos guardaespaldas sin rostro que pusiera a salvo al presidente; hasta ese momento solo estaba actuando como el trabajo lo requería, pero luego de que el impacto y el mareo se calmaran, vi los ojos de Kai inundados en lágrimas, tan asustado que se había quedado sin voz para llorar.

¿Cómo me explico? ¿Cómo, cómo, cómo puedo justificar que cargué a Kai y lo llevé a otro auto? ¿Qué clase de persona soy, qué sangre corre por mis venas?

Le dije que estaríamos bien, pero no sabía qué estaba haciendo. Quería detener el auto, dar vuelta y regresar a Kai a casa, con su papá Yeonjun, donde pertenecía. Pero no lo hice, simplemente conduje y conduje.

Miraba rostros por las ventanas del auto y sentía que todos ellos me miraban, todos sabían lo que estaba haciendo, todos me gritaban que era un monstruo.

Kai dejó de llorar. Sabía quién era yo, jugábamos juntos casi todos los días, me enseñaba sus peluches, lo ayudaba con su tarea, conocía de memoría sus juguetes favoritos y sus bloques de construcción. Estaba callado, pero tenía los labios y el ceño fruncidos. Solo me dijo dos cosas: tenía hambre y quería ver a su papá.

Yo tenía ganas de vomitar. ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Por qué no podía regresar?

Nos detuvimos en un café de carretera y me sorprendió darme cuenta que estábamos en carretera: había manejado casi 2 horas.

Kai comió sándwiches. Yo no pude dar ni un bocado, ni tomar un solo sorbo. Había algo enorme en mi garganta, como un monstruo carcomiendo mi interior; podía imaginarlo comiéndose mi corazón primero, lentamente, dejando gangrena a su paso para mostrar el camino por si otros querían continuar con los huesos.

Después de comer nos detuvimos en el inicio de un pequeño bosque que muchas familias usaban en vacaciones, pero en esos momentos estaba solo. Abrí la cajuela y me senté con Kai ahí. Miramos el cielo oscurecerse, a las estrellas y a la luna.

Kai volteó en mi dirección y me preguntó si ya podíamos volver a casa. Yo le dije que sí. Que sí. Duerme si quieres, que volvemos a casa, tú y yo, que sé cuál es tu hogar pero no conozco el mío.

Se durmió contra mi costado sin más complicaciones. Por sí solo era muy callado, pero seguía en shock por el choque y el ruido. Estaba tan aturdido como podía estarlo un niño, necesitaba descansar, pero sobre todo, necesitaba estar en casa. Que sí, Kai, sé cuál es tu casa, pero no es conmigo.

Lo acosté en los asientos traseros del auto, lo cubrí con mi saco y lo aseguré para que no cayera si se movía. Le acaricié el cabello. En cuanto mis dedos revolvieron sus mechones carbón empecé a llorar.

Que tu hogar no es conmigo, que tu hogar no soy yo. ¿Qué estaba intentando hacer, qué tenía en la cabeza? ¿Estaba intentando pasar tiempo con Kai?

Era un tonto, un maldito malnacido, muerto en alma, culpable en cuerpo.

Esperé un poco más para empezar el camino. Cuando se supo mi secreto, muchos en el ejército me dijeron que era un monstruo; el otro hombre, tan culpable como yo, me dijo lo mismo; padre me miró a los ojos y me dijo que él no tenía un monstruo por hijo. Supuse que lo tenía escrito en los ojos y tarde o temprano todos lo leían.

El monstruo que deseaba ser otra cosa, pero desvió la mirada un instante y sus manos ya habían sellado su destino como lo que era, lo que no quería ser.

Emprendí el camino de regreso cuando el sol estaba saliendo de nuevo. Kai seguía dormido. Porque sí, sabía dónde era su hogar, sabía que yo había arruinado toda posibilidad de ser parte de eso.

Que sí, Kai, sé dónde vives, sé a dónde vamos. Sonríe una vez más, que no la volverás a dirigir hacia mí. Dime otra cosa, por favor, que es la última vez. Kai, no te muevas, quiero grabarte de nuevo en mi memoria, porque no vuelvo a verte.
















Mi perro me acaba de ver con superioridad.

Arcanum [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora