Lo que no le digo a nadie.

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Linda guía el camino por uno de los pasillos de la casa, Light no puede evitar observar todo a su alrededor, la casa completa parece estar hecha de madera y las paredes en su mayoría están revestidas de diversas fotografías.

—Y aquí... es la habitación. —Indica su suegra tras abrir una puerta y hacerle un gesto con la mano al castaño, invitándolo a pasar primero.

—Vaya... —murmura, viendo hacia todos lados. Es bastante grande, con una amplia cama al medio y una puerta de vidrio corrediza a un lado que cubre buena parte de la pared, la cual lleva a un pequeño balcón y que permite una espectacular vista al lago— Es hermoso...

—¿Y qué te parece la cama? —Pregunta Near, lanzándose al colchón y moviendo los brazos como lo haría si estuviera sobre la nieve.

—Bebé, no hagas eso. —Reprocha Linda, indicándole con un movimiento que se levante mientras con la mirada le hace saber que hablarán de esto luego.

Light no puede importarle menos si un adolescente de quince años se acostó sobre la cama que él dormirá, sigue enfocado registrando cada detalle. Sus ojos ubican otra puerta y su lógica le dice que debe ser el baño, lo cual es perfecto, así tendrá completa privacidad.

—Y bien, ¿dónde dormirá Elle? —Pregunta juntando las manos, ansioso de que lo dejen solo para poder descansar del horrible día que ha tenido.

—Ya no soy un niño, Light —Responde Near con rostro estoico mientras lo ve directo a los ojos—. Sé que la vida real no es como los doramas.

—Lo que mi niño quiere decir —interrumpe Linda, situándose detrás de su hijo menor para sujetarlo con cariño de los brazos—, es que no nos hacemos ilusiones de que ustedes dos no duerman... ya sabes, en la misma cama, por eso les escogimos la habitación con la cama más grande.

—Oh, sí, qué bien... —ríe de forma nerviosa mientras se frota las manos— de todas formas nos encanta acurrucarnos —comenta con el mismo nerviosismo en su voz— ¿verdad, cielo?

—Sí, claro, nos encanta... —responde Elle con ironía mientras acomoda las maletas en un rincón.

Mientras Light aún intenta asimilar la noticia, una bola de pelos malvada irrumpe en la recámara y entre ladridos agudos se lanza contra sus piernas.

—Por Dios, por Dios, ¿qué es eso?, ¿qué es eso? —se mueve de un lado a otro sin saber lo que ocurre mientras esa cosa sigue ladrando y prendida a él— ¡Elle!

—Ya, no pasa nada... —El pelinegro lo rescata al detener el ataque, tomando en brazos al pequeño y adorable perrito.

—Una disculpa, Light —Linda sonríe apenada, luego se acerca a su hijo y le hace algunos cariñitos al cachorro—. Se llama Kevin, lo rescatamos hace poco y aún estamos entrenándolo, pero te prometo que no hace daño.

—No sabía que habían adoptado un perrito. —Comenta Elle, dejándose lamer las mejillas.

—Por favor, no lo dejen afuera o las águilas podrían atraparlo. —Agrega Near con notable preocupación.

—Nooo, no le hagas caso —murmura el pelinegro, estrechando a Kevin y llenándolo de besos—, ninguna águila se llevará un perrito tan bonito. Near solo está bromeando.

—Ah, por cierto —Linda camina hacia un ropero que está a un lado—, aquí hay toallas y sábanas extras.

—¡También esto! —Near corre para sacar una frazada con diseños tribales y lanzársela a Light—. Dicen que tiene poderes mágicos.

—Ah, ¿y qué poderes? —Cuestiona Light, abrazando la frazada porque se siente extremadamente suave.

—Mis padres dicen que es la fábrica de bebés.

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