Capítulo 9: El calor de su cuerpo

101 8 42
                                    



Daddy Yankee sonaba en el poderoso parlante ubicado en el quincho de la casa de Thiago. El delicioso aroma a queso derretido de las pizzas me hizo agua la boca y el anfitrión no tardó en llegar a darnos la bienvenida. Pilu también se acercó con él y nos arrimó la bandeja con las porciones de pizza humeantes.

Cada uno agarró una, evitando derramar el queso que chorreaba y podía caer en el piso brillante de la casa de Thiago. Poco disfruté el primer bocado por lo caliente que estaba, por eso el segundo tardó un poco más por esperar a que se enfriara, la salsa tenía mucha cebolla y tanto no me gustaba, pero con el hambre que tenía no me importó nada.

En el quincho estaba todo el curso, todos reían y se divertían, la música sonaba fuerte y algunos se animaban a bailar. Nati estaba ahí tomándose un frizze blue y desde su lugar me saludó sonriente, cuando le contesté el saludo se acercó a mí.

Como siempre, mi corazón se aceleró al tenerla tan cerca con su cabello suelto y los ojos ligeramente delineados y maquillados. ¡Estaba preciosa!

—Hola, Nati —hablé con la boca llena de pizza. ¡Qué vergüenza!

—¡Vero! —Levantó los brazos—. ¡Qué bueno que viniste!

—Sí, acá estoy —sonreí vergonzosa—. Te extrañé hoy a la salida —reí nerviosa.

Ese maldito calor vergonzoso volvía a subir hasta mi cara, agradecía que las luces de colores que Thiago había puesto en el quincho disimulaban el rubor de mis cachetes.

—¡Ay! Vero —Se rio y me ofreció el vaso con Frizze Blue—. Sí, yo también te extrañé.

Mi corazón latía frenético y no pude evitar sonreír mientras bebía. Natalie sonreía y me sacaba charla, parecía que solo quería conversar conmigo, a pesar de estar sus amigas ahí cerca. Me sentía una privilegiada.

Estábamos muy cerca, su brazo rozaba el mío cuando se movía en su lugar al ritmo de la música. Como esta última estaba bastante fuerte, Nati tenía que acercarse bien a mí para poder hablarme.

—Me encanta como te queda tu corte —dijo tocando un mechón de mi pelo con su dedo índice.

—A mí me gusta el tuyo —respondí viendo a sus ojos claros. Su sonrisa me cautivó aún más cuando oyó mi halago —. Tu pelo se ve siempre suavecito y bonito.

—Me gusta cuidarlo. —Ella bebió lo que le quedaba en el vaso y luego se relamió ante mi mirada.

Tragué saliva intentando respirar, porque una acción tan simple había encendido algo dentro de mí. Sentí la necesidad de probar esos labios.

—¿Quieren más? —Pilar pasó con otra botella y llenó nuestros vasos.

En eso Nati se entretuvo con su amiga que venía a contarle un chisme del que fui testigo también. Mucho no me interesaba porque eran cosas que ellas entendían, pero agradecí que no me dejaran afuera.

Después nos quedamos conversando un poco con Pilar y también bebiendo lo que nos convidaba ella y nuestros compañeros, a algunos las bebidas les habían hecho más efecto que a otros. La música sonaba y las luces bailaban sobre nosotras, era todo muy hermoso. La estábamos pasando re bien.

Los chicos se habían puesto a hacer tonterías y terminamos riéndonos del Abuelo, Thiago y otros dos compañeros más que terminaron bailando de forma ridícula delante de todos. Me dolía la panza de tanto reírme de esos pibes, pero lo que más me encantaba era escuchar a Nati riéndose.

Nacho andaba ofreciendo bebida con una botella cortada, cuando llegó hasta nosotras Nati la rechazó arrugando la cara. No sabía qué tenía, pero se la recibí.

Aquel último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora