MataTen I

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La tarde se había hecho pesada para Hayato. Habiendo pasado un par de años desde el Gran Celesta Galaxy, su vida se había encaminado a trabajar y cuidar a sus hermanos, para luego pasar alguna de sus horas libres en el gimnasio a modo de cuidar su estado físico, pero claro, sin poder jugar al fútbol y, por consiguiente, sin poder ver a Tenma muy seguido.

Hayato se quejó del dolor de espalda mientras barría, el estrés de tener que cuidar de sus hermanos y ocuparse de las labores de casa todo el tiempo le hacía tener resentimientos en la espalda, por lo que algunas veces necesitaba descansar más tiempo del que tenía. Sin embargo, Hayato no se permitía que a sus hermanos no les faltase de nada, cocinaba para ellos y se mataba a trabajar en oficios no muy bien remunerados, sintiendo cómo su espalda se resentía más a diario, pero sin dinero como para poder tratar el problema. A veces, el antiguo corredor de atletismo sentía que no podía más, hasta que aparecía él por la puerta.

—¡Buenas tardes, Hayato!—La voz de Tenma penetró en los oídos de Hayato en cuanto abrió la puerta.

—Hola, Tenma. Pasa, mis hermanos están haciendo sus deberes y no sé si van a querer ayuda...

—No pasa nada, puedo ayudarlos si quieres.

—No te molestes—musitó mientras se sentaba en el sofá junto a su amigo, sintiendo un alivio momentáneo al apoyar la espalda.

Si bien era cierto que no podía ver a Tenma muy seguido, este siempre trataba de buscar huecos para ir a visitar al delantero, quien realmente agradecía la presencia de su antiguo capitán, eran ratos de descanso que necesitaba, y realmente pasarlos con Tenma era mejor plan que estar solo o con cualquiera de sus otros compañeros. Tenma nunca lo juzgó, ni lo miró mal, siempre trató de entenderle y hacerle sentir como un amigo, por lo que, pese a ser una persona de naturaleza algo arisca, agradece haber conocido a Tenma, se sentía feliz de ser considerado su amigo, y, en el fondo, Hayato se había dado cuenta de que se había enamorado de Tenma.

Pero claro, Hayato sabía que no tenía ninguna oportunidad con Tenma, él era un chico genial, y Hayato un antipático.

Los dos antiguos compañeros de equipo empezaron a hablar tranquilamente como de costumbre, a Tenma le gusta poner al día a Hayato sobre cómo está yendo su vida, mientras que al de mechas azules le encanta escuchar la voz de su excapitán ilusionado por contarle cómo ha ido su semana, mientras él descansa los músculos en el sofá. Tras un rato, Hayato le ofrece a Tenma algo para beber, quien acepta sonriente mientras saca unos dulces que compró para compartir con la familia del delantero.

—No tienes por qué gastarte dinero en nosotros, Tenma.

—¡No es nada! Sé que te cuesta mucho conseguirles caprichos a tus hermanitos, por lo que me gusta ayudarte... ¡Mira! Un día de estos podéis venir a mi casa, mi tía Aki hace un pastel de fresa riquísimo.

Hayato no supo cómo contestar, por lo que solo dio media vuelta y llamó a sus hermanos, quienes llegaron corriendo con mucha ilusión por el detalle que había tenido el centrocampista.

Los cuatro comieron animadamente, durante breves momentos, Hayato pensaba en lo mucho que le gustaban esos momentos junto a sus hermanitos y Tenma, pero saber que enseguida tendría que volver a trabajar no le ayudaba a relajarse mucho. Una vez terminaron de comer, Tenma le prometió a Yuta y Shun que los invitaría a casa de su tía, para que después ellos se fueran a su habitación a continuar con sus tareas. Al levantarse, Hayato echó un quejido por su dolor de espalda, por lo que el de hebras de un claro castaño se preocupó.

—Hayato... ¿no crees que deberías descansar un poco?

—¿Por qué lo dices?

—Te duele la espalda, llevas quejándote un buen rato.

—No es nada, de todos modos en un rato tengo que ir a trabajar.

Tenma protestó, mientras Hayato trataba de evadir el tema, tratando de evitar mirar a su excapitán, quien de pronto se acercó al velocista y le dio un abrazo que hizo trastabillar el corazón de Hayato, quien finalmente accedió a lo que Tenma le dijo.

El delantero se recostó en el sofá, apoyando por completo la espalda en la superficie plana, soltando un jadeo al tumbarse por completo. Tenma lo miró con una sonrisa enternecida, no sabía en qué momento había surgido en él la necesidad de cuidar de Hayato, pero una intensa sensación de empatía que lo llevó a aconsejarle. Pasaron los minutos y Hayato se empezaba a quedar dormido, mientras el centrocampista ayudaba a los hermanos del susodicho con las tareas. Un rato después, una vez los niños hubieron terminado sus tareas, Tenma volvió a la sala y se sentó al lado de Hayato, quien dormitaba mientras mantenía la espalda recta, por lo que Tenma lo observó y, al ver la cara tan relajada de Hayato, no pudo evitar sentir algo de ternura, por lo que llevó su mano hacia el cabello del velocista y la hundió entre sus hebras.

La mano del centrocampista mecía suavemente el cabello de Hayato, su espalda se tensó por no entender muy bien lo que hacía, pero de todos modos su mano seguía avanzando, rascando con suavidad el cuero cabelludo del delantero, quien puso un rostro relajado mientras en su mente brotaba la confusión acerca de las acciones de Tenma, pero no se iba a quejar, siguió disfrutando de las caricias de su excapitán. Tenma se lo pensó varias veces, pero finalmente llevó su mano hasta las hebras azules de Hayato. Siempre habían llamado su atención, y su curiosidad lo llevaba a tratar de acariciarlas. Su textura era distinta a la del otro cabello, era algo áspero pero agradable, y Tenma quiso seguir hundiendo sus dedos en esas extrañas mechas.

La alarma de Hayato sonó, indicando que debía irse a trabajar. El centrocampista apartó la mano del pelo del delantero con rapidez mientras este se levantaba, quedándose cara a cara, levemente sonrojados por mirarse fijamente a los ojos, ambos se acercaron un momento, ladeando las cabezas y buscando juntar los labios quedamente, con algo de miedo y muchos nervios, pero la voz de los hermanos de Hayato que se iban a despedir de él los separó.

Tras un rato, Tenma volvió a su casa y Hayato se fue a trabajar, mientras ambos rumiaban contrariados lo que había pasado entre ellos.

Líbero: Relatos de InazumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora