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El aire que envolvía la habitación era caliente, asfixiante, como un humo espeso abrumando a todo aquel que respirara en los alrededores.

Las cortinas del gran ventanal en una de las paredes se mantenían abiertas, dejando a la vista el precioso cielo despejado y colmado de estrellas que salía a relucir esa noche. Una Luna llena y gigantesca era el toque mágico que adornaba esa preciosa vista.

Sin embargo dentro de las cuatro paredes de la mansión algo mucho más hermoso y majestuoso mantenía entretenido al señor Jeon.

Su mano se movía experta sobre el lienzo, sosteniendo el pincel manchado en pintura de manera delicada y presionando justo en los lugares indicados.
La expresión de concentración y deleite estaba tatuada en su rostro.

Sus ojos recorrían impacientes el menudo cuerpo tendido en el diván frente a él, como si quisiera adueñarse de cada porción de piel solo con su mirada.
Su pantalón para ese punto se sentía apretado, y la bien conocida llama del deseo le incitaba a deshacerse del dolor en su zona íntima.

Al igual que las ganas de saborear con sus propios dientes el dulzor de aquel cuerpo ajeno.

Park Jimin no sabía que había hecho, no quería pensarlo mucho tampoco. No quería dejarse manipular por los pensamientos intrusivos que le decían que eso estaba mal. Que no debería estar allí, de aquella manera y peor aún, con un hombre.

Le hubiera gustado decir que solo el desespero por ayudar a su familia lo había guíado, y que la alternativa que le ofreció el señor Jeon era la única que le quedaba, pero sería mentir vilmente. No tenía ninguna manera para justificarse, más que solo su deseo por estar ahí realmente.

A pesar de alarmarse cuando Jungkook le hizo esa petición indecente, sin poder creer que alguien tan correcto como él practicara tales cosas tan repudiadas. Y a pesar de que trató de ignorar la expectativa y curiosidad en su pecho, no pudo evitarlo.

Él quería eso.

Sentía su rostro arder, probablemente se encontraba rojo como un tomate.
Su cabello desordenado hermosamente sobre uno de los cojines y algunos mechones callendo por su frente.
Jungkook no le había dicho nada sobre una manera específica de colocarse, solo como se sintiera cómodo, así que uno de sus brazos se encontraba estirado sobre su cabeza recostado en el mueble mientras que el otro solo estaba inherte a su lado.

El resto de su cuerpo solo estaba echado en el diván, lánguido, completamente desnudo y brillante gracias a la luz lunar.

Jimin apretaba los dedos de sus pies nervioso. Se sentía tan abochornado por la fija mirada del hombre frente a él, que no se había atrevido a dirigir sus ojos hacia los suyos ni siquiera una vez. El silencio lo estaba consumiendo poco a poco y sus ganas de cubrir su cuerpo crecían, junto a la incertidumbre de saber que pensaba el pelinegro de él.

El sonido de cosas moviéndose frente a él lo alertó, y para cuando subió la mirada de encontró con los ojos ajenos, oscuros e intrigantes, que le miraban con aquel característico brillo de admiración.

Jungkook se encontraba de pie, aún con el pincel en su mano.
Jimin sintió su corazón latir aún más desenfrenado, al punto que creyó que saldría corriendo de su pecho, en cuanto el hombre comenzó a acercarse a él, con pasos lentos pero firmes y sin apartar la mirada de sus ojos en ningún momento.

Fue Jimin quien no pudo soportarlo más, y para cuando el pelinegro estuvo a solo dos pasos cerca de él, apartó la mirada abochornado, con el sonrojo explotando y los nervios adueñandose de su sistema.

Solo fue consciente nuevamente de la situación cuando la gran mano del señor Jeon aún sosteniendo el pincel se acercó hacia su cuerpo.
El rubio sintió las punta fina del pincel deslizarse de manera delicada por su piel, rozando y dejando atrás de sí un camino de pintura.
La sensación era muy extraña, cosquilleaba y sentía su piel sensible, junto a un desconocido sentimiento de expectación.

Ninguno de los dos hablaba, el único sonido que se sentía era el del viento chocar contra las cortinas y la respiración de Jimin agitandose cada vez más a medida que el pincel recorría su cuello, su pecho, su torso y bajaba hasta su vientre.

Y Jeon no perdía detalle alguno de la escena, comiendolo con sus orbes y batallando para no lanzarse encima suyo en ese instante.

Una luz pareció prenderse cuando una idea cruzó su mente. Dejó a un lado la tarea que llevaba a cabo, dejando al rubio más confundido. Caminó de manera lenta hacia una larga mesa a la izquierda de la habitación, donde reposaban dos grandes candelabros y una amplia selección de botellas con distintos licores.
Pareció pensarlo un segundo antes de tomar una botella de cristal transparente y de aspecto muy sofisticado, el líquido en su interior se encontraba por la mitad y era de un color rojizo, suave y cristalino.
Sirvió el brebaje en una copa igual de fina hasta casi llenarla por completo y luego retomó su caminar hacia Jimin nuevamente.

¿Qué estaba haciendo?

Jungkook se colocó en la posición que estaba anteriormente, de pie frente a él, observandolo meticuloso.
Jimin se sentía extrañamente intimidado, quizás por la diferencia de altura o por el hecho de que era el único en esa habitación que estaba completamente desnudo.

Observó la mano suave repleta de brillantes anillos acariciar su piel, desde su pecho hasta su estómago, lento y pacífico.

—Eres un ser realmente hermoso, Jimin. —El pelinegro arrastró las palabras muy despacio y con su voz grave, erizando la piel del chico. —Me encuentro realmente fascinado por ti.

Jimin no respondió nada, demasiado nervioso para hacerlo.

El señor Jeon llevó la copa hacia sus labios, observando las tímidas reacciones del joven hacia su tacto.

—No quiero parecer más indiscreto y descarado de lo que te he dado a mostrar hasta ahora Jimin, pero sería un honor para mí si me permites gozar de ti al menos por una noche.

Jimin no se esperó eso, ni sus palabras, ni la sensación fría chocando con su piel, erizandola por completo en cuanto Jungkook inclinó la copa en su mano derramando el licor sobre su cuerpo caliente.

Soltó un gemido sin quererlo.

Jadeó cuando el robusto cuerpo del hombre se posicionó sobre el suyo suavemente, la sensación metálica de los anillos en sus manos cuando acarició sus piernas, subiendo lentamente hasta quedar sobre sus muslos.

El aliento cálido y con ligero aroma a alcohol chocando contra sus labios entreabiertos.

Jimin conectó su mirada nublada contra aquellos ojos oscuros que le miraban deseosos y con la lujuria desbordando.

Se sintió desorientado y confundido por un segundo, en cuanto aquellos finos belfos chocaron contra los suyos, moviéndose con parsimonía.

Pero solo Dios sabe lo mucho que esperó inconscientemente aquel contacto, lo maravilloso que se sintió y como nada más fuera de eso tuvo importancia en la mente del pelirubio.

𝐍𝐗𝐃𝐄 ➻ 𝐊𝐨𝐨𝐤𝐌𝐢𝐧. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora