Al despertar sintió la irritabilidad a flor de piel, el castillo era grande, ridículamente grande para 3 hijos y una madre que siempre está rezando en la Septa y un padre que ya no puede salir de sus aposentos, aun así su madre insistía en que sus habitaciones debían ser continuas, lo entendía, parecía ser que de los dos hermanos era quien entendía las cosas, a pesar de ser el menor, mientras su hermano Aegon se dedicaba a embriagarse y evadir sus responsabilidades, incluso las más sencillas para un príncipe Targaryen como asistir con los Maestres a las lecciones de Alto Valyrio, tal como lo hizo la noche anterior que invitó a unas doncellas de la corte a su habitación y estuvieron bebiendo y jugando a los besos como solía llamarse a ese tipo de actos entre jóvenes, sus habitaciones eran grandes y los muros gruesos aunque huecos debido a los túneles y pasadizos secretos que había por todos lados, lo que había permitido que el eco de las risotadas y otros ruidos desagradables no le permitieran dormir.
Se levantó y tras vestirse y tomar su espada salió al patio de armas donde ya se encontraba su instructor Sir Criston Cole, el castaño que no le desagradaba, pero tampoco le agradaba por completo, era competente en su trabajo y eso era lo único que le importaba por el momento. Al inicio entrenaba en ese patio todas las mañanas con sus sobrinos Jace y Luke, por supuesto Aegon también, pero cuando su hermana decidió irse a su castillo en Dragonstone solo quedaron Aegon y él, por supuesto que Aegon no tardó en encontrar excusas para librarse de esa responsabilidad también y comenzó a faltar esporádicamente, después con más frecuencia hasta el punto de volver a pisar el patio de armas, al menos no para entrenar. Y una vez más Aemond estaba solo. Enfocó todas sus energías en convertirse en un gran guerrero, en un diestro jinete de dragón ya que había cambiado su ojo por la más grande dragona de todo Poniente, debía valer la pena, lo hacía sentirse menos solitario, hasta que ya nunca se sintió más así y todas las burlas y ofensas que había recibido se convirtieron en su motivo. Aemond Targaryen, el tercer hijo del Rey Viserys Targaryen y la Reina Alicent Hightower, el segundo varón, solitario y temperamental, quién por mérito propio había ganado un dragón adulto que no fue puesto como huevo en su cuna, además de instruirse en Filosofías, Leyes, Política, Combate y porque no, algo de arte, por si es que algún día tenía que conversar. Era todo lo que su hermano Aegon se negaba a ser, no porque no pudiera, ya que era demasiado ingenioso, pero no tenía más motivación que el Alcohol y los favores que una mujer le pudiese ofrecer a su Falo.
Además de su compromiso con su deber, volar todo lo que podía a espaldas de Vhagar y proteger los intereses de su familia no se conocía mucho más de él, era un joven misterioso, pero sobre todo firme, no es que no tuviera otros intereses, pero en medio del caos por desatarse no tenía caso alguno hablar sobre alguno de ellos, al menos salvo uno. Su hermana, quién al igual que él había sido siempre un alma solitaria, aunque mucho más enigmática. Helaena Targaryen, segunda hija del Rey Viserys Targaryen y la Reina Alicent Hightower y segunda hija del rey, siempre había sido una niña bastante callada excepto cuando soñaba, tenía el don de la profecía pero la mayoría de las personas a su al rededor insinuaban que estaba loca, un adjetivo que había escuchado desde niña, incluso por su hermano mayor quién se había encargado de hacerle saber desde muy pequeña que era rara y que incomodaba a las personas, dentro de sus aficiones estaban hablar con insectos que conservaba en francos, bailar aunque con la salud de su padre ya no se celebraban bailes o torneos que le brindara esa oportunidad, la más importante de todas era leerle algún libro de historias o cuentos con su padre, ella lo amaba como una hija ama a su padre, aunque también sabía que no la amaría como amaba a su hermana Rhaenyra, una carga bastante dura de llevar para cualquier hijo, sin embargo ella la guardó tan bien como ella sabía hacerlo, jamás reprochó nada a su padre y se dedicó a disfrutar con él todos sus días.
Más tarde cuando los tres hermanos se encontraban cenando en compañía de su madre y ausencia de su padre, una carta llegó para la reina quien al leerla dejó ver con su gesto que no eran noticias muy favorables, la Princesa Rhaenyra y su esposo el Príncipe Daemon volarían por la mañana a Kings Landing, junto a todos sus hijos. Basta decir que la relación entre los hijos de la reina y los hijos de la princesa nunca volvió a ser la misma desde la última reunión en Driftmark hacía ya bastantes años, misma donde Aemond había reclamado su dragona, pero pedido su ojo en una pelea con sus sobrinos Jace y Luke, mientras que Aegon los llamó bastardos una ofensa considerada traición, pero que Viserys había perdonado con la intención de que todo quedase olvidado.
¿Podrían esos daños en verdad olvidarse o tan siquiera perdonarse?
Más tarde, cuando la luna estaba en su punto alto y el cielo estaba despejado dejando ver el hermoso cielo estrellado Aemond se dirigió a la habitación de la única persona que había deseado ver durante cada momento en el transcurso de su día, su hermana, Helaena, salió de su habitación vigilando que los guardias al final del pasillo no notaran su incursión de su cámara a la de su hermana, uno de los guardias estuvo a punto de descubrirlo, pero justo antes de que se girara Helaena abrió su puerta y lo jaló para que entrara y cerró la puerta.
—Ven debo enseñarte, la encontré en la playa— le dice jalándolo hacia donde tenía su nueva adquisición en un pequeño frasco de cristal.
—Espera, ¿Cuándo estuviste en el playa? — Su hermana no solía salir de la fortaleza roja, mucho menos ella sola, y últimamente no había muchas personas con ánimos de pasear por la rocosa playa de Kings Landing.
—Yo fui sola, salí por los túneles, nadie lo notó, y no me mires así, soy rara no soy tonta— se cruza de brazos hasta que Aemond relaja la expresión en su rostro. —Nadie nota nunca donde estoy o a donde voy, en realidad no les importa, así que relájate y mírala, me costó mucho atraparla en ese frasco.
Tras la insistencia tierna y amable de su hermana no tuvo más remedio que relajarse como ella lo pedía, aunque no dejaba de inquietarlo que anduviera sola por la playa, pues cualquier cosa podía pasarle, se sentía más tranquilo cuando salía a volar en su dragón así al menos tenía un protector que solo le obedecería a ella.
—Bien, ¿Qué es? — Pregunta genuinamente interesado. —¿Es algún tipo de mariposa?
El animal era una polilla, blanca como la nieve con motas azules como el mar y negras como la noche, pero sin duda era grande, más grande que una polilla normal, medía casi 10 centímetros. Pero todas esas especificaciones no le importaban a ella le gustaba perderse en los colores, texturas y formas de esos animales, la ayudaban a escapar de su realidad, aunque a lado de su hermano no necesitaba hacerlo, él hacía que la vida fuera una buena vida. Y a Aemond le gustaba observarla mientras ella observaba a sus animales, ella también hacía su vida mejor solo con existir.
Él le pidió que lo llevara por donde había ido hasta la playa, portaron capuchas de colores oscuros para cubrir su cabello plateado y evitar ser vistos, y caminaron por los oscuros pasadizos y túneles tomados de la mano hasta llegar afuera, dónde se sentaron a mirar las estrellas que iluminaban el cielo junto a la luna que observa, mientras ella le contaba sus visiones y él intentaba entenderla, pero la realidad es que ni la misma Helaena lograba entenderlas.
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THE WARM DREAM
FanficLa guerra había comenzado hace ya bastantes años, incluso cuando aun eran demasiado inocentes para entender todo lo que significaba, pero los años transcurrieron a toda prisa y justo ahora la vida de su padre era lo único que mantenía al reino estab...