CAPITULO 4

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La sensación de despertar siempre le parecía extraña, era un cuerpo y una conciencia nueva por unos instantes, antes de que sus ojos se acostumbraran a la luz de el día entrando por la ventana y su mente recopilara todas las memorias, dividiendo por secciones sueños y realidad, al menos así sería en una mente regular, pero la suya era diferente, su conciencia no manejaba la realidad y los sueños de la misma manera, parecía tener un tercer apartado para sueños que muy posiblemente se harían realidad, eso solo si los involucrados seguían los caminos que los llevaban hasta ellas. Una nueva visión la había visitado, aunque no estaba segura de si se trataba de una visión o un sueño, se encontró extrañando su hogar, sus insectos, pero ella había decidido que quería ser libre, nunca lo sería de su mente, estaban unidad para siempre, pero si de su tristeza, ya lo había hecho. 

Se incorporó rápidamente al recordar y caer en cuenta de todo, lo buscó en la cama, buscaba a su hermano pero no estaba, estaba sola en una habitación de una fortaleza, de un lugar que ella no conocía, ninguno de los dos lo hacía, se quedó en silencio e inmóvil, por demasiado tiempo, por mucho tiempo. 

—Dioses luchando contra Dioses, Dioses luchando contra Dioses— Las visiones no la dejaban en paz, al parecer ahora menos que nunca, y comenzó a soltar su lengua ante ellas.

Aemond entró en ese momento preciso, la escuchó y se acercó, sin tocarla, sin interrumpirla, simplemente la escuchó, con atención demasiada atención, siempre intentaba mantener presente las palabras de su hermana en estas situaciones, pero sabía que no habría explicaciones, ella no las sabía solo mencionaba lo que se le mostraba, y una persona con un don solo sabe lo que sabe, sin explicaciones, sin lógica, simplemente lo sabe. 

Pero el tiempo y las situaciones apremiaban y él mejor que nadie conocía los alcances de lo que habían hecho, además de conocer perfectamente a su familia y lo que muy probablemente harían, quizás Aegon iría a buscarlos por orden de su madre a lomos de Sunfyre y aunque eso no significara ningún riesgo para él montando a Vhagar, si podía serlo para Helaena si decidía tener uno de sus episodios de valentía y montar a Dreamfyre, el podría pelear pero no estaba dispuesto a poner en medio de esa pelea a su adorada hermana. El siguiente paso en el plan fue actuar de manera espiritual, al menos en el contexto de la palabra, y así de algún modo podría disuadir a la política y sus absurdas leyes, el inconveniente estaba en que esa política iba de la mano con la ley de los siete, pero no estaban en Poniente y sus siete reinos, no había ningún gran Septo estrellado al otro lado del mar angosto, en su defecto había una cantidad de Dioses antiguos y diversos, quizás ninguno de ellos obraría en su favor más de lo que encaminarían su destino y sus actos a la traición no solo a la corona si no al Septon Supremo y su estrella de siete picos

Helaena fue quién resolvió el conflicto interno de su hermano una vez más, no podían dejar que su familia los encontrara o los pudiese separar sin tener un lazo mayor que él de hermanos, debían ser marido y mujer cuanto antes, antes de que Alicent pudiera reclamarla a ella de nuevo para Aegon, pero dada su posición debían ser estratégicos, y pese a que era Aemond el que se encargaba de esa parte normalmente ésta vez fue la princesa quién lo resolvió, quizás tal vez por sus visiones.

—No podemos marcharnos de aquí simplemente así, haz ofrecido oro a nuestros anfitriones, pero tienen otros intereses, y tú estás en el medio de ellos, accede, pero no concretes nada, diles que lo harás en cuanto hayas dejado un heredero— lo miró con determinación y no titubeó ni un momento ante su mirada confusa y expectante. —Debes hacerlo así de lo contrario no obtendrás alianzas que perduren, pero harás de sus enemigos los tuyos. 

—Ni siquiera pienso inmiscuirme en sus asuntos, hemos escapado de un reino y sus locuras para servir a otro señor con sed de poder— Aemond era bastante obsesivo con lo que se planteaba y no paraba hasta dar fin con el asunto, y justo ahora ese asunto que lo tenía obsesionado aún no concluía. 

—Pero debes hacerlo o también aquí tendremos enemigos, ya tenemos la casa de el dragón sobre nosotros, si rechazas a estos Lores tendremos enemigos a ambos lados del mar estrecho— Aquello había sido razonable y contundente pero no tanto como las próximas palabras que salieron de su boca. —"No hay poder, ni siquiera de Dragón que la voluntad de los hombres pueda combatir"... "Se quema la primer horda pero detrás vienen más, los primeros cubren, los segundos atacan".

Extrañamente entendió aquellas palabras, o mejor dicho las intuyó y fue esa intuición que puso en su mente por un instante la imagen que Helaena había visualizado y a la que se refería como si de una proyección se tratase, no le dió crédito inmediato pero tampoco la desechó, no podría, la guardaría y la desmenuzaría poco a poco cuando tuviera la oportunidad, la mente despejada y la calma para saber que significada, sin embargo no fue sordo ante las peticiones de su hermana y accedió, hizo el trato, pactado con sangre, y después tal como ella se lo dijo se dispuso a volar lo más cera a la antigua y destruía Valyria.

En la antigua Valyria, su hogar ancestral, se llevaba una religión politeísta, la cuál aún ahora siglos después de su caída se seguían honrando de alguna manera a través de sus Dragones, pues Syrax, Vhagar, Meraxes y Balerion habían sido nombrados en honor a sus Dioses, tras la caíada de la antigua Valyria las personas que pudieron escapar aún conservaban sus tradiciones y amor por los Dioses, incluso por el Boash el Dios ciego, cuya secta ahora incluso después de que se decía que estaban extintos igual que su hogar se mantenía fuerte y a flote. Fue ahí dónde Aemond fue diligentemente por petición de su hermana.

—"Nuestro reclamo no puede perder fuerza si tenemos a nuestros Dioses reales a nuestro lado— le aseguró a su hermano con esperanza. —El Septón supremo de la estrella de siete picos, no puede contrariar las tradiciones de la casa Targaryen tan fácilmente, hemos acatados sus leyes, pero seguimos siendo sangre de Dragón y seguimos siendo descendientes de Valyria, son nuestros Dioses quienes nos dieron el poder de conectar con los dragones."

Fue por la noche que Aemond regresó al encuentro de su hermana con un Sacerdote (Eunucos con capuchas que cubrían vendajes en sus ojos) de Boash el Dios ciego, en el proceso se había dado cuenta de diversas cosas, una de ellas es que este Dios tan nuevo para él como viejo para el mundo le agradaba más que los siete que doraban en Poniente, notó también la persecución que vivían las personas que le profesaban su fé libremente, aquello le preocupaba pero si Helaena estaba segura él la seguiría ahora más que nunca, pues las ultimas cosas de las que se dio cuenta ese largo día fue que este Dios tenía alguna conexión con su hermana pues sus fanáticos hablaban de "Verdades superiores", sabiduría y visiones que no se veían con los ojos comunes, si no con un tercer ojos que debía ser despertado y abierto, Sus adoradores también creían que toda vida era sagrada y eterna, que hombres y mujeres son iguales, ricos y pobres e incluso hombre y bestia, todos semejantes e igualmente dignos. Si los Targaryen estaban más cerca de los Dioses que de los hombres su hermana era la prueba y no se había equivocado en enviarlo en busca de Boash. 

Contrajeron Nupcias esa misma noche en un bosque de la casa que los acogía, en presencia de sus dragones, sus anfitriones y sus cortesanos, había testigos era necesario. Pero fue justo ahí donde Aemond al fin pudo contemplar y de algún modo saborear  su posible triunfo, al ver a Helaena con la luz de las velas o las fogatas que alumbraban el lugar, proporcionado luz, calor y un aspecto dorado y angelical al rostro de su hermana, dijeron sus votos como dictaba la tradición Valyria, hicieron un pacto de sangre, y fueron lazados con listones. Ante la mirada de todos quienes eran sus testigos. 


THE WARM DREAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora