Kinua Garetto anda a su propio ritmo

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Los caracoles son lentos. Mucho mas lentos que las tortugas.

En condiciones extremas, como en climas muy secos, los caracoles pueden entrar en un estado de hibernación o estivación para conservar energía y sobrevivir hasta que las condiciones mejoren, hasta tres años seguidos sin importarle el exterior. Durante este tiempo, su metabolismo se ralentiza tanto que pueden pasar años sin comer ni beber. ¡Una siesta prolongada exprés! Entonces, tan "emocionante como suena" esta habilidad; no pasará de una curiosidad enlistada para el ensayo del mes. Tal vez una alta calificación por conseguir una risa del profesor hastiado de los trabajos del mes, pero no más. Esta información pasará de largo como la mayoría de datos obligatorios en el camino de ser "un ser humano adulto funcional".

El producto perfecto de la sociedad carece de todo ese egoísmo necesario para existir. Lo reprime, "hiberna" a la persona imperfecta hasta que las condiciones no sean extremas. Muestra esa máscara para mantenerse al margen del exterior. No expone nada, no gana nada. Nunca dará el paso para irse, ya no puede moverse. Y si lo hace, corre el riesgo de morir. No literalmente, pero el daño es demasiado que podría terminar deseándolo.

¡¡Feliciten a las personas realizadas!!

¡Elogien a todos los graduados!

¡¡Sonrían como si quisieran continuar así el resto de sus vidas!!

Ahora, paguen sus tributos con el resto de su vida. Entréguenos sus sueños, sus emociones y sus metas. Todo servirá para avanzar, todo servirá para mejora.

¡¡Banzai!! ¡¡Banzai!! ¡¡Banzai!! ¡¡Banzai!! ¡¡Banzai!!

Los caracoles son los animales más lentos del mundo.

Los caracoles son los animales más lentos del mundo solo porque los humanos ya no se ven como animales.

— Descendiente mío, la naturaleza humana radica mucho más allá de supuestos.

El timbre de llamada marcó el final del horario académico extracurricular, enviando una oleada de alivio a través de los distintos clubes. La fuerza de la costumbre mantiene un control total sobre las acciones de los demás, con pequeñas variaciones. Algunas personas salieron disaparadas por las instalaciones rumbo a su inminente destino, otras excavaron ruidosamente a través de sus casilleros por algún bocadillo antes de enrumbarse al corazón de la ciudad. Sin importar sus actividades, el resultado sería el mismo: dirigirse a satisfacer el estómago y gozar de un descanso reparador. En mi caso fue similar, sin ninguna interrupción, o eso me gustaría decir. Ya que, por costumbre, ni siquiera me encontraría en estas instalaciones pues perturban mi inherente bloqueo de la realidad.

Como sea, yo, Hikigaya Hachiman, por lo general, no tengo una rutina perfecta para alcanzar un sueño reparador o alguna ingesta de comida en específico luego de ser sometido a escenarios exasperantes. Tenerla significaría acostumbrarame a tal exasperante comportamiento, LO CUAL ME NIEGO ROTUNDAMENTE A ACEPTAR. Y tampoco es que sucediera a menudo. A pesar de ser uno de los pocos jóvenes varones en mi clase, raramente converso con los demás por iniciativa propia. Las pocas ocasiones que suceden son por coacción de otras dos conocidas, en donde me aíslan de mi amada soledad recurrente en el almuerzo.

Entablar algunas palabras con ellos solo me llega a irritar sin motivo aparente, ¿acaso soy un mounstruo para que se alejen ni bien les dirijo la mirada?; además que prefiero entrenar el uso del elemento lo más que pueda, ¿no es eso la excelencia en esta institución?

Así como logré destacarme en lengua y literatura, no comprendo la notable desestimación de la mayoría del alumnado por sentirse presionados en sus deberes. Las notas promedio abultan la campana de Gauss, que a estas alturas sería mas una bolsa hundida, con tal descaro que empiezo a dudar de la integridad de la institución.

Mi shonen genérico se transformo en un sof-hentai, como (no) esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora