Los cielos rugen, el destino avanza y Hachiman lamenta

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Los errores del pasado (pequeños desaciertos para no lastimar a tu yo anterior) usualmente tardan en salir a flote con fuerza. Sus consecuencias son las que te asechan primero, luego, el remordimiento toca la puerta y, finalmente, el mismo error conversa contigo en una solitaria habitación. Un escenario simple de cuánto puede afectarte una mala acción por culpa de una sociedad crítica y sorda al sentido común. O las consecuencias de fracasar al tratar de mantener a todos como herramientas.

Como todo niño nervioso y carente de raciocinio, cometí algunos actos de dudosa razón. Acciones sin sentido, palabras rimbombantes, pensamientos inconexos y razonamientos ininteligibles. Mis excusas de fantasía saltaban al ring, sin nada importante que perder, como "todo el mundo lo hace, ¿no?, yo también debería" o, siendo un solitario involuntario, más cercano a "esto es demasiada coincidencia para ser verdad, eso quiere decir que ¡Soy especial!¡Mírenme!".

Sin embargo, nada era evidencia de que algo fuera de lo común me haya ocurrido por esos días. Ninguna chica con ropas oscuras entró a mi habitación para eliminar a un monstruo fantasmal; no comí alguna fruta que me impidió nadar; no se presentó alguna nueva estudiante de intercambio con cabello rosa y, mucho menos, descubrí que mi hermana tenía aficiones extrañas. Solo puede decirse que el sentido común se apagó, similar a un fusible que explotó de un día para el otro, para darle las riendas sueltas a miles de peculiaridades psicológicas escondidas en el subconsciente.

Gracias a dios, ninguna chica con parche fue a buscarme años después, tampoco cabreé a matones locales ni descubrí lo que no debe ser descubierto. Por lo menos, hasta ahora, no tengo consciencia ni consecuencia de eso.

Como decía, sí, excentricidades y pensamientos fantásticos afectaron mi conducta por unos largos años (¿dos o tres? No entiendo como clasificar su inicio) Y, si bien la actitud indiferente evitó repensar mucho acerca de los susurros de los jóvenes demonios cerca de mío, eso no quiere decir que pueda olvidar sus susurros ponzoñosos y miradas condescendientes, como si ni siquiera fuese similar a ellos en apariencia. Podría decirse que, también por esa condición especial, evité convertir la tortura social en un enfrentamiento físico (si cualquiera tenía esas ganas, ¡Podrían haber hecho algo con los matones fuera de la escuela, Yamada Tanaka-san!).

Al final, luego de intentar recuperar un poco de normalidad y, queriendo fundirme en la sociedad, clavé la última pieza en mi ataúd. Espera, ¡esto suena como una crónica de muerte anunciada! Digo, ¡una tragedia en todo el sentido de la palabra!

Y no, no terminé centímetros bajo tierra luego de irme a algún lugar alto ni conocí a truck-kun después de salir de mi encierro voluntario. Mis opciones nunca fueron tan pocas ni simples. Es más, es posible que mi resentimiento fuera el principal desencadenante de mis acciones. Un combustible tan grande que me llevó hacia el camino de la élite de mi generación (solo a nivel local, no quería terminar en alguna isla por ser demasiado reluciente).

Todo parecía viento en popa (quizás tanto que nunca sospeché nada), hasta que mi tendencia moral (la cual resiste como una cucaracha), decidió salvar a un travieso can de ser atropellado. Espera, creo que fueron otro tipo de tendencias las que me impulsaron.

No importa. La cuestión es que debido a ello (lastimosamente no conocí al dios de los humanos) mi destino se truncó hasta una experiencia que rivaliza con la trama de algún shonen (todavía, porque fácilmente sería un seinen con su pizca de sangre)

Y, es, en estas reflexiones de menos de un nanosegundo, que las piezas faltantes salen a la vista.

Sí, digno de un escenario surrealista, estoy conversando con una divinidad semejante a mi apariencia, ¿O debería decir que mi apariencia se basa en la suya? Definitivamente, el género sobrenatural o fantasía son las nuevas etiquetas en esta obra amateur.

Mi shonen genérico se transformo en un sof-hentai, como (no) esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora