Tan pronto como Alexander Pierce ladró la orden, las alarmas del complejo no tardaron en hacer estallar el caos.Luces rojas y azules iluminaban el camino de los soldados que corrían por aquel laberinto de pasillos y corredores, pistolas en mano, listos para disparar al primer contacto con el Soldado. Tenían órdenes estrictas de no tirar a matar, pero Pierce sabía mejor que nadie que era imposible persuadirlo con palabras, por lo que no les quedaría más remedio que utilizar la pólvora.
Corrió hacia la sala de control de las cámaras de seguridad con el barón Wolfgang von Strucker siguiéndolo, tan conmocionado y aturdido como él. Llegaron justo a tiempo para ver su mejor arma, el puño de Hydra, empujar ágilmente a un lado a varios soldados que bloqueaban la puerta de salida y finalmente robar una motocicleta que usó para comenzar a conducir lo más lejos posible del complejo.
— ¡Montón de inútiles, no lo dejéis escapar!—Pierce gritó por el pequeño auricular que llevaba en la chaqueta, aunque una punzada persistente en la boca del estómago le dijo que era demasiado tarde.
Sin previo aviso, se volvió hacia el Barón Strucker y lo empujó violentamente contra la pared más cercana, envolviendo ambas manos alrededor de la solapa de su abrigo. La rabia rezumaba de sus poros y sus dientes rechinaban con tanta fuerza que era increíble que no se los rompiera.
—¡¿Qué diablos le hicieron?!—Necesitaba algún tipo de respuesta o perdería la poca paciencia que le quedaba.
—No fuimos nosotros—dijo el Doctor List, apareciendo de repente en la puerta—. Fue ella.
Pierce volvió la cabeza al oír esto y sonrió con amargura, como si destilara veneno.
— ¿Me estás diciendo que una niña me ha hecho perder mi mejor arma?
—Fue un accidente. Todavía no controla bien sus poderes.
—La quiero muerta.
Eso último hizo que el Barón Strucker reaccionara por fin, y con un solo golpe, empujó a Pierce lejos de él.
—¡No! Es demasiado valiosa.
—¡Él también lo era!
—No más que ella, te lo aseguro—bramó en alemán—. No te preocupes, encontraremos a tu Soldado.
Sintiendo que discutir era inútil, Pierce salió furioso de la habitación y fue a buscar a sus hombres para ordenarles que persiguieran al Soldado por cielo y mar si fuera necesario.
En otra parte del complejo, Wanda Maximoff se retorcía los dedos, con la amarga sensación de haber hecho algo mal, y Pietro, su hermano gemelo, la miraba con preocupación. Para ambos era un momento de incertidumbre. Un momento que no pasaría hasta que el Barón Strucker no llegara a ponerlos al tanto de lo que estaba pasando.
La ventana en donde habían permanecido encerrados estaba abierta a una brisa cálida y agradable, y la habitación olía a productos químicos y otros olores. La joven, incapaz de permanecer sentada, se acercó a la ventana y miró hacia abajo.
Vio una motocicleta alejarse entre los árboles y el momento exacto en que su conductor volvió la cabeza. Sus ojos la buscaron. Antes de que pudiera actuar sorprendida por esto, Pietro apoyó el codo en su hombro y se inclinó para mirar más de cerca.
—Hermanita, ¿qué le hiciste a la cabeza de ese hombre?
—Solo le di lo que tanto rogaba.
— ¿Qué cosa?
Wanda suspiró, mirando más allá del bosque que rodeaba el complejo, donde él finalmente volvió a centrar su atención en la carretera, alejándose cada vez más de ella, tal vez para siempre.
—Su libertad.
•••
Espero que les haya gustado el prólogo <3
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MY MISSION〘marvel〙
Fanfiction⚖ 𝗜 ¿Qué pasaría si existiera un universo en el que Steve Rogers accediera a firmar los Acuerdos de Sokovia? James Barnes tendrá que refugiarse en las sombras y buscar la forma de sobrevivir a un mundo que pide su cabeza. Mientras que su viejo amig...