Narra Erick Brian Colón
Metí una papa frita en mi boca y después volví a mirar de reojo en la mesa donde estaba Joel, era extraño estar molesto con él, hemos sido amigos desde siempre y las peleas solo duraban una horas, antes de que uno de los dos cediera a hablarle al otro, entiendo, ya no son esos tiempos, ahora claro que todo era diferente. Joel sabía que lo quería.
— Recuerda la tercera regla, Erick. Joel es la manzana prohibida, manzana que nunca podrás probar — susurré cerrando mis ojos, evitando volver a mirar a su mesa.
— ¿Dijiste algo? — preguntó mi amiga dejando de ver su celular.
— No, nada — sonreí volviendo la mirada a mi comida.
— ¿Por qué no solo arreglas las cosas con él? — Preguntó — mira, él sabe lo que sientes, piensas y también lo que te molesta, Joel podrá ser tonto.
— Pero ¿también es estúpido? — sonreí tratando de bromear.
— ¡No! Es tonto, pero entiende las lecciones que le das siempre — robó una papa de mi plato — lleva veinte minutos mirando hacia acá, es obvio que extraña a su amigo.
— Bueno, debió pensar eso ayer — dirigí la mirada hacia él discretamente.
— Lo chicos homosexuales son muy complicados, por eso jamás quise un amigo gay, debería sentirme traicionada también — bufó y siguió mirando su celular.
Narra Joel Pimentel
Si había algo tan incómodo en el mundo, era estar a dos mesas de distancia de tu mejor amigo, con el que tuviste una discusión anoche. Odiaba no poder dejar de mirar hacia su lugar.
— ¿Joel? Amor, ¿estás bien? — preguntó Beatriz, abrazándome.
— Erick está molesto conmigo — dije sin dejar de mirar al ojiverde — no me habla desde anoche.
— ¡Qué bueno! Eso está súper bien, la verdad nunca me gustó que te juntaras con él — dijo recargando su cabeza en mi hombro.
— ¿Todo bien contigo? Suenas algo así como... ¿homofóbica? — pregunté haciéndola a un lado.
— Pues tengo que serlo si un gay trata de quitarme a mi novio.
— Erick y yo solo somos y seremos mejores amigos, deja de pensar locuras, Betty — dije a regañadientes.
— Me molesta mucho que lo defiendas, incluso por encima de mí. Tienes que escoger bien tur prioridades, Joel — comentó con tono molesto.
— Tienes razón — asentí poniéndome de pie.
— ¿A dónde vas? — preguntó tomándome de la mano.
— Poniendo mis prioridades — dije obvio — iré a pedirle disculpas.
— No, no — me jalo haciéndome que cayera sobre la banca nuevamente — déjalo así, él te alejó, si quiere arreglar las cosas, tendrá que venir, obvio preferible que no.
Sin contestarle, solo volví a mirarlo. ¡Mierda! Habíamos cruzado miradas.
— Carajo — susurré.
Decidí no volver a voltear y continuar el resto del día normal. Hasta que por fin las clases terminaron, y ahora que la molesta de Beatriz no estaba conmigo, buscaría a Erick para pedirle disculpas. Al parecer era mi día de suerte, pude verlo a lo lejos, así que corrí hasta él, alcanzándolo a las afueras del campus.
— Erick — lo tomé del brazo.
— Joel — contestó como si nada.
Decidí no hacer comentario alguno, caminaría a su lado.
— ¿Qué haces? — preguntó deteniendo el paso.
— Te acompaño a tu casa, creí que era obvio — reí.
— Está bien, no me voy a perder, no tengas cuidado — retomó el camino.
— Está bien, para, detente — tomé su mano por error, soltándola al instante — lo siento — dije avergonzado.
— ¿Sientes que? — preguntó indiferente.
— Pues tomarte la mano.
— No es nada, Joel. No es como si eso significara algo — bufó.
— Bueno, entonces, lo siento — volví a repetir estúpidamente.
— ¿Tomarme la mano? — sonrió un poco.
— Portarme como imbécil ayer, no debí llevarte a ese lugar, entiendo que tú sigues siendo la misma personas de siempre — lo miré a los ojos — sigues siendo mi mejor amigo, solo que ahora sé que eres mi mejor amigo gay — sonreí incómodamente, tomando una bocanada de aire al finalizar.
— Está bien — respondió.
— ¿Solo "Está bien"? — pregunté inconforme.
— ¿Qué más puedo decirte? — metió sus manos a los bolsillos del pantalón.
— No, la verdad es que no — me quedé callado, nuevamente inconforme — no lo sé, quizá si esperaba algo más.
— ¿Qué esperabas? — arqueó su ceja.
— Es que — me calle tratando de contener mis pensamientos y la frustración comenzó a emerger — mierda, no puedo creer que seas gay.
— Ese es el punto de la discreción — respondió.
— Está bien — reí — ahora que volvemos a ser amigos, ¿quieres venir a una fiesta conmigo esta noche? — pregunté.
— Tu novia me tiene amenazado, ¿recuerdas? — Hizo una mueca — no me avergüenza ser gay, pero tampoco me gustaría que toda la universidad lo supiera, no me quiero arriesgar.
— No te preocupes por eso — me encogí de hombros y lo abracé retomando el camino — Beatriz no está invitada a la fiesta, solo algunos amigos de la universidad, de otras escuelas, vamos será divertido.
— Lo pensaré — susurró.
— Vamos, tienes que acompañarme, discretamente te ayudaré a conseguir un novio, un ligue — susurré lo último — ¿alguna vez lo has hecho con un chico? — pregunté curiosamente, aunque sabía que había sido innecesaria esa pregunta.
— Vaya — se soltó de mi brazo — no tengo que responder a eso.
— Vamos, Erick, necesito que me pongas al corriente de tu vida, la mitad de tu vida es un misterio ahora — lo miré con un puchero a los ojos.
— No quiero un ligue, así estoy bien, no estoy urgido y realmente no creo que deba contarte de mi vida sexual.
— Cuba, soy tu mejor amigo, necesitas un novio y yo necesito que me cuentes las cosas, ¿Cuál es tu tipo de chico? — me excuse para poder ocultar un poco mi curiosidad.
— No quiero un novio — respondió — quizá si conocer a alguien, pero no sé — bajó la mirada escondiendo el rubor en sus mejillas — ya lo he hecho con un chico.
— Continúa — dije caminando a la orilla sentándome en el césped.
— ¿Qué quieres que continúe?
— ¿Quién fue el afortunado? ¿Acaso lo conozco? — Como de costumbre volví a hacer muchas preguntas y a hablar rápidamente — debo aprobar si es lo mejor para ti.
— Cállate — comenzó a reír, extrañaba reír con mi amigo — se llama Daniel, lo conocí en Cuba el verano pasado, obviamente no lo conoces — puso una expresión pensativa — ¿Por qué debes dar tu aprobación?
— ¡Duh! — Reí — porque soy tu mejor amigo, quiero lo mejor para ti — lo miré a los ojos — es raro, ¿cierto? Solo quiero que tengas confianza en mí, Erick, que sepas que no me molesta que seas gay.
— Ok, entiendo — se recostó en el césped — te contaré.
Entonces comenzó a contarme toda la historia entre ese chico Daniel y él. Al terminar, ambos nos despedimos y fuimos cada quien por su camino quedándonos de ver en la noche para la fiesta de los chicos de futbol.