Hola Nairobi

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Me acerqué con mi copita de vino a Mari Paz. Sin decirnos nada nos dijimos todo y nos fundimos en un abrazo.
La viudedad hermana, pues sabemos exactamente qué siente la otra. Sentimos de la misma manera la mirada de lástima de la gente y adivinamos las palabras en su pensamiento: "Pobre, tan joven..."
—Querida Vera, no te conozco pero tengo la agradable sensación de que sí. ¡Me alegro tanto de que vayamos a hacer este viaje juntas! Creo que eres una tía muy valiente, pues llevar de una manera tan estoica esta situación, es digno de admirar.
—Yo también estoy muy contenta de haberte conocido Mari Paz. Creo que tengo mucho que aprender de ti. Tu manera de ver la vida tan positiva me encanta. Así que espero contagiarme de ese sentimiento durante el viaje.
Se acercó a nosotros su hijo Carlos.
—Hola, ¿Tú eras...Vera?
—Sí y tú Carlos ¿verdad?
—Si. Siento lo de tu marido. Debe de ser duro y con una hija tan pequeña...
—Gracias... pero tengo mucha ayuda de mis padres y de mi amiga Rita que no me deja sola ni un solo momento.
Rita al oír su nombre se acercó con su cerveza.
—¿He oído mi nombre por aquí? —dijo con una sonrisa.
—Hola, Rita. Soy Carlos, encantado.
—Hola Carlos, ¿qué tal?
—Muy bien. Vaya la que has liado con la cerveza. Pero mira, de esta manera nos hemos enterado de que hay cervezas africanas.
—Habrá que probarlas todas — le contestó riéndose.
Se acercaron Miranda y Martina con una cerveza en las manos, obviamente.
—Quiero decir unas palabras — nos dijo Martina. Y alzando su copa y elevando la voz para que todos la oyéramos, prosiguió diciendo — quiero hacer un brindis por todos nosotros. Para que en el viaje salga todo bien, para que no haya ningún percance, que todos disfrutemos y nos lo pasemos de puta madre. Y aquí, al lado de la presidenta del Team Beer, quiero que levantéis vuestras copas y brindemos por África.
—Por África —dijimos todos a la vez levantando nuestras copas.
Después de tres cervezas mi vejiga estaba a punto de reventar, así que me acerqué al baño.
—¿Rita me acompañas?
—Sí claro.
—Tengo muchas ganas de que llegue mañana y comience oficialmente el viaje —le dije a Rita mientras me sujetaba la puerta —. La sensación de que va a ser especial me hace estar nerviosa. No sé porqué... Espero que sea por algo bueno. Además creo que nos vamos a llevar todos muy bien. Tengo muy buenas vibraciones.
—¡Ehh, quien sabe! Igual encuentras en África al amor de tu vida.
—¿Te imaginas? —respondí llevándome las manos al corazón.
—¿Por qué no? Eres joven y tienes todo el derecho del mundo a rehacer tu vida, Vera.
—Ya lo sé, Rita. Pero se me hace un poco raro mirar a otro hombre.
—Pues abre bien los ojos, bonita, que igual hay alguien a tu alrededor que te come con la mirada.
—¿Qué me dices?, ¿Quién? —dije efectivamente abriendo mucho los ojos.
—David, el morenito de Noja.
—¿Zape?
—¿Cómo que Zape? —dijo riéndose a carcajadas.
—Bueno es que cuando les vi llegar a él y a Duncan a la recepción, uno rubio y otro moreno, mentalmente y sin querer, pensé "mira Zipi y Zape"
—Ja ja ja que tía...yo que nunca supe quién era quién...
—En mi cole había unos gemelos que eran idénticos y su madre los vestía como a Zipi y Zape. Eran un año mayor que yo, pero estaba enamorada del moreno. Así que me leía los tebeos de mi vecino para saber quién era quién. Y así me enteré.
—Pues ojo con Zape...
—Bueno, bueno... que mire todo lo que quiera —respondí sintiéndome como la diosa Venus.

El avión salía a las seis de la mañana. No había vuelo directo desde España, por lo que teníamos que hacer escala en Londres, y de ahí a Nairobi.
Nos encontramos el grupo entero a las tres de la madrugada en recepción.
Todos llevábamos el mismo equipaje: Una maleta de tamaño medio y una mochila.
Pero había algo que cada uno de nosotros llevaba y que era común en todos.
Un brillo especial en los ojos. Y no... No era sueño...

El vuelo a Londres se nos hizo muy corto al grupo, menos a Mari Paz.
Me confesó al llegar, que toma una pastilla para dormir desde que murió su marido y esa noche no se la tomó para poder levantarse tan pronto.
Así que todos íbamos en brazos de Morfeo menos ella.
Solo fueron dos horas y media más de sueño, pero suficientes para parecer personas normales en el vuelo que nos llevaba a Nairobi.
Y este si era largo, ocho horas y media. Vamos, que entre pitos y flautas y con el cambio horario, aterrizamos en Nairobi a última hora de la tarde.
A las siete hora local.
Llegamos al hotel y no vimos nada más que la recepción. Nos asignaron las habitaciones por parejas y con un cansancio con el que ya no podíamos más, nos dirigimos a ellas arrastrando pies y maletas por igual.
Los únicos que estaban frescos como una lechuga eran Zipi y Zape.
Bueno David y Duncan.
Me regañé mentalmente a mí misma por llamarles así. No quiero ni pensar si algún día se me escapa delante de ellos.
Me picaba la curiosidad con David. Las palabras de Rita en el baño no habían caído en saco roto.
Pero estaba tan cansada, que dejé para el día siguiente las elucubraciones.

Nos despertamos tarde. En el reloj del móvil marcaban las diez y media. Supongo que esta ya era la hora de Nairobi.
—Buenos días Rita —le dije a mi amiga girando la cabeza hacia su cama.
—Buenos días Vera. ¿Qué tal has dormido? Yo muy bien pero tengo una pesadez en las piernas...
—Supongo que será de tantas horas en el avión.
—Si seguro que es eso... En fin, ¿Bajamos a desayunar? Tengo hambre...
—Si, yo también.
No teníamos ni idea del plan que nos esperaba hoy.

En el buffet, nos encontramos con Martina y Miranda. No había nadie más del grupo.
—¡Hola chicas!, ¿qué tal habéis dormido? —le preguntó Rita a Pili y Mili.
No puede ser que a ellas también les ponga motes. Pero es que me lo ponen a huevo. Ya vale Vera, me volví a reñir mentalmente...
—¡Hola pareja! Muy bien, la verdad. Estábamos muy cansadas... ¿Y vosotras? —preguntó Martina.
—Yo bien también —dijo Rita —pero me duelen mucho las piernas.
—He visto desde la terraza de la habitación un pedazo de piscina enorme. Podíamos ir a darnos un baño después de desayunar.
—Buena idea cariño —le contestó Miranda dándole un pico.
—Bueno habrá que esperar a ver cuál es el plan para hoy —dije rompiendo el momento amoroso.
En ese instante, entró por la puerta del buffet Alberto.
—¡Hola chicas! Que bien encontraros aquí. ¿Solo estáis vosotras?
—Si —contesté yo.
—No, también nosotros dos —dijo David acercándose por detrás.
Le miré y me sonrió
—Buenos días Vera. ¿Qué tal has dormido?
—Buenos días David. Muy bien gracias. ¿Y tú?
—Muy bien también.
En ese momento llegaron Mari Paz y Carlos
—Pues ya estamos todos —dijo Alberto —. El plan para hoy es descansar del largo vuelo de ayer y disfrutar de esta maravilla de hotel. A última hora de la tarde, un poco antes de la cena, que es a las ocho y media, nos juntaremos en la terraza de la piscina, por ejemplo, y os pondré al día del plan de mañana. ¿Os parece bien?
—Nos parece perfecto —contestamos todos.
—Pues... ¡a disfrutar! —y se fue por donde había venido.
Después de desayunar nos fuimos todos a la zona de tumbonas.
Los tres chicos se sentaron en una de las mesas a mirar el dosier, a hablar de sus cosas y a conocerse.
Nosotras nos fuimos a las tumbonas. Unas a seguir durmiendo y otras a tomar el sol.

Llevaba poco más de dos días sin estar con Paloma y ya la echaba muchísimo de menos. Pero me había prometido a mí misma que no me iba a castigar. Necesitaba desconectar de mi vida aunque fuera durante quince días.
Mi rol de madre siempre iba a estar ahí.
El de mujer, lo tenía que recuperar.
Y eso me hizo pensar en David y en las palabras de Rita.
El caso es que es mono, pensé mirándolo desde mi tumbona.
Y físicamente es un bombón. Tiene un cuerpo bonito, musculado sin exagerar y un buen culo.

Es curioso cómo a veces, no nos fijamos en alguien, hasta que nos dicen que ese alguien nos pone ojitos.
Entonces tu alarma sentimental, y si me apuras la sexual, se enciende y tus ojos buscan a esa persona provocando un encuentro visual y estudiar así su comportamiento.
Y te fijas detenidamente en cosas que en otras circunstancias no lo harías.
Te fijas en cómo habla, en cómo se ríe, en cómo se mueve.
Y ahí es cuando tu cuerpo responde y tu imaginación se dispara.
Le miras las manos e imaginas como esos dedos largos y finos pueden llegar a cualquier parte de tu cuerpo, por recóndito que esté.
Y cuando se ríe, observas detenidamente sus labios y los imaginas besando tu cuerpo y tus partes más íntimas y húmedas.
Y estás tan concentrada en mirar cómo se mueve y en disfrutar de la excitación que te provoca, que no te das cuenta que te está mirando con una medio sonrisa, ya que es capaz de leer en tu cara, lo que tú estás sintiendo por todo tu cuerpo.

Cuando vuelvo de mi viaje mental por los campos maravillosos de la excitación y soy consciente de que me está mirando y de que mi imaginación se ha disparado y ha entrado en límites prohibidos, me incorporo en la tumbona y noto la humedad en mis braguitas del bikini.
—Chicas me voy a la piscina, tengo calor —y calentón, pienso —¿alguien se apunta?
—Yo me apunto —escucho desde la mesa de los chicos.
Miro hacia allí otra vez, y veo como David se acerca hasta donde estoy.
—Vale genial —mi capacidad de reacción está aun ausente y me quedo sentada en la tumbona como una tonta.
—Señorita... —dice David ofreciéndome su mano.
—Ah gracias... —contesto, y noto como el calor de mi entrepierna se acentúa y me sube por el cuerpo hasta llegar a mi cara poniéndola colorada.

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⏰ Última actualización: Nov 24, 2022 ⏰

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