Capítulo 12

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Pov Calle.

No sé qué hora podía ser, pero tenía horas en la cama dando vueltas y vueltas, sencillamente no podía dormir y eso me tenía frustrada y molesta, sabía que mi insomnio era por algo.

Esa maldita llamada...

Estaba teniendo un fuerte conflicto conmigo misma, era difícil de digerir, es cómo si todo lo que había pasado y creía enterrado volvía de golpe, un golpe que logró quitarme el sueño.

Me acomodé en la cama y miré hacia el techo llevando la sábana a mi pecho, suspiré pasando una mano por mi frente.

Hoy en el almuerzo sentí que iba a morir, de no ser por Poché no sé que hubiera sido de mí y el torbellino de pensamientos que tenía en ese momento.

Su mano me trajo a la realidad y su abrazo me dió calidez... No. No podía pensar de ella de esa forma.

Gruñí molesta tomando una almohada y ponerla en mi rostro, di un grito frustado sacando todo lo que me pesaba contra la pobre almohada.

Luego de mi pequeña sesión anti-estrés, tiré la almohada lejos pensativa.

¿Por qué tenía tanta mala suerte en el amor?

Tal vez era muy estúpida y entregaba muy rápido mi corazón. Tal vez era intensa. Tal vez pedía mucho a mi pareja.

Tal vez no era suficiente para alguien...

Odié que la vocecita de mi mente estuviera sonando cómo grabadora vieja con esa maldita voz. Voz que dejó muchas marcas en mí hace años atrás.

Años atrás.

— ¿Creés qué por ser mi novia debo cuidarte?— Soltó una risa amarga. — ¿Acaso no eres suficiente ni para ti sola?

Sus palabras las había sentido en cada fibra de mi ser, tatuandolas de una manera cruel y dolorosa.

— Seré suficiente para ti, por nosotros. — Le suplique limpiando mis lágrimas. — No me dejes, yo te amo, Alan.

Limpié mis lágrimas que no dejaban de salir de nuevo y agaché la cabeza asintiendo con mi cabeza, pude divisar cómo Alan tiró el cigarrillo y se acercó a mí, tomó mi rostro haciéndome alzar la vista.

— Perdóname, ¿si? No te volveré a decir nada que te moleste. — Murmuré con culpabilidad.

— Me tienes harto ya, aburrido. — Confesó, sentí mi alma romperse. — Solo mírate... — Tomó mi rostro con brusquedad y me volteó la cara viéndome con asco. — No eres suficiente para nadie.

Alan me soltaba y negaba con su cabeza dando media vuelta para marcharse, lo sostuve de su brazo con fuerza, lágrimas gruesas bajando por mis mejillas.

— No me dejes sola en esto. — Supliqué poniéndome de rodillas, abrazando su pierna.— Estoy esperando un hijo tuyo.

Alan se soltó bruscamente y me vió por encima desde arriba negando con su cabeza con pena, soltó una risa burlona y llena de sarcasmo.

Yo no soy el papá de ese niño.— Masculló con simpleza.— Adiós, Daniela.

Alan se marchaba sin ver atrás, dejándome con un inmenso hueco en el pecho y buscando consuelo en el bebé que tenía en el vientre.

Ese fue el peor día de mi vida.

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Así coincidimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora