Capítulo 37

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Pov Narrador.

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Un chico pelinegro arreglaba su cabello y ropa con nerviosismo, arreglaba su ropa constantemente y jugaba con los anillos de sus dedos. Estaba muy preocupado por su aspecto.

Y quién no lo estaría, después de tantos meses iba a volver a ver a su amor platónico.

Caleb había decidido tomar al toro por los cuernos, acomodarse los huevo- digo, acomodarse los pantalones e ir por todo y con todo al chico que no había sacado de su cabeza hace tanto tiempo atrás.

— ¿Quiere otro café?— Inquirió una camarera amable.

— Si, por favor. — Pidió el pelinegro inquieto.

Caleb estaba en un colapso, su mente catastrófica ya maquinaba el peor de los escenarios.

Si, él creía que su cita no llegaría, él se iría de la ciudad, se perdería en el mundo de la fama y sexo sin conocer el amor porque se reservaría solo para ese hombre que jamás iba a volver, moriría solo y sin conocer el amor.

Típico de los signos de aire y sus mentes catastróficas.

Claramente cómo dijo Shakira Cameron estaba llegando a su cita, pero encontrarse con un perrito el cual orinó su pie marcando territorio para su dueña lo hizo atrasarse unos minutos.

Lo importante es que cuando entró a la cafetería no tuvo ganas de correr.

O eso quería creer, ya que se repetía mil veces: no llores, no llores, no llores, al igual que la Roca en la película de Jumanji.

Finalmente Cameron llegó a la mesa de Caleb, cuando el pelinegro vio a su pelirrojo sintió sus rodillas débiles, sonrió un poco nervioso y rascó su nuca.

— Pensé que me dejarías plantado. — Confesó con una risa nerviosa.

— Es lo que te mereces, pero soy idiota e impulsivo. — Arrojó Cameron rodando los ojos, tomando asiento.

— Creo que debo dar las gracias a eso. — Murmuró Caleb a si mismo tomando asiento también.

— ¿Qué dijiste?— Inquirió Cameron.

— Que si quieres algo. — Mintió el pelinegro, Cameron lo vio raro.

El chico vio el menú y leyó todo rápidamente, mientras se acercaba la mesera.

— Quiero un café, una malteada, panqueques con tocino, fruta y una rebanada de torta de zanahoria. — Arrojó sin pausas.

— ¿Algo más?— Dijo la mesera con una sonrisa.

— Es todo, gracias. — Respondió Cameron, la chica se fue.

— ¿Piensas alimentar a África?— Mencionó Caleb con el ceño fruncido.

— Oye, no digas eso. — Reclamó el pelirrojo. — Tengo hambre, es todo.

Cameron no tenía hambre, quería dejar a Caleb en bancarrota, ya que sabía que el restaurante era muy caro.

El mini Cameron vestido de diablo en su hombro estaba riendo a carcajadas, según Cameron esa era la mejor venganza ante tanta confusión y zozobra por parte del guitarrista.

— ¿Y bien? ¿Tienes algo por decir?— Preguntó Cameron tamborileando la mesa.

— Emm, no, no en realidad. — Vaciló Caleb con una sonrisa nerviosa.

Un silencio sepulcral llegó a ambos, mientras la mesera dejaba lo pedido en la mesa para luego marcharse.

— ¿Nada por decir?— Insistió Cameron, Caleb negó con su cabeza.

Así coincidimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora