Una mala influencia

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Sus ojos mieles me observan con detenimiento, pasean por mi rostro lentamente, me escanea tal y como lo hago con él. No parece ser el tipo de chico que acudiría a esta clase de eventos, todo lo contrario, luce como el típico adolescente rebelde y problemático salido de alguna novela juvenil. Continúo encantada con el color de sus ojos y lo adictivo de estos. Esas pestañas largas profundizan más su mirada, parpadea ligeramente. Me tomo tiempo antes de bajar la mirada a sus labios, esos labios carnosos y gruesos, los remoja.

Su mano acaricia mi cintura sobre la tela del vestido, clava sus dedos con suavidad llevándome aún más cerca de su rostro. Aquello permite que aspire el aroma de su fragancia: Cálida y masculina.

La música sigue sonando, me lleva de nuevo a esa fantasía que hace un rato me mantenía relajada. Mi acompañante se mueve con elegancia y delicadez, me hace girar sobre mis pies ayudándome a retomar el ritmo. Es tan sencillo seguirlo que poco a poco sobre el coro ya me siento con más confianza. Mi mano izquierda sube hasta su cuello dándole leves roces a su nuca, disfruto del paseo de mis dedos por su piel suave. Sus parpados se cierran durante unos segundos. Con curiosidad navego sobre el paseo hacia su cabello. De pronto abre sus ojos ahora oscurecidos, tensa su mandíbula. Recuesta su frente de la mía, aquella cercanía provoca que mis piernas pierdan la estabilidad, entreabro mis labios buscando aire. La poca distancia de nuestros rostros se hace cada vez más corta, siento su aliento muy cerca del mío. Trago relamiendo mis labios disfrutando del olor a vino que se desprende de los suyos, es un aroma exquisito. Bajo mi rostro hasta su pecho, la punta de mi nariz se encuentra tan cerca de su cuello que no consigo evitar detener mi curiosidad y poco a poco paseo esta por su manzana de adán.

Me gusta, alcanzo a escuchar un suspiro oscuro.

―Estás jugando con fuego muñequita.

Me separo un poco viéndolo apenada, puedo percibir el calor en mis pómulos.

―Lo siento.

Sonríe travieso, se acerca de manera que nuestras narices ahora se rozan. Cierro mis ojos por puro reflejo, escucho las líneas de la canción.

Las estrellas se apagan, pero yo me quedo aquí, cariño. Todavía ansiando tu beso. Deseo quedarme hasta el amanecer, cariño. Solo diciendo esto: Dulces sueños hasta que los rayos del sol te encuentren, dulces sueños que dejen tus problemas atrás, pero en tu sueños cualesquiera que sean, ten un pequeño sueño sobre mí.

Algo en mi estómago revolotea, es extraño y nuevo, pero me gusta. Una electricidad me atraviesa y sube por mi espina dorsal. Los nervios no me permiten abrir los ojos para mirarlo. Juro que me estoy muriendo de la vergüenza, no sé qué tenga pensado hacer pero sea lo que sea está ocasionando que mi corazón lata con fuerza. Su aliento está sumamente cerca, lo siento, siento el ardor de mis labios..., está muy cerca, demasiado y cuando creo que ya no habrá nada que nos separe, el estallido de algo me despierta. Abro mis ojos y estoy sola, las personas se agitan y susurran entre ellas. Ya casi nadie permanece en la pista ¿Qué paso? ¿Y el chico de ojos mieles? Miro hacia todos lados tratando de buscarlo pero no doy con él en ningún lado.

Rendida camino hasta mi madre quien conversa con la esposa del señor Cox, su mirada logra alcanzarme bastando eso para que la ansiedad oprima mi respiración, está enojada. Cuando llego hasta ellas, no dice nada solo se disculpa sujetando demasiado fuerte mi brazo arrastrándome hasta nuestra mesa.

―¿Se puede saber que sucede contigo?

Parpadeo perpleja― ¿Conmigo? Yo...

―No te hagas la desentendida, ¿cómo pudiste dejar solo a Aiden? Está muy disgustando contigo y francamente me parece una falta de educación.

Siente y déjate llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora