¿Sociedad o culto?
Caminamos en las narices de las personas, somos la escoria de la sociedad que no puede ser condenada por la justicia. Las guerras externas e internas se convierten en nuestras guerras, pero ¿Quiénes somos?, ¿A quién servimos...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝟐𝟎𝟖𝟖 / 𝐣𝐮𝐧𝐢𝐨 / 𝟐:𝟐𝟖 𝐩𝐦 - 𝐁𝐞𝐫𝐥𝐢𝐧
En el último piso de un edificio, cada sonido era como un eco que rebotaba en mis botas negras, resonando a través del pasillo. Me detuve en la puerta del ascensor y, con el dedo firme, pulsé el botón que lo llevaría hacia arriba. Las puertas se abrieron de inmediato, y después de entrar, se cerraron con un chasquido que resonó en mis oídos. El interior del ascensor estaba forrado de espejos relucientes, y mi reflejo se multiplicaba infinitamente, mostrándome una alta mar de ojos grises que reflejaban unas olas gigantes con tensión.
-¡bim!, ¡bimmm! - Un sonido incesante que perforaba mis oídos, la llamada entrante. Observé el número en la pantalla y mi corazón dio un vuelco.
-Hola, Sin nombre, espero tu confirmación- La voz al otro lado de la línea, firme pero llena de miedo, era la de quien había contratado mis servicios. Sus nervios resonaban en el constante golpeteo de sus dedos en una mesa invisible. El silencio se prolongó.
...
Finalmente, mi respuesta se deslizó por mis labios: "Sí, acepto el trabajo". En ese momento, mi destino quedó sellado. La persona al otro lado del teléfono proporcionó la hora y la dirección con un alivio evidente en su voz.
Mi camino estaba trazado, un pacto con un demonio sin poder en el infierno. Podría haber cuestionado la decisión, pero me limité a aceptarla. Mientras el ascensor subía al último piso, el reloj en la pantalla empezaba una cuenta regresiva, implacable. Tenía que llegar antes.
𝟑:𝟑𝟐 𝐩𝐦 - 𝐁𝐞𝐫𝐥𝐢𝐧
10 - 9 - 8 -
7 - 6 - 5 -
4 - 3 - 2 -
-¡Bang!-
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sonido del disparo de un francotirador fue preciso y mortal. La bala encontró su objetivo, Alexander Jones, sin desviarse. Recogí la evidencia y guardé la AI AXMC, desvaneciéndome del lugar sin dejar rastro.
Sin embargo, ese disparo marcó el comienzo de una guerra personal. Tome las precauciones al moverme en la ciudad de Berlín, para abordar el autobús. En mi apartamento, la tensión era palpable. Avancé con cuidado, mi CZ 75 en mano, listo para disparar. Registré cada habitación, cada rincón, asegurándome de que no hubiera otro asesino además de mí. Me senté en la cama, observando la luz que se filtraba por la pequeña ventana.
Respiré hondo y, de repente, me levanté de un salto, dirigiéndome al armario. Metí en una mochila un pasaporte rojo, una nueva identificación con un nombre antiguo que me había negado a usar, dinero en efectivo y un par de armas. El miedo no existía, solo la adrenalina bombeando por mis venas.
Mi huida del edificio se vio interrumpida por el sonido de otro disparo al fondo. Me escabullí por los pasillos solitarios que estaban conectados al apartamento 21 y por el reflejo de un ventanal tan limpio como un espejo visualicé a dos hombres, en especial la figura de un" lobo" tratandodecazarme. Una sonrisa interna se dibujó en mi rostro mientras seguía mi camino. Me había convertido en presa, dejando atrás mi posición de cazadora.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La paradoja de que incluso los asesinos enfrentan un fin se hizo evidente, y mi reloj comenzó a contar hacia atrás como una bomba de tiempo. El tiempo apremiaba, y sabía que debía escapar antes de que fuera demasiado tarde, por lo que robe el deportivo con el que habían llegado.
𝐅𝐫𝐢𝐞𝐝𝐫𝐢𝐜𝐡𝐬𝐡𝐚𝐠𝐞𝐧 𝟒:𝟓𝟓 𝐩𝐦
Mientras caminaba por las vías del tren de carga, bajo el abrasador sol, recordaba la decisión de aceptar el trabajo. No era una persona que se arrepintiera de sus elecciones. La lógica sugería que debería dirigirme a una de las zonas cero de Alemania, pero mi instinto, afilado por años de supervivencia, me impulsaba en otra dirección.
A medida que avanzaba, sabía que la zona cero, teóricamente un lugar seguro según las leyes de la organización, no me garantizaba nada cuando se trataba de dinero, poder y venganza. La lucha por la supervivencia se volvía más intensa a cada paso que daba.
