CAPÍTULO IV

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IV - MIEDO (NO TAN) IRRACIONAL

Hay veces que sabes con certeza que has tomado una buena decisión. Otras veces simplemente esperas haberla tomado.

Estoy en el tren rojo, camino a Mariwuail y esos son los pensamientos que rondan por mi mente. Es una de estas veces en las que no tengo por sentado haber tomado la decisión correcta, pero trato pensar que sí. Procuro tener toda la esperanza que puedo tener en un momento como este.

Me quedan aún unas tres horas y media de viaje y ya está anocheciendo, así que lo más sensato que puedo hacer es ponerme cómoda y echar una cabezadita. Estas semanas he hecho de todo menos dormir. De hecho, creo que muchas veces he dormido más en un día que lo que he dormido estas semanas. Aunque la verdad dudo poder dormir ni una mísera hora, ya que (sin exagerar) estoy temblando de pies a cabeza. No puedo ni siquiera respirar como una persona normal y este vagón siento que se me queda pequeño. Diría que no le tengo miedo a los espacios reducidos, pero estaría mintiendo, ya que desde que tengo uso de razón tengo una claustrofobia horrible. Aunque no me puedo quejar, este tren está mejor de lo que esperaba. Yo estoy en un cubículo de 6 asientos bastante cómodos, unos delante de otros, aunque estoy sola aquí dentro. O al menos lo estaba hace cinco segundos porque inesperadamente se abre la puerta corrediza y un chico de al menos 1'80 de alto entra en él.

Tiene el pelo rubio y corto, está algo musculado y sus ojos azules me hipnotizan al instante. Debo admitir que es muy muy guapo. Cualquier persona con dos ojos funcionales en la cara se daría cuenta de ello. En cuanto ha entrado en el vagón me he puesto aún más nerviosa de lo que estaba y no por los nervios, sino porque en cuanto pone un paso dentro, sus ojazos se posan en los míos. En ellos noto el miedo y es entonces cuando me percato de que está en el tren camino a Mariwuail. Esa expresión la conozco a la perfección, básicamente, porque es la que yo tenía cuando oí que me mandaban a la escuela de peleas y es la que sigo teniendo cuando voy en dirección a ella.
Creo que los demás pasajeros que he podido observar son bastante mayores que nosotros, por eso deduzco que somos los únicos que van a la escuela.

Mi gran bocaza no puede quedarse cerrada, así que antes de que pueda hablar él, lo hago yo.

-¿También vas a la escuela de peleas? -Por cómo abrió la boca antes de que yo hablara me doy cuenta de que iba a decir algo, así que avergonzada intento arreglarlo- Perdón, no puedo quedarme callada, puedes sentarte. Como ves no es que tenga mucha compañía -digo en un intento de ser graciosa, aunque me doy cuenta de que más bien he dado pena.

Aun así, oigo una pequeña risilla suave por parte del chico que se ha sentado en el asiento de delante de mí, más cercano a la puerta. Yo, en cambio, estoy en el que está contra la ventana. Me encantan las vistas y quiero aprovecharlas porque no creo que pueda ir en tren muchas más veces en mi vida.

-Sí, voy a la escuela de Mariwuail -me dice respondiendo a mi pregunta anterior.

Fijándome en como mueve la pierna arriba y abajo, me doy cuenta de que está tan nervioso como yo.

-Bueno, realmente no necesito ir allí para ganar dinero, pero me han obligado. Intentaré no morir en el intento - Dice bromeando para sacar tema de conversación. Y sorprendentemente lo consigue, porque aunque yo suelo ser muy cerrada y no me gustan las personas y mucho menos conocerlas, él me ha transmitido confianza y consigo soltarme un poco.

-Soy Vikkilia aunque al ser un poco extraño el nombre todo el mundo lo acorta y me llama Viki, encantada. -le digo con una pequeña sonrisa.

-Umm... Vikkilia... me gusta. ¿Qué significa?

-En realidad Vikkilia no significa nada. En principio me iban a llamar Vicki, pero la razón por la que acabaron llamándome Vikkilia aún es un misterio para todo el mundo. Vicki significa "victoria" aunque mis padres prefieren escribirlo sin c porque siempre les ha gustado ser diferentes y destacar un poco frente al resto...

Cuando caiga el último pétalo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora