En la mañana cuando Daishinkan se levantó lo primero que hizo fue dirigirse hacia la cocina para tomar el café. Aún estaba en pijamas y así encontró a Lis con camiseta ancha y shorts cortos como para dormir. No le dió mayor relevancia ya que aún era muy temprano.
-Buenos días -le dijo Dai al sentarse en uno de los bancos altos de la encimera.
-Buenos días -respondió Lis sirviendo la taza de café delante de él.
-¿No piensa tomar usted? -le preguntó Dai levantando su taza para indicar que se refería al café.
-No me gusta el café -contestó ella- En ninguna de sus presentaciones. Ni cortado, ni con leche o crema, ni frío o caliente. Odio su sabor -añadió a su respuesta.
-Pocas son las personas que he conocido que les desagrada su sabor -dijo Daishinkan al llevar la taza a sus labios- Se dice de ellas que son personas aburridas.
-A mi no me parece eso de depender de la cafeína a diario -comentó Lis- Las personas hasta parecen que les da felicidad, porque cuando no toman por la mañana, son unos amargados con dolor de cabeza el resto del día.
-La mayoría -fue lo único que añadió Dai a ese comentario.
El trabajo se le hacía ligero. El señor Dai era una persona muy ordenada, por lo que no daba mucho por hacer. Solo era mantener las cosas limpias libres de polvo y atenderlo en lo que le pedía. Para Dai, Lis era como un fantasma, ni la sentía y a penas la veía cuando salía de su estudio, donde se la pasaba gran parte de la mañana. Su presencia era ligera, o talvez no quería molestarlo.
Lis estaba en el cuarto de lavado. No había pensando en lo siguiente, y es que se le hacía un poco extraño lavar ropa de hombre. Nunca lo había hecho, esa era la cuestión. Solo la de ella ya que difícilmente hacía esas cosas eran algo íntimas de cada persona. Y vaya que ese hombre solo usaba trajes formales en su día a día. Sus prendas eran elegantes y casuales. Se dobló para sacar una camisa del cesto, cuando se puso de pie la silueta de Daishinkan en la puerta le causó un leve susto. No lo sintió llegar.
-Disculpe por espantarla -le dijo Dai- Solo quería informarle que recibiré una visita en una hora y espero esté al pendiente de atenderle como es debido -le informó.
-Entiendo -le respondió y vió como Dai se perdía por el corredor.
Lis sabía que habría visitas. De una mujer para ser exacta. Claro, lo supo al escuchar sin querer una parte de la llamada de Daishinkan. Estaba a punto de meter la camisa de Dai en la lavadora cuando sintió que algo cayó del bolsillo de esta. Lo levantó dándose cuenta de lo que decía. Ignorarlo hubiera sido muy fácil, pero lo que allí decía no dejaba indiferente a nadie. Solo colocó ese papel sobre un estante para más tarde cuando la camisa estuviera seca volver a ponerlo en su lugar. Los asuntos de su señor no le importaban en lo absoluto.
Unos minutos después el timbre de la puerta sonó. La visita fue más próxima de lo que esperaba Daishinkan. Era tarea de Lis recibir a las visitas e informarle luego, pero como Dai estaba a unos pasos de esta, prefirió hacerlo él. Además porque esperaba de buen ánimo a esa persona.
-Buenos días, querido padre -le saludó de buen ánimo su hija.
-Buenos días, Vados -le sonrió ampliamente.
Hizo pasar a Vados, una de sus hijas. Fueron directo a la sala donde se sentaron.
-¿Dónde está tu prometido? -le preguntó Daishinkan a su hija- Debería estar aquí contigo.
-Le pedí que encargara ciertas cosas para la boda. No me quedaré mucho aquí, solo pasaba para buscar las llaves -le dijo Vados.
-Entiendo -contestó Dai. Pensaba invitarlos a que se quedaran a almorzar, pero comprendo que estos días estarán muy atareados con su boda -le dijo Dai en un tono tranquilo.
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Luna de Media Noche
FanfictionÉl necesitaba de sus servicios, pero un evento lo llevará a requerir de ella otro tipo de servicios un tanto peculiares.