La Rebelión

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La guerra fue tan larga como la historia que hubo antes de la guerra, bueno, "larga" según nuestros parámetros, tampoco hay forma de saber cuánto duró la extensa guerra en una era donde no existía el tiempo, a veces un tiempo se hacía largo e inacabable, otras veces breve, sin duda la guerra para algunos espíritus fue más larga que para otros, cada uno la vivió con su propia duración interna y subjetiva. Las razones de la rebelión se hicieron cada vez más claras, Dios ya no era más que un opresor. Aquello ya no era un mero coloquio entre seres inteligentes, lo que antes eran simples palabras entre seres que buscaban la verdad, ahora se habían convertido en armas afiladas utilizadas para reemplazar a Dios en su preponderancia como castigo por su crueles demandas. El número de los que se arrodillaban crecía, a su vez, el número de los rebeldes que buscaban la libertad ante la opresión genocida de Dios también.
¿Por qué someterse a un Dios que imponía normas contrarias a la dignidad de los ángeles?
Bajo Dios había mandamientos y prohibiciones, enseñaba un camino de renuncia, sacrificio, y ascetismo intelectual. Entre los muchos ángeles, "Libertad" es la palabra que más repitieron, y en ese entonces, "Libertad" era sinónimo de "Lucifer".

"Teníamos cadenas y no nos habíamos dado cuenta", dijo Azazel.

Dios no quería que ellos se convirtieran en dioses, quería reservarse el carácter divino para sí mismo. El bando de los obedientes a Dios luchaba con denuedo, los espíritus donde reinaba la fidelidad ofrecían sacrificios espirituales, otros se dedicaban a orar, otros investigaban la teología, la filosofía y la lógica para poder proponer razones nuevas y mejores. Gracias a la lucha, uno a uno se fueron humillando ante dios, el número de los seguidores de Lucifer se estaba reduciendo, por lo que usó todo su poder de conocimiento y sabiduría, movilizó a los que lo apoyaban, y comenzó a organizar una ofensiva. Le rodeaban grupúsculos de seres sin importancia que quisieron hacerse un nombre, Lucifer rebelde no solo los apoyó, sino que los inspiró a buscar la libertad de la que Dios los estaba privando con el fin de someterlos a la esclavitud y el seguimiento de ordenes crueles con móviles genocidas. Lucifer movilizó la rebelión más furiosa, pero aún así tenía sentimientos encontrados, es su padre de quien estamos hablando, su creador, quien lo nombró El Portador De Luz, La Estrella de la Mañana, Luzbel, Lucifer, el ser más perfecto, el hijo preferido. Luchar contra aquél quien le dio todo no era nada fácil, pero a este punto, la guerra ya había comenzado, y era más importante la libertad, la verdad, y la defensa de la dignidad angelical.

Como eran tantos, cada pequeño porcentaje significaba millones de glorias que cuando menos, se aproximaban a sus posiciones. Luzbel miró a lo lejos, como un príncipe que mira desde su trono con la glacial mirada del que mantiene la sangre fría ante cualquier evento. Los rebeldes fueron reducidos a una quinta parte de los ángeles.
Con el fin de captar la atención de más ángeles, Dios dijo:

"Es necesario que sepáis una cosa más, algo que os voy a manifestar para consumaros en la esperanza de mis promesas, para forjaros más profundamente en la fe. Dios hecho hombre nacerá de una mujer, a esa mujer la crearé con gracia sobre toda gracia. Sus virtudes, amor, y heroísmo en mis servicios serán tales que a ella la haré reina de los ángeles."
Lucifer había sido grandioso por su naturaleza, esa mujer lo iba a hacer en lo sobrenatural. De ella iba a nacer el segundo ser de la santísima trinidad cuando se encarnase. El plan era de tal naturaleza que jamás podría haberlo pensado nadie entre las jerarquías.

Acto seguido, los ángeles mismos veneraron a la virgen María, madre de Dios y reina de los ángeles, la veneraron ya entonces, antes de que naciera. No había nacido ni un hombre todavía, no había ni un átomo en el universo, y ellos ya se postraron ante ella.
Remiel dijo: "Si Dios antes nos impuso un despropósito, ahora colma la medida, ¿Qué será lo siguiente?, hoy pide esto, mañana puede pedir que adoremos a un ciego, pasado mañana a un ignorante, esto no puede seguir así", y los rebeldes se reunieron en un concilio, y de ahí salió la decisión definitiva de separarse; encontraron culpable a Dios. Sus posturas se dividieron entre los que defendían que Dios nunca había sido Dios, y los que postulaban no la negación de su existencia, sino que ya no era Dios. La decisión era definitiva, intentarían convencer a más glorias para que se unieran a la sedición, y lo lograron. La desarmonía se extendió por todas las jerarquías, fueron numerosas las bajas entre los rebeldes, y entre los ángeles fieles a Dios hubo uno que se destacó, no era un ángel superior, pero mantuvo viva la llama de la fidelidad cuando parecía que la mitad de los ángeles iban a revelarse, estamos hablando de Miguel, el guerrero. Derribó a no pocos de los que se oponían a la privación de la libertad, incluso los que combatían con Lucifer reconocían que ningún arma podía penetrar su coraza. Desde el trono divino había sido enviado un Arcángel llamado Gabriel, y ante todo por curiosidad, Lucifer escuchó a este enviado, quien le dijo con serenidad: "Vengo para hablar de justicia. No confundas la paciencia de Dios con debilidad, él te concede tiempo, pero su fallo no admite recurso". Lucifer miró con una expresión de odio y el añadido de una pequeña sonrisa a este enviado, y concluyó:

"Yo también soy un Dios".

Gabriel le miró compasivamente, y tras un instante de reflexión, suspiró y dijo:

"Muy bien, entonces veremos qué prevalece, la fuerza de un Dios, o la de Dios".

Dicho esto, Gabriel se retiró del campo de batalla sin esperar respuesta. Lucifer se cargaba de cada vez más rabia, e incrementaba aún más cada vez que algún ángel venía con el recuerdo de su santidad primera, aquella que llegó a alcanzar tras la creación. Sí, alguna vez fue santo, pero ahora sabiendo lo que significó, Luzbel no volvería a elegir ser un reo angelical. Para resistir el poder de atracción que La Esfera desplegaba, Lucifer había tenido que ejercer una fuerza equivalente pero en sentido contrario, las invitaciones de Dios que internamente sentía el portador de luz, solo habían podido ser contrarrestadas alimentando conscientemente la fuerza de la aversión, de lo contrario, habría regresado arrastrándose y pidiendo perdón. Este mismo método de la aversión fue utilizado por la mayoría de los rebeldes; "Si hay un culpable, es Dios", dijo Araziel.

Si querían vencer, habría que imponer disciplina, había que ofrecer una sensación de fuerza, no de debilidad. Se tomaron decisiones que imponían más orden en las filas de la rebeldía. Había nacido un nuevo orden en los cielos, nuevas jerarquías nacieron, los niveles no se basaban solo en la inteligencia, la dureza pasaba a ser un elemento a tener en cuenta. Espíritus disciplinados con sed de libertad fueron elevados sobre otros muchos. La sociedad de los rebeldes desplegó magníficas demostraciones de fuerza que enardecieron a los ángeles caídos. Los ángeles, además de conocimiento, tenían poder. Los más fieles juraron seguir por toda la eternidad al portador de luz. El ejército de las tinieblas fue cada vez más poderoso, firme y disciplinado. Los rebeldes más poderosos se organizaron para atacar en grupo el orden pacífico de los ángeles. La estrella de la mañana estaba en su momento de máximo poder. Ante los ojos de miles de millones de ángeles, él era Dios, el Dios de la fuerza, el dios de la razón frente a una divinidad silenciosa que imponía una doctrina de crueldad, privación y esclavitud. Lucifer había propuesto una alternativa, un nuevo reino, un orden nuevo, una nueva doctrina con las prodigiosas mentes que le habían acompañado.

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