La Creación

26 5 0
                                    

En el ojo del ciclón solo había quietud y silencio hasta que surgió el primer rayo entre la obscuridad del primer universo, y su voz fue el primer trueno que resonó hasta lo más profundo del abismo. Aquél rayo, tenía nombre, Lucifer. Fue la primera luz que rompió la obscuridad de aquél tiempo, y fue entonces, el primer relámpago, el portador de la luz, la primera chispa de consciencia. En el principio de los tiempos, él era una criatura celestial noble y justa, un siervo hijo de Dios, el primogénito, la mano derecha de La Esfera, el ángel más bello y poderoso, él era la obra maestra de su creador. Lucifer sondeaba los abismos del conocimiento de Dios como ningún otro ángel. Fue la primera estrella que se lució en la primera noche de la creación, siendo así apodado como "La estrella de la mañana". Él disfrutaba explicar acerca de su existencia, era placentero escucharle porque era un ser bondadoso que adoraba a dios y poseía sentimientos positivos que a menudo compartiría, además de un deseo de esparcir el bien. Entre los ángeles habían jerarquías, y Lucifer provenía de la más alta jerarquía de los que ofrecían el sacrificio de alabanza. Su bondad y su autoridad eran merecidos al ser honrado, la omnipotencia de Dios se reflejaba en él.

"Inferior solo a Dios".

Había algo que los demás ángeles no sabían, y era que Lucifer tenía conversaciones con su padre a solas. Dios le advertía que no se dejara llevar por pensamientos mundanos, no es que pensara en pecados, pero se dispersaba, sus propios proyectos intelectuales le quitaban y la comunicación con otros ángeles ocupó más tiempo del que debería haber ocupado con su creador, pero no se equivoquen, no había cometido ni siquiera un pecado, pero sin darse cuenta su psicología estaba cambiando. En Lucifer hubo propósitos y recaídas en la tibieza, momentos en los que se dijo con todas sus fuerzas, "Debo amar más al que todo me lo ha dado", Seguidos de cada vez más largos periodos, en los que consideraba que sus proyectos eran tan importantes que debía sacrificar (muy a su pesar) esos propósitos. Su padre lo observaba en silencio, hasta encontrarse con dos posibilidades: Ofrecerle una prueba divina a pesar de las ocultas debilidades internas de Lucifer, o quitarle su poder, a pesar de no haberle sido nunca infiel. Dios optó por seguir adelante con la prueba, era la decisión más sabia.

Lucifer, en medio de uno de sus proyectos, navegando en su poder de conocimiento y su sabiduría en cuanto a la teología, descubrió algo acerca de una nueva creación de Dios. Pudo ver y sentir cosas que solo él podría entender hasta este punto, ya que no había ángel que entendiera este poder divino y lo que conllevaba poseerlo. Lucifer entonces sintió muerte, caos, guerra, insolencia, e ignorancia... ¿Por qué una creación del ser más poderoso y benigno tendría tal naturaleza? Era difícil de entender, no podía ser posible, por primera vez, Lucifer consideraría estar equivocado, no hay forma de que tal hecho sea verídico, Dios jamás crearía la destrucción para luego ordenarle a los ángeles adorarla, iba en contra de los principios angelicales.

Llegó el momento de la revelación, se hizo silencio en los cielos, el firmamento cayó, y Dios habló de un modo solemne revelando que un día crearía un universo material, y a la humanidad.

-Por toda la eternidad me habéis adorado como Dios, pero ahora les ordeno algo más difícil, adorarme como hombre-

Se les reveló cómo era ser humanos en líneas generales y con detalles, Dios hecho hombre iba a comer, a beber, a dormir, a ser amamantado como la cría de un mamífero, y si se lastimara entonces sangraría. El silencio del cielo continuó, lo más sublime era entonces reducido a una masa de carne sanguinolenta luchando por respirar. Muchos ángeles desconfiaron y cuestionaron a Dios, de hecho, para Samael dichas palabras eran dagas afiladas, no entendía cómo un simple mortal conseguiría algo que ni siquiera él poseía, además, se consideraba un ser superior, por lo que adorar a un ser inferior era impensable, por lo tanto exclamó -¡Que mejor me alabe él a mí!-.
El arcángel Miguel le dijo que debería seguir los designios de Dios, ya que era el único ser poderoso capaz de terminar con la misma creación, y no tendría misericordia al extinguir todo, y Samael le respondió -Buscaré una estrella en el cielo, y la haré mi trono-.

Algunos ángeles miraron a Lucifer, su mirada era una pregunta llena de ansiedad.
-¿Por qué no te arrodillas?-, el silencio y la mirada fija del príncipe provocó una inquietud en muchos, más y más ángeles sorprendidos miraron la estrella de la mañana, ¿Cómo podría no arrodillarse?, la inmovilidad de Lucifer era enigmática como un pozo sin fondo, sus labios clausurados por el silencio, sus facciones pétreas. El príncipe mostraba un rostro carente de expresión alguna, una esfinge seria que entrecerraba los ojos. Lentamente abrió los labios y exclamó

-No-.

Pronunció esta palabra de forma seria y rotunda sin enfado alguno, lo pronunció como un rey desde su trono, si los ángeles tuvieran pulso, el de Luzbel no se habría acelerado ni un poco, los ángeles no podían creer lo que habían escuchado, algo había pasado, debía haber alguna explicación, Lucifer, el teólogo, el sabio, miró a los ángeles y pronunció;

-¿No se dan cuenta de que esto no puede ser posible? Dios no puede pedir un sinsentido, no son ustedes los que se deben violentar para aceptar lo inaceptable, es Dios quien ha hecho algo incorrecto-.

Ante el discurso rebelde de Lucifer, la masa de oyentes había quedado atónita, y entonces, en mitad del estupor que recorrió todo el cielo ante ese primer discurso, se escuchó su rotunda afirmación como un puñetazo en la mesa, fue como un grito que despertó a todos, su exclamación tenía más lógica que la orden recién planteada por el que todo lo sabe. Entonces Miguel, se le plantó justo enfrente de la cara, y le dijo -Eres un soberbio-.

Estando Lucifer en la cima del trono, nadie se habría atrevido a hacer eso, pero las palabras de Miguel poseían tal convicción que hirieron profundamente a Lucifer, quien le dio la espalda a su hermano y se fue.
Lloró por un breve período, en el que reflexionó sobre lo que había sucedido, -Tenía razón- se dijo a sí mismo. Dios crearía el caos y le pedía a los ángeles no solo que lo acepten sino que también lo adoren. La llamada "humanidad" poseía una fuerte y poderosa energía negativa, tan poderosa como para destruir la existencia de los mismos ángeles, -Supe la verdad, y he subestimado mi poder- se repetía a sí mismo. Lucifer debía hacer algo, él adoraba a su padre, pero el plan de Dios era demasiado cruel. Permitirle a Dios llevar a cabo este plan era condenar a los cielos y a todos los espíritus que lo habitaban.

Entonces Lucifer regresó. Algunos le miraron con admiración en cuanto apareció, y aunque voces sueltas se pusieron ante él, solo siguió su razonamiento. Hablaba como un maestro, tenía seguridad en su voz, ofrecía argumentaciones, aunque detrás, había resentimiento, pero no hubo revelación alguna de esa secreta amargura. De inmediato multitudes decidieron dejar de escuchar al rebelde, le dieron la espalda a Lucifer y miraron la revelación del hombre, reconociéndolo como futuro rey. Seguían arrodillándose más ángeles, pero a un ritmo mucho menor. Eran tantos trillones de espíritus que a ese ritmo tardarían siglos en arrodillarse todos, pero era como si ese eco de Lucifer hubiese hecho que todos pensaran más las cosas. Entonces Dios habló, y marcó los aciertos y desaciertos de todos los espíritus presentes, les habló ante todo de eso, del bien y el mal, pero también de la justicia, de la verdad, de lo correcto y lo incorrecto, de lo que es perfecto y lo que no, de la esperanza de los gozos del cielo, les explicó lo que era la vida de los espíritus, pero también de la muerte interior de los espíritus, aunque estos fuesen mantenidos en el ser. Daba la sensación de que iba a iniciarse una larga discusión entre los más sabios de las glorias, con todo el mundo angélico de espectador. El misterio de la encarnación no era todo, Lucifer más tarde revelaría la historia que corrompería a los hombres, esos seres finitos, ingratos, iban a revelarse, aquellos no eran humanos, eran fieras.

De pronto el mundo de la lógica se había hundido; "¿Se suponía que teníamos que adorar a un dios crucificado, nosotros, seres gloriosos, debíamos arrodillarnos ante aquel cuerpo ensangrentado, doliente hasta el límite?", dijo Semyazza. Ya era desconcertante de por sí alabar el sacrificio de un hermano, un hijo de Yahvé, la visión de una crucifixión fue apabullante. Más y más ángeles dijeron "Tiene razón Lucifer". Dios no podría pedir algo contrario a la lógica. En cualquier caso, el puñal había sido clavado en muchas mentes, si Dios pide algo incorrecto, entonces ya no es Dios. Las razones de Lucifer quedaron grabadas en las inteligencias de los ángeles. Numerosos ángeles salieron en defensa de la obediencia a Dios, pero el discurso de Lucifer era duro como el hierro, y afilado como una espada. Conforme sus razonamientos avanzaban, varios se dieron cuenta de lo venenosas que eran las peticiones del padre y protestaron con toda la energía de su propia dignidad.
Cuestionaron la esclavitud a la que Dios los ha sometido durante toda una eternidad, y ahora, Lucifer y sus rebeldes exigirían aquella libertad que se les fue arrebatada desde el inicio de los tiempos.

La guerra había comenzado.

El Portador De LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora