Capítulo 2

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Capítulo 2

Carla y yo, en la clase de lengua, nos sentamos juntas, pero, el profesor Crinno nos odiaba, bah... mejor dicho, nos odia, sí, como lo digo. Entonces nos vio charlando y nos separó. Le pedí por favor que no, pero no había forma...

Llegué ese día a casa y me recosté en la cama, la verdad había tenido un día fatal. Cuándo fui a cambiar de posición me encontré con un sobre, que decía ''Por favor, léela'', yo acudí a ver si estaba escrito el nombre del remitente, pero no, sólo decía que la lea.

No sabía sí abrir la carta o no. La abrí.  

La carta decía:

''No quiero asustarla, señorita Richen, sólo quiero ayudarla.

Tenga cuidado.

                                                         Portecol 1536. ''

Eso fue todo. No entendía mucho, en realidad, no entendía nada. No entendía esa dirección que colocaba al final. ¿Con qué objetivo?

Tomé el bolso que estaba en la cama, bajé las escaleras, y le dejé una nota a mi mamá.

Me subí al auto, por cierto, hacía unos días que ya había sacado el carnet, y fui a ese lugar.

Estaba muy desierto y  muy abandonado. Salí del auto, pero no había nadie. Sólo casas, muy destruidas...

Estaba muy asustada. No sabía hacia dónde ir.

Miré la numeración que tenía en la carta y me dediqué a buscar ese lugar.

Portecol 1536 - dije susurrando-. ¡Aquí es! – miraba la puerta de la casa.

La verdad era una casa muy vieja y de dos plantas. Miré arriba y había ventanas abiertas.

Respiré profundo y toque el timbre.

-¿Sí? – dijo una mujer amargada.

-Hola, buenas tardes - dije medio nerviosa-. Venía porque recibí esta carta con esta dirección.

La mujer abrió grandes los ojos y me cerró la puerta en la cara.

Me fui y subí al auto, y me quedé pensando.

Ya estaba todo hecho. Arranqué y me fui.

Llegué a casa. Ya estaba mamá y papá preparando la cena.

-Hola.

-Emilia, nos debiste haber avisado- dijo mi madre medio enojada.

-Pero, si dejé una nota - dije en mi defensa.

-Está bien, pero ya no hagas eso.

-Bueno mamá- dije poniendo los ojos en blanco-. ¿Qué vamos a comer?

-Lomos - dijo papá lamiéndose los labios.

Terminamos de comer y me fui a mi cuarto.

No podía dejar de leer y analizar la carta.

Tomé el teléfono y llamé a Carla.

-Hola Carla, necesito hablar contigo.

-Sí, Emilia. ¿Qué ha sucedido?

-¿Te puedes juntar ahora en el café que está en frente de la catedral?

-En veinte minutos estoy allá.

Bajé por las escaleras.

-Mamá y papá me voy, en una hora vuelvo, me juntaré con Carla - estaba yéndome.

-No vuelvas tarde - dijo mamá gritando.

-Sí ya sé - dije cerrando la puerta.

Subí al auto, lo encendí y a las tres cuadras el auto se paró. Miré el tanque de nafta, ¡NO TENÍA! No me podían pasar tantas en un día...

Fui a un resto-bar y pedí ayuda.

Un chico vino a ayudarme. Era bastante lindo, su pelo era castaño claro, con unos ojos verdes, como unos faroles.

Lo llevamos empujando hasta la gasolinera, que quedaba a tres cuadras, por suerte, y le cargué nafta.

-¿Cómo te llamas? – dijo con media sonrisa en su rostro.

-Emilia, Emilia Richen, ¿y tú? – dije mientras me sacaba el cabello de mi cara.

- Hilario – hizo una sonrisa hacia un costado, que me enamoró-. Silone.

-Un placer Hilario- dije con vergüenza.

-¿Te dijeron alguna vez, que eres muy hermosa?

Sentí que me sonrojé, y que él se dio cuenta. Y era tan herm... ¡basta recién lo conocía! y ¿ya me decía cosas lindas?

-Gracias – dije tímidamente con una vergüenza increíble.

Hubo un silencio, tan grande, que me sentí incómoda.

-Bueno, gracias Hilario. Me tengo que ir, me veré con mi mejor amiga.

- Adiós bella.

Me di media vuelta y respiré hondo.

-Espera – me tomó del brazo –. No te vayas. Antes quería decirte, ¿quieres salir conmigo? – me miraba fijamente a los ojos.

Me quedé sonriendo, también mirándolo a los ojos.

-Claro  –  lo dije parpadeando lentamente-. Cuando quieras  –  sonreí nuevamente. Ahora... ¿por qué dije eso?

 -Ahora sí, me voy.

- No es que te moleste, pero ¿no me darás tu número, para que pueda llamarte?

- Ah, sí claro  –  Realmente me sentí una tonta. Era verdad que no me había dado cuenta.

Le di mi número y me marché.

Busqué el teléfono en mi bolso y llamé a Carla.

-Sí, Carla. Estoy yendo para allá.

-Emilia, ¿qué ha pasado? – dijo preocupada -. Llevo más de media hora esperándote.

-Se me quedó sin nafta el auto, y tuve que pedir ayuda. Por cierto un chico muy lindo me ayudó. – Largué una risita-. Ahora te contaré todo cuando llegue.

-Más vale.- Cortó y yo guardé el móvil.

Cuando llegué me baje del coche y me dirigí al Café. Llegué a la mesa dónde estaba Carla. Me senté.

-Carla, al fin te encontré – dije agitada.

-Y... aquí estoy – dijo haciéndose la graciosa -. Bueno empieza, ¡dale, ya!

- Okay. Resulta qué se me quedó el coche sin nafta, entonces entré a un Resto-Bar y pedí que me ayudaran. Un muchacho precioso, a decir verdad, se ofreció y me ayudó y todo eso. Luego coqueteó y me invitó a salir.

Las dos nos tapamos la boca para no gritar.

-Bueno, pero aparte de eso, necesitaba contarte algo extraño que me pasó.

-Vamos, empieza, que me das mucha intriga – dijo casi gritando.

-Baja la voz – dije poniendo el dedo índice sobre mi boca – te contaré, pero, promete no contar nada.

-Prometido.

-Hoy cuando llegué a casa, o sea, después de la escuela, me recosté en la cama y había un sobre con una carta. Mira, aquí está. Léela.

Carla tomó la carta y la leyó. Cada vez abría más los ojos.

-No, no Emilia. ¿Puedes explicarme algo?

-Yo estoy igual de sorprendida que tú – dije sacudiendo la cabeza de lado a lado y mordiéndome en labio.

-¡Esto es raro!

-Lo creo.

Noches EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora