Capítulo 4

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Capítulo 4

 Ya estábamos en el lugar y nos trajeron la carta.

Yo elegí unos fideos con salsa boloñesa, y él, bueno, él, lo mismo que yo...

-Estás muy linda – me dijo. Me sonrojé.

No dije nada, solo sonreí.

-Y esa sonrisa, también, es hermosa.

Por un momento pensé: Va muy rápido. Pero por otro lado sabía que me encantaba eso.

-Gracias – dije sacando un mechón de pelo de mi cara -. Está tardando la comida. ¿No? – dije cambiando de tema.

-¿Emilia? No te pongas nerviosa – largó una risita -. El mozo hace cinco minutos que se ha ido.

Volví a reír.

-Claro – era una boba. ¡No! Más que eso. ¿Por qué hacía eso, si él me encantaba? -.Perdona.

-Cómo no perdonar a una mujer tan linda – acercó su silla más hacia la mesa. Estábamos enfrentados.

Llegó el mozo con la comida.

-Gracias – dije

El mozo se largó.

Terminamos de comer e Hilario me tomó la mano.

-Emilia – dijo subiendo la mirada hacia mí -. No quiero que pienses que voy rápido.

Quise hablar pero me interrumpió: - Ya te lo he dicho, pero, eres preciosa y quiero conocerte más.

No sabía bien a que se refería.

-¿Qué significa eso? – dije mirando directamente a sus ojos.

-Significa qué... - me mostró su hermosa sonrisa, con esos dientes perfectos y resplandecientes-. Quiero mostrarte que puedo hacerte feliz.

''Ya lo haces''- pensé por mi interior -. Hilario, a mí tambi.... – me interrumpió y agregó: - Me gustas demasiado para ser tan poco lo que conozco de ti.

Me quedé en silencio y bajé la mirada.

Después de un tiempo, Hilario pidió la cuenta.

Fuimos hasta el auto y me llevó a casa.

Cuando llegamos me agarró de la pera, tan suave que se me calentó la sangre.

-No te dejaré ir – dijo, mientras acercaba su boca a la mía-. No lo haré nunca – dijo susurrando y con los ojos cerrados por darme un beso.

-Hilario – también estaba susurrando y con mis ojos cerrados. Nuestros labios se rozaban-. No sé si lo que hacemos está bien – seguía con mi susurro.

No dijo nada y me besó.

Sentía la textura de sus labios. El calor que sentía en ellos era incomparable.

Su mano acariciaba de a poco mi cuello. Llevaba su mano hacia la parte de mi nuca. Yo posaba mi mano sobre su mejilla.

Tomé conciencia y me lo saqué de encima.

-Perdona – estaba muy arrepentida de haber hecho eso -. Eres... eres encantador y me encantas – nuestras cabezas estaban pegadas por la frente -. Está mi madre esperándome.

-Claro, perdona tú. Nos vemos. Te llamaré. Recuérdalo.

-Sí. Hasta luego – bajé del auto y abrí la puerta.

Mamá bajó para ver si era yo.

-Hola – dijo medio dormida

-Hola ma. Iré a dormir.

-Buenas noches.

Ya estaba en mi habitación. Me dejé caer a mi cama y me puse la almohada en mi rostro.

Estaba muy feliz. Gritaba con la almohada en la boca para que nadie me oyera.

No podía creerlo. Era guapísimo. Me encantaba.

Intenté dormir pensando en él para soñarlo, sí, muy ridículo...

Me dormí.

Me levanté a las siete y media de la mañana. Mamá me estaba esperando con el desayuno.

-Hola Emilia – sabía que me iba a interrogar como si ella fuera el FBI-. ¿Me contarás?

-Mamá, en serio, es mi vida privada – ya me estaba pareciendo un poco pesada. Era mi madre pero a veces era cansadora.

-Bueno – hizo un gesto de disgusto-. Sabes que puedes confiar en mí – pretendía algo y no le iba a dar el gusto.

-¡Mamá! – dije alargando la palabra.

-Dime, ¿es lindo? – empezó...-. ¿Te trató bien?

- Sí mamá, es guapísimo, me trató muy bien. ¿Contenta? – dije con los ojos en blanco y desganada.

Mi mamá hizo un gesto de picardía.

-No le cuentes a papá – ahí si se completaría la locura -. Por favor.

Claro – hizo con su dedo como un cierre imaginario en su boca.

Entraba a la una y media a la escuela, entonces, aproveché porque era temprano.

Adelanté tareas y llamé a Carla.

-Carla, estoy libre ¿vamos al centro comercial? – sonó más como una indicación que como una pregunta –. No importa si no tienes plata, solo vayamos a distraernos.

-Bueno, ¿te paso a buscar o tú pasas por mí?

-Yo. Bueno, beso

-Beso.

La llamada finalizó y recogí las llaves de casa y del auto. Le dejé una nota a mamá de que no almorzaba en casa, sino que con Carla.

Iba con todas las cosas del colegio, al igual que Carla.

Pasé por ella.

Llegamos al centro comercial y dejamos todas las cosas del colegio en el auto. Queríamos olvidarnos de ella.

Cuando entramos, me quedé mirando a un chico, ese chico era igual que Hilario, ese chico era Hilario...

-Es ese – le dije a Carla en un susurro.

-¿Ese? Guau sique es bello.

Me miró y sonrió.

Carla me dio un golpecito en mi brazo con su codo.

Venía hacia mí.

Noches EternasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora