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Nanami observa desde el piso superior a Sukuna caer de rodillas, los brazos rodeando el abdomen mientras se encorva y grita de dolor, la sangre que brota del cuerpo joven no le preocupa mucho pues no es a causa de una herida o algo similar. Es la sangre de la maldición que ahora el cuerpo de Ryomen expulsa porque es incapaz de digerir.

Menos mal que se ha quedado con él toda la noche y ha logrado hacerlo llegar a su límite físico, cosa que es un gran paso cuando se trata de un humano volviéndose una maldición. Mejor dicho, una ex maldición que ahora es humana volviendo ser un ser maldito.

¿Qué tan malo podría ser? Nadie está seguro, pero por el momento deben de tenerlo alejado de la "fuente" de su poder y agotarlo lo mejor posible.

— Disculpe —la voz tras suyo lo hace salir de su ensimismamiento, gira un poco el torso y enfoca su atención en Junpei, el amigo de Itadori—, ¿él está bien?

— ¿Te preocupa?

— No, pero sé que es importante para mi amigo y, bueno, no quiero verlo triste —asiente con comprensión ante eso, lo ve andar hacia la orilla de la plataforma alta y ahora ambos observan a Sukuna, quien intenta inútilmente ponerse de pie—. He escuchado sin querer lo peligroso que fue.

— Hm, hm. Fue un horrible genocida.

— ¿Hay posibilidades que vuelva hacerlo?

— Quién sabe. Desde que ha nacido como humano ha sido criado por el director, siempre ha recibido cuidados, atención y cariño, pero muchos han crecido de esa forma y se han vuelto una verdadera pesadilla pisando la tierra —se cruza de brazos, achicando los ojos al ver a Sukuna lograr sentarse sobre los talones. Al estar sin camisa, la boca maldita está completamente a la vista y parece no estar muy contenta, pues muestra los dientes cada vez que el pelirosado acerca las manos—. Lo que ahora nos preguntamos es qué lo va a detonar.

— El gigolo de cabello blanco es mi primer sospechoso.

— Gojo es un dolor en el trasero, pero estoy seguro de que es consiente que Sukuna será una gran tormenta si recupera todas sus fuerzas y será un caos tan grande que una ciudad quedaría hecha ceniza por completo, mientas que las demás sólo se volverán el campo de diversiones de otras maldiciones —descruza los brazos, acomodando la corbata que porta—. Nos estamos adelantando demasiado, lo mejor es no pensar en aquello.

— Hm, supongo que tiene razón —Junpei se acomoda un poco el largo fleco, asegurándose de ocultar bien aquellas cicatrices de quemaduras—. ¿Por qué ha pedido que venga con usted?

— Posees energía maldita, hay que darle forma para que no estes frente del peligro sin saber qué hacer —sin pensarlo mucho coloca una mano sobre la cabellera oscura, como si de un crío se tratara—. Es claro que quieres cuidar a Itadori y eso está bien, pero para eso debes de volverte fuerte...

— Y valiente —agrega el joven volviendo su atención a Sukuna, quien gruñe como animal enjaulado mientras se endereza con visible dificultad y apoya el peso en los talones, manteniendo las piernas flexionadas. Es una imagen que delataría sumisión en cualquier otra persona, pero en aquel sujeto se ve poderosa y lasciva.

— Habrá momentos que te exigirán serlo.

— ¡Ustedes dos! —grita Sukuna— ¡Lárguense con su sermón a otro lado! —ambos pares de ojos destellan en vibrante rojo, es claro que no la está pasando bien— ¡Puta madre! —se logra poner de pie, la sangre negra que lo mancha de la mitad hacia debajo da la ilusión de que se encuentre desnudo— ¡¡Sácame ya de aquí!!

— Primero controla la energía que has consumido y entonces lo pensaré —Nanami retira su mano de Junpei, se acomoda la corbata y da un paso enfrente—. Será mejor que te reúnas con Itadori, tengo que cansar a Sukuna...de nuevo.

Devórame en la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora