Capítulo 7

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Ya se había hecho de noche otra vez y afortunadamente llegue a tomar el ultimo autobús del día antes de que finalizara su recorrido. A pesar de que  hoy fue bastante extraño, por fin podía regresar a casa y descansar de una buena vez. Aún me encontraba pensativo respecto a aquel hombre que vino después de que se fuera Fuyu del local. De solo recordarlo mi cuerpo empieza a temblar del miedo.

― ¿Así que tú eres la reina?

― ¿Disculpe?

De repente el intimidante hombre con el tatuaje del dragón se acerco al mostrador y levantando mi barbilla me observo detenidamente mientras me olía.

― ¡Pff! Apestas al engendro ese.

Escupió aquellas palabras, aunque no de manera despectiva. Parecía estar preocupado, pero al mismo tiempo era algo brusco al hablar. Me miro de arriba abajo y dándome unas palmadas en el hombro que casi me estampo contra la mesa por la fuerza, me entrego una tarjeta para luego pedir unas cuantas películas y marcharse por donde vino.

― Si llegas a tener algún problema, eres libre de llamar a ese número, ahora eres parte de nosotros y te respaldaremos.

― Espere... ¿pero de que está hablando?

― Cuídate Takemichi.

― ¿Cómo sabe mi...?

.

.

.

.

.

― Haaa... pero que día...

Tratando de no pensar mucho en lo ocurrido, toque el timbre y me baje en la parada que me correspondia.

acomodándome bien la mochila y murmurando por lo bajo comencé a caminar en dirección a casa, ya se había hecho tarde y lo único que quería era acostarme en mi suave y ahora limpia cama y dormir como un bebé. Bostezando seguí arrestando mis pies de mala gana mientras le textee un mensaje a Fuyu de que ya había salido del trabajo, mis ojos estaban rígidos así que los frote por un momento y seguí caminando.

Unos metros más adelante se debería encontrar el cartel de la otra vez que advertía sobre el pandillero buscapleitos, entonces me vinieron a la mente el flashback del increíble sueño de la otra vez. Con mi cara toda ruborizada meneé la cabeza y seguí mi camino tratando de disipar esos pensamientos, pero el mensaje de advertencia que vi en el cartel se difuminaba y no era capaz de trazar una línea entre lo que era un sueño y lo que era real.

Vamos, de alguna manera era demasiado vivido para que lo pueda llamar sueño. Si lograba confirmar que no había ninguna señal de advertencia, entonces me sentiría renovado y sin culpas. Caminé decidido y me introduje dentro del callejón justo debajo de la farola de la última vez y comencé a buscar alrededor por los carteles de los negocios cerrados alguna señal de advertencia.

Cuidado con ese AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora