II.

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Cuando el sol comenzaba a ocultarse y la brisa poco a poco se enfriaba, era la señal del duque para abandonar su despacho en el hospicio y retomar el camino a su hogar. Minho se encontraba agotado, había sido un día lleno de pendientes, pero como era de esperarse de él, había resulto cada uno de ellos, de forma completa y entregada, si Minho hacía algo, lo hacía bien.

Los colores en el cielo comenzaban a mezclarse entre el naranja que ponía fin a la tarde y el azul marino que abrazaba la llegada de la noche, el pelinegro inclinó su espalda en el carruaje que lo llevaba a su hogar todos los días, y exhalando con cansancio decidió pedirle al cochero que cambiara de destino, de vez en cuando también necesitaba de un respiro.

Llegando a su destino, agradeció el viaje y quitándose el sombrero y la gabardina se dispuso a entrar al lugar, mientras cruzaba la entrada y se desabrochaba los primeros botones del cuello para respirar mejor, visualizó a un hombre fornido que lo saludó con fervor.

-Tiempo sin verlo Duque.- dijo el cantinero mientras despejaba un asiento en la barra.

-Lo sé, lo mismo digo.- Tomó asiento sin perder ese toque elegante que lo caracterizaba y con un gesto cansado indicó.- Lo mismo de siempre, por favor.

El cantinero sonrió negando con la cabeza.- Si no deja de trabajar en exceso uno de estos días caerá muerto.- dijo mientras preparaba su bebida.

-Todos lo haremos en algún punto.- Contestó echando la cabeza para atrás.

-Mejor tarde que temprano, o mejor por algo que no sea únicamente trabajo.- Le entregó su bebida.

- ¿Y con que derecho lo dice usted, Changbin? si todos los días trabaja sin descanso atendiendo a todos los hombres que vienen a beber sus penas.- Dio un sorbo a su bebida.

-No solo vienen a beber sus penas, también hay escorias alcohólicas que vienen a reafirmar su estado natural de seres miserables.- Minho levantó una ceja en respuesta.- Pero también hay hombres que vienen a celebrar logros, hay amistades que vienen a encontrarse y otras a generarse y de alguna forma yo me entero de esas historias- Sonrió burlescamente.- Inclusive hay duques adictos al trabajo que vienen por un respiro antes de seguir siendo amas de casa.

-Tienes razón... no debería elogiar tu arduo trabajo, solamente quieres chisme.- Contestó Minho.- Entonces no tenemos punto de comparación.- sonrió ante su comentario.

- Te cobraré doble.- amenazó.

- Entonces pagaré doble.- Respondió manteniendo el tono burlesco. Lo cierto es que con los años en ese reino, habían desarrollado un tipo de relación amistosa, cada uno respetaba al otro en su ámbito laboral y como persona.

Changbin iba a replicar cuando un fuerte ruido se escuchó, unos tarros rotos se visualizaron al fondo.- ¡Hey! ¡Ustedes dos! .- las peleas en la cantina eran pan de todos los días, pero Changbin tenía una política de cero tolerancia ante ello.

En lo que el cantinero se encargaba de aquel par de hombres, el duque se dedicó a terminar su bebida y observar a la clientela que lo rodeaba. Casi siempre era la misma gente, los mismos hombres, con voces estruendosas y risas desagradables en su mayoría, pero suponía que él hacía parte de ese montón, aunque no fuera un cliente rutinario, de vez en cuando podían encontrarlo ahí.

Pero, realmente le desagradaban las peleas sin sentido, admiraba a Changbin por lidiar con eso todos los días.

-¡Es desagradable!.- escuchó a un hombre gritar del otro lado de la cantina, intentó ignorarlo, pero otros dos hombres se acercaron al lugar.

Minho veía la escena de reojo deseando que Changbin se desocupara rápido y atendiera ese asunto, pero parecía seguir ocupado con los otros hombres.

-¡Deja de cubrirlo y muéstranoslo, princesa! ¿Es igual qué tú?. - Los hombres subían el volumen de su voz y el mayor comenzaba a perder la paciencia.

Susurros al viento [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora