10

31 3 0
                                    

STEVEN

No supe nada sobre Miguel desde la noche anterior. Tampoco me había respondido los mensajes y mis padres no dejaron de invadirme de preguntas como si yo hubiese estado ardiendo en medio del incendio.

Mamá casi se desmayó cuando vio los daños del lugar, lleno de manchas negras tatuadas en las paredes que antes solían ser blancas. Pensó que mi hermano estaba herido y mi padre tuvo que calmarla. Ambos estaban alarmados por su hijo y me pregunté si se preocuparían por mí de la misma manera si hubiese estado en el lugar de mi hermano.

Me quedé recostado sobre mi cama, desde donde podía ver el desastre a través del ventanal. Aún era capaz de oler el humo y me perturbaba recordar aquella escena, pero la vida debía continuar.

Tenía muchos deberes que atender, así que me di una rápida ducha, me vestí con la típica prenda que mi hermano criticaba por su formalidad y finalmente bajé para desayunar con los demás.

—Miguel, no lo sé. Es complicado. Ni siquiera las conocemos escuché decir a mi madre mientras yo bajaba las escaleras a cortos pasos.

Me sorprendió ver a Miguel sentado con mis padres alrededor de la mesa del comedor, pues ni siquiera lo había escuchado entrar a casa. Desde mi posición no podía oír con claridad su conversación, menos aún con el sonido de la tetera hirviendo sobre la cocina.

Mi hermano se veía demacrado. Portaba una mirada cansada, el cabello oscuro despeinado y parecía llevar la misma ropa del día anterior.

—Considérenlo, por favor —dijo con determinación—. Sé que no es una decisión fácil, pero las ayudarían demasiado.

Decidí interrumpirlos por la idea de que estuvieran dialogando algo que parecía importante en mi ausencia, sin tomarme en consideración. Yo tenía derecho a conocer del tema.

—¿De qué están hablando? —pregunté con molestia.

—Steven... —susurró mi padre. Era evidente que mi presencia le sacaba de quicio.

—¡Por fin despiertas, cariño! —exclamó mi madre con cierta nerviosidad.

Me acerqué hacia la mesa y me senté a la derecha de mi hermano, sin siquiera saludarlo. Él tampoco se atrevió a hacerlo.

—¿Me dirán qué es lo que está pasando? —pregunté impaciente.

Mi hermano puso los hombros rectos y parecía estar a punto de liderar la conversación. Mis padres ya no parecían querer hablar.

—Es sobre Regina y Edith, ya sabes..., el incendio. —Agachó la cabeza y continuó—. Creo que sería una buena idea que vivan aquí por un tiempo.

No me esperé aquellas palabras. Pensé que un asunto de mayor gravedad había ocurrido. Quemaduras letales, enfermedad o lo que sea. Me alivié un poco; sin embargo, no me cuadraba del todo su idea. No me imaginaba compartiendo precisamente este hogar con gente que para mí era extraña, y las cuales no sabía si harían lo mismo por mi familia, porque antaño varias personas se habían aprovechado de nuestro dinero, en esos tiempos en los que mi padre estaba repleto de supuestas amistades en su trabajo y luego lo abandonaron tras quedar desempleado.

Me quedé en blanco. ¿Por qué con nosotros? ¿Enserio no tenían otro lugar al que ir?

No supe qué responder, así que mi hermano continuó.

—No tienen a donde ir. Regina es viuda, su familia está en otro país y el restaurante era lo único que las ayudaba con los gastos. —Se dirigió a mis padres de nuevo—. Y esta casa es enorme. Hay habitaciones de sobra, así que no serán una molestia.

Mis padres y yo continuamos en silencio.

—Solo será por un par de meses, hasta que consigan un nuevo lugar donde vivir.

—¿Por qué nosotros tendríamos que ocuparnos de su tragedia? Sé razonable, hijo —dijo mi padre, disgustado.

Vi como los ojos de mamá se humedecieron. Sabía que la historia de tal tragedia la conmovía, pero las palabras de mi padre eran realistas y las hacían replantearse la situación. Antonio no estaba convencido y nadie cedería a menos que él lo hiciera.

—Solo quiero apoyarlas.

—¿Acaso ellas te lo pidieron? —preguntó mi padre, sin molestarse en mirarlo.

Miguel rio disgustado.

—¿Qué dices? Ninguna de ellas sabe de esto.

—Entonces no entiendo qué buscas.

—¡¡Me siento culpable!! ¿Entiendes? —dio un inesperado golpe sobre la mesa, con la respiración agitada—. Ese es el problema.

Más silencio.

La revelación que luego dio nos aturdió. Su perspectiva de la historia, el hecho de que pudo hacer algo diferente y todo se hubiera evitado.

Todos se levantaron de la mesa y yo me quedé pensando con el olor a café invadiendo el ambiente.

¿Qué sucedería ahora?



Comencé a ver seguido a mi hermano desde el incendio. Venía a casa todos los días para ayudarnos con la remodelación de las habitaciones que muy pronto serían invadidas, y gracias a ello teníamos la oportunidad de pasar algo de tiempo juntos: veíamos películas en cd desde el televisor de la sala, preparábamos mis platos favoritos y le daba cortas sesiones de piano; aunque no se le daba para nada bien.

Fue como volver a ser niños.

Tenía que aprovechar su compañía, pues él estaba confuso sobre si emprender un viaje a Lima para dar otra entrevista de trabajo. No era la primera vez y siempre que lo hacía, se quedaba allá por meses en compañía de unos primos. Pero lo veía algo inseguro desde el incendio. Aquello lo había hecho dudar de sí mismo, pero conocía demasiado a mi hermano y él no se rendía. Nunca lo hacía. No podía siquiera pensarlo luego de haber llegado tan lejos.

Por otro lado, el asunto de las nuevas invitadas me desesperaba. No era que me importase mucho la decisión que mis padres habían tomado, pero podría afirmar que a cualquiera le incomodaría deambular con personas desconocidas bajo su propio techo. Pensar en la gran ayuda que seríamos para ellas me hacía cambiar de opinión; aun así, no estaba dispuesto a establecer lazos de fraternidad con nadie. Ser agradable no era mi estilo. Trataría de pasar las mañanas en la universidad y las noches solo en mi habitación. Nada tenía por qué ser diferente. Nada tenía por qué alterar mi tranquilidad. Y mientras más pensaba en los cambios que se avecinaban, más rápido pasaban las horas.

Siete días.

Cinco días.

Tres días.

Esto era por mi hermano.  

Juntos hacia el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora