88

3 0 0
                                    

STEVEN


Quedaba una semana. Yo me sentía fatal, pero ella no dejaba de sonreír.

Juntos entramos a una de las tiendas que forjaron nuestra relación. El señor Henry estaba recostado en su silla y nos saludó con una sonrisa. Se le notaba muy cansado, como si hubiese envejecido años en los últimos meses.

-¡Cuánto tiempo! Creí que no los volvería a ver por aquí.

-Recorrimos la ciudad entera -le contó Edith, entusiasmada-. No tenía idea de que había un zoológico.

-Qué bueno, jóvenes... Vayan a revisar la tienda, tenemos productos nuevos -dijo con la voz ronca.

-Solo queríamos saludarlo. Verá, mañana Edith se irá.

-¿Te vas, muchacha? ¿Adónde?

-Doble titulación en una universidad en Brasil -respondió.

-Oh... -dijo con un dejo de tristeza; no pude descifrar porqué -. Espero seguir aquí cuando vuelvas, Edith. Vas a cumplir tus sueños... qué bueno... eso es muy bueno. Yo debí haber disfrutado más.

De pronto el ambiente se volvió nostálgico. Al pobre hombre le invadían las canas y su columna estaba más torcida. Él estaba solo. En los últimos meses habíamos sido los únicos que lo visitaba para hablar con él de verdad y no teníamos idea si tenía familia cercana.

-No deje que la edad lo desanime.

-Yo ya estoy muy viejo... No tengo sueños, pero me alegra saber que tú aún tienes un largo camino por recorrer. Hazlo por mí... Sé muy feliz, Edith. -Se acomodó los anteojos y adoptó una posición más cómoda sobre su silla-. Y tú, Steven. Dios mío, estoy viendo a tu abuelo en carne y hueso... Él también quiso hacer muchas cosas. Tú puedes cumplirlas por él. Elías era un hombre muy aventurero y aún recuerdo todo lo que anhelaba en vida. Te puedo dar unas opciones: escalar una montaña, bañarte en una cascada, subir a un globo aerostático...

Todo lo mencionado me erizó la piel. Yo también recordaba una que otra de aquellas cosas que Elías siempre quiso cumplir. Él solía hablarme sobre sus experiencias más alocadas y todo lo que hizo en su juventud en compañía de Henry, y también todo lo que no pudo hacer. ¿Cuándo había olvidado todo aquello? ¿Por qué no fui capaz continuar en su ausencia?

No me regañé. No podía culparme. Nadie en su sano juicio se siente bien tras una pérdida. Lleva tiempo sanar esa herida, pero uno puede plantar esperanza de nuevo. Hasta aquel momento no lo había comprendido. Luego de varios minutos, me despedí de él con un apretón de manos, satisfecho.

-Steven... -Me detuvo Edith, jalando de mi brazo con su mano-. Tengo miedo de no volver a verlo.

Di un vistazo hacia atrás. Henry seguía mirándonos.

-No podremos saberlo. -Le sostuve el mentón con mis manos y la besé en la frente-. Quedémonos con lo aprendido.

En el camino a su departamento, me volvió a hablar.

-Algún día podríamos hacer todo eso. Ya sabes, lo de escalar montañas, subir a un globo aerostático... ¿Qué es lo que gustaría hacer?

No lo pensé tanto. Desde hace años que siempre tenía una respuesta a esa pregunta, todo gracias a Elías.

-Quiero tocar la nieve.

-¡Genial! Algún día lo haremos.

Luego de que la dejase en casa, me quedé pensando en el futuro que nos esperaba. La espera sería agotadora, pero si iba a hacer todas esas locuras con alguien, sería con ella.

Algún día...



Taché tres puntos más de la lista que había hecho con Edith. No nos quedaba muchas cosas por hacer y eso era lo emocionante, pero con el tiempo podría añadir más cosas. Lo central era nosotros. No podíamos planear hacer algo sin pensar en el otro, pero luego de varias tazas de café me di cuenta de que no había una separación, un espacio en donde hiciera cosas por mí mismo. ¿A dónde se habían ido mis aficiones? ¿Aún quedaba parde de ese niño que le gustaba tocar el piano, dar paseos a solas por la ciudad o buscar constelaciones en el cielo? ¿Qué había de aquella música de rock alternativo que tanto me alegraba el día? ¿O de esos libros de distopias que me hacían soñar? Y tal como hubo cosas buenas, ¿Qué ocurrió con ese niño que se escondía en el baño para que su padre no lo golpeara? ¿Al que cambió para complacer a los demás? ¿Al que nunca dejó de despreciar sus cicatrices? La respuesta era que aún no había sanado. Y debía encontrar la manera de limpiar sus heridas.

Edith siempre sería parte esencial de mi vida, pero necesitaba estar yo primero antes de poder amarla por completo, así que salí de mi habitación y fui a buscar a mamá. Ya había llevado días dándole vueltas a todo este asunto y cuando la vi en el sillón de la sala guardando algunas fotografías con papá, supe que era momento de pedir ayuda.

-Madre, necesito ir a terapia.

Juntos hacia el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora