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—Se supone que sería su luna de miel —recordó Macao, ante la invitación que le estaban haciendo.

—Se supone, sí. Pero al final llegamos a la conclusión de que un viaje en familia es mucho mejor. Queremos llevarte a la isla donde viven los abuelos de Pete, es muy bonita y la gente de ahí es muy amable. Te encantará.

—No me gusta ser una carga para ustedes. Pueden ir, ya estoy grande. No se preocupen por mí.

Aquellas palabras no eran para nada del agrado de Pete y Vegas, no cuando venían de Macao. Era un adolescente que había vivido cosas que nadie estaba preparado para vivir, mucho menos a su corta edad y a pesar de mostrarse fuerte, seguía siendo un niño pequeño que necesitaba protección.

Pete siempre lo vio así. Los dos hermanos eran su prioridad y hace poco Macao había dejado de ir a terapia, dejando también su medicación. Un especialista lo había aprobado, la depresión ya no era parte de su vida y eso los tenía felices a los tres, pero no por eso dejarían de cuidarlo como lo habían hecho hasta ahora.

—No eres una carga y para mí no estás grande, eres mi pequeño —los ojos del menor comenzaron a picar, sintiendo calidez en su corazón. Aunque nunca lo mencionara en voz alta, él veía a Pete como una especie de figura materna.

Era dulce, se preocupaba por él y lo consentía mucho. Siempre creyó que así sería tener una mamá presente, y Vegas, su hermano, era lo más cercano a una figura paterna que tuvo desde siempre.

Se sentía como un hijo consentido con ellos dos cuidándolo, eran su familia y su lugar seguro. Fueron las dos razones por las cuales nunca se rindió y quiso mejorar, venciendo al fin a todos los pensamientos negativos que generaba su mente.

—¿Están seguros de que no seré una molestia? —los dos mayores asintieron, acercándose al mismo tiempo para desordenar su cabello con las manos—. Bien, bien. Iré, después de todo no he salido mucho estas vacaciones.

—Ve a ordenar tu maleta entonces, debes descansar. Saldremos mañana temprano —avisó Vegas, dejando su cabello en paz y apretando levemente su mejilla con sus dedos.

[🪶]

—Casi llegamos. Mejor cierra los ojos, oh, Dios. Vegas, no te rías de él —el regañado inmediatamente se calló. Era algo cruel, pero las expresiones del menor eran graciosas.

—Te va a vomitar encima, Pete —avisó Vegas. ¿Quién diría que un simple bote haría que Macao se sintiera tan mal?

—Ya estoy bien... es solo. Ah. Siento la cena en mi garganta.

—¡Eso es! —Pete se levantó con cuidado, mientras la persona a cargo del bote miraba a la familia con curiosidad. De su bolso de viaje sacó un paquete de galletas y se lo entregó al menor—. Es porque no comiste nada durante el vuelo. Llegaremos a casa de mis abuelos y te prepararé un desayuno para que mejores.

—Yo también me siento mal —habló Vegas, buscando la misma atención.

—Te dije que no bebieras vino en el vuelo, pero no, el señor insistió en que era para estar preparado.

—¡Tus abuelos son prácticamente mis suegros! Me siento aterrado.

—Ya te conocen. Lo del vino era una excusa.

Macao se sumó a la mirada que tenía el señor sobre sus dos mayores, mientras comía las galletas, ambos observando esa discusión (?). Algo así era. Se estaba sintiendo mejor, comer lo ayudó bastante. Todo gracias a los cuidados de P'Pete.

—Ya dime que no me amas.

En eso Pete y Macao rieron, y es que nunca habían visto a Vegas siendo tan dramático.

—Te amo con mi vida, Vegas.

—Tú eres mi vida. Puedo decir que amo mi vida y que también es muy bonita.

—Si no dejan su romanticismo tendré que tirarlos del bote —la pareja miró a Macao, sonriendo.

—También te amamos a ti, eres nuestro pequeño gigante. Aunque no tenga mucho sentido el apodo, espero que se entienda.

—Pete se refiere a que siempre cuidaremos de ti, independientemente de tu edad —aclaró Vegas, viendo a su hermano sonreír.

—La recompensa es que yo los cuidaré a ustedes cuando sean unos ancianos gruñones.

—Y ahí te pagaremos con dulces.

—Los que te daré yo, serán dulces ácidos —la mirada que le dio su esposo y su hermano lo hizo aclarar la garganta—. Uno ya no puede bromear en paz.

Apenas llegaron a la isla, Macao bajó, tirándose sobre el suelo. —Nunca creí que amaría tanto ver... ¡Es arena! Miren, miren. Es arena.

Los alrededores de Bangkok estaban rodeadas de playas hermosas, pero Macao no era una persona que disfrutara salir solo y siempre esperaba a que lo invitaran antes de él hacerlo. Llevaba años sin salir a una playa, prefería dejar a su hermano con el trabajo y que descansara en su tiempo libre junto a Pete, aunque sabía que si él lo pidiera ninguno de los dos se lo negaría.

Aún le quedaban cosas del pasado por superar. Sabía que él no era una carga para Vegas y Pete, pero cuando su padre vivía, muchas veces lo hizo sentir así cuando le decía o pedía algo, era como un ciclo que aún no puede romper del todo.

Pero había una gran diferencia entre su hermano y padre, y es que Vegas sí lo amaba. Con su hermano y Pete, su opinión y sus sentimientos contaban. No era ignorado.

Era parte de su familia y sí se lo demostraban.

—¡Yo llevo mis cosas!, ¿dónde tomaremos el taxi?

—Caminaremos, no es tan lejos. De paso ves que lugares te llaman la atención y podemos venir a visitarlo luego de desayunar.

—El lugar donde creciste es muy lindo, P'Pete.

Raramente lo llamaba así, pero conocerían a los abuelos de Pete, los suegros de su hermano y debía mostrar respeto por sus mayores ahí.

Cuando llegaron a aquella bonita casa, salieron dos personas mayores a recibirlos con abrazos, los tres fueron muy bienvenidos.

Los hicieron pasar a la casa, las habitaciones ya estaban predispuestas para ellos. Macao tenía una habitación aparte, mientras que Vegas y Pete compartirían una habitación.

Pero no la cama. Bueno, según sus abuelos. Ya que por nada del mundo Vegas dormiría sin su esposo al lado.

—No les hemos dado la noticia. Están siguiendo nuestras tradiciones, como aún creen que somos novios, no podemos dormir en una misma cama —murmuró Pete, mientras ayudaba a organizar las cosas del desayuno sobre la mesa.

—Ahora entiendo todo. Entonces, hay que decirles —respondió Vegas en el mismo tono, se acomodó cerca de Pete con la excusa de ayudarlo. Claro, ayudarle a sostener su cintura con sus brazos mientras le besaba el cuello.

—Les diremos, pero aah, no me hagas esto. Nos verán.

—Somos novios, claro. Aún no te he tocado, según ellos —aquello lo hizo reír, y es que ya había hecho suyo a Pete cientos de veces.

Decidió separarse, a lo lejos se oía partes de la conversación que tenían el abuelo y Macao. Le alegraba que se haya sentido cómodo tan rápido. Tal vez era porque los dos mayores tenían las mismas actitudes de Pete, realmente transmitían seguridad y calidez.

—Sigo pensando en qué no me has tocado, llevo cero partes en mi lista. Tal vez, mi garganta.

—Amor, sabes que ni tu garganta se ha salvado. ¿Les daremos la noticias mientras estemos desayunando?

—Eso creo. Estoy nervioso, ¿cómo les diremos que ya estamos casados?

—¡¿Casados?! —ambos voltearon a ver a la abuela, quien había entrado a la cocina recién, a Pete se le había olvidado bajar la voz—. ¡Vamos a darle la noticia al abuelo!, esto es lo más bonito que he oído en el año.

No se lo había tomado a mal. Eso los tranquilizó.

Viaje Familiar ; Familia MenorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora