Desde que tengo memoria nuestro pueblo estaba en calma, vivíamos en perfecta armonía, todos se respetaban unos a otros, la mayoría mantenían las tradiciones al pie de la letra, nadie era más que nadie...esa noche fue apenas el inicio de una época sangrienta que separó a familias enteras, levantó enemistades que parecían ocultas entre cenizas, y enterró a muchos dejando a las madres, esposas e hijos desamparados.
Mi padre me despertó 12 am cuando escuchó el llanto de una mujer:
—¡Esteban, despierta!
—¿Qué sucede, padre?
—Una mujer necesita de nuestra ayuda, escuché sus gemidos... Algo le hicieron.
—¿A qué te refieres?Seguro lo soñaste —Me levanté medio somnoliento y me asomé por la ventana a ver si observaba algo. Todo estaba oscuro, no había fluido eléctrico. Una extraña quietud reinaba en el ambiente, se me erizó la piel, tuve un mal presentimiento, pude oir el rugido del mar como si estuviese muy cerca de nuestra casa.
—¿Lo escuchaste? —Mis pupilas ya se habían adaptado a la oscuridad y vi la preocupación en el rostro de mi padre, le hacía destacar las líneas de arrugas en su rostro, muy pocas veces lo había visto así.
Él tenía razón, era un llanto desgarrador que me dejó sin habla por unos segundos.
—Seguro fueron los desgraciados Márquez, esa gente no tiene valores, nunca me gustó que se mudaran a nuestro pueblo. —Vi como mi padre apretaba los puños de la rabia, no pensé en esa gente, es bien sabido por todos, lo vulgares y ordinarios que son... pero maltratar a una mujer de esa forma, eso ya sería romper los límites. El viejo fue hacia un estante en la esquina sacó una pistola algo desgastada y le quitó el seguro —¡Vámos! Terminaremos con el sufrimiento de esa pobre mujer, hoy es ella, mañana puede ser una de tus hermanas si no paramos esto de una vez por todas.
No teníamos más armas en nuestra casa y corrí a la cocina por un machete, luego salimos a la calle, a nuestro encuentro se nos atravesó un hombre, mi padre ya lo estaba apuntando con el arma.
—¡Tranquilo, Ruben! Soy yo Juan, voy con ustedes.
—Entonces no perdamos más tiempo.
Los tres fuimos hacia donde resonaba el llanto de la mujer, cada vez que nos acercabamos el sonido se oía más lejos de nuestro alcance.
—No puede ser, esos mal paridos se la están llevando lejos.
—No se saldrán con la suya.
—¡Aaaahhhh! —Un grito aterrador retumbó en nuestros oídos.
Los tres corrimos lo más rápido que podíamos, mi viejo lanzó un tiro al aire libre mientras gritaba:
—¡Detenganse! No tienen ninguna escapatoria.
—¡Dejen a esa mujer en paz! —continuó Juan.
La mujer sollozaba y gritaba mientras avanzaban, de lejos se distinguía su ropa, un vestido largo de un color claro, no pudimos ver a sus captores, ya habíamos recorrido muchas cuadras detrás de ellos pero seguían avanzando, nos estábamos alejando del pueblo, varios de los vecinos se nos unieron en la persecución, algunos tenían linternas .
Cuando al fin nos acercamos uno de los hombres alumbró al frente mostrando la imagen de una cruz, el hombre aumentó la intensidad de la luz y enfrente había una infinidad de lápidas, estábamos en el cementerio del pueblo y aquella mujer estaba sola, tenía el pelo largo todo enmarañado cubriéndole su rostro, se veía toda sucia cubierta de lodo y arena, su vestido estaba todo rasgado viejo y amarillento, como la ropa de los cadáveres que tenían mucho tiempo enterrado, su piel estaba en descomposición, nos paralizamos al ver su horrible aspecto, nadie pudo pronunciar ni una palabra, en cuestión de minutos lanzó un fuerte gemido y luego desapareció enfrente de todos.
Al día siguiente todo el mundo hablaba sobre la mujer que recorrió todo el pueblo a media noche con fuertes lamentos y gemidos. Siendo aquella noche tenebrosa apenas el inicio de la desgracia en nuestra comunidad.
Fue solo cuestión de días para que se instalaran en nuestro pueblo el grupo armado Los Mercenarios, siendo un vil grupo sin valores que mataban por dinero a quien se le atravesara en el camino solo para enriquecer de poder a su líder.
Todos perdimos a muchos familiares, amigos, vecinos, conocidos, se escuchaban los tiroteos a toda hora. Nadie se sentía tranquilo ni en su propia casa.
Cuando Los Mercenarios necesitaban víveres solo lo tomaban a la fuerza, si les apetecía una hermosa chica la violaban para saciar sus bajos instintos, cobraban la zona para que las personas pudieran circular y él que se negaba era asesinado sin compasión y su cuerpo era tirado al monte como si se tratara de un animal.
Al principio nos resistimos pero el deseo del poder y la adquisición monetaria hizo que muchos se les uniera a su bando perdiendo así sus valores sin importarles si eran sus vecinos los agredidos o sus mismos familiares. Ese grupo armado había roto los vínculos de sangre, destruyó las reglas de una cultura que vivía en armonía, luego el miedo era el pan del día a día, ninguna persona podía caminar con tranquilidad, no existía ninguna ley que los pudiera detener, los mismos oficiales les tenían miedo porque estaban mejor armados que ellos. Cuando alguien se desaparecía ya todo el mundo sabía que era por culpa de Los Mercenarios.
Fueron muchos años de tristeza y sufrimiento en que mi pueblo quedó sumida en la oscuridad desde aquella noche en que recorrimos sus calles para ver quien lloraba con tanto dolor.
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Voces del más allá
ParanormalColección de relatos breves sobre sueños, pesadillas, presagios y fantasmas que rondan a media noche despertando a los habitantes de los pueblos como también visiones en pleno día que no permitirá conciliar el sueño.