El bien común

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Camile

Perdí la cuenta de las horas transcurridas. A pesar de haber un reloj mi mente no podía siquiera concentrarse en leer las agujas que no paraban de moverse. Sé, gracias al sol, que llevo más de un día. Y hablando de la ventana, estoy cada vez más cerca de caer en esa estúpida idea que me incita a utilizarla para escapar.

¿Pero qué sentido tiene?

Hay guardias custodiando mi alcoba y cientos de otros repartidos por toda la manada a causa del evento. Además, mi poderoso destinado lo sentiría y no dudo de lo fácil que será para él rastrearme.
Sí decidiera hacerlo, claro. Por el momento ni se ha asomado. Aun así, sigue siendo un alfa con una reputación que advierte sobre lo que quienes se atrevan a enfrentarlo sufrirán. No me interesa ser una más en su lista, gracias.

Por otro lado, suponiendo que la gran diosa Luna se apiade de mi alma y convenza al hombre de dejarme escapar tranquila, una vez llegue a Yaiza se desataría un nuevo tormento. Nadie ahí me permitirá el ingreso para salvar y huir con mi madre. Y demás está decir que no tendría la menor idea de a dónde llevarla. No conozco a nadie en otra manada dispuesto a recibirnos; tampoco poseo la fuerza para defendernos como lobas solitarias, y mucho menos conozco siquiera el nombre de una ciudad humana.

-Me pregunto qué pensará él. Es nuestra única salida –suspiré-. Con que nos deje vivir aquí como una concubina sin abusos me conformo.

Odio pensar en que los hijos que siempre desee tener puedan llegar a existir como un método de supervivencia. Y hablando de aprovecharse, por fin la puerta se abrió revelando a un rubio llamado Harry que me dijo que lo siguiera para recibir a mis alfas.

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Elian Oldiver

-Han pasado 43 horas. Con todo el amor del mundo querido hermano, ¿Qué mierda te pasa? La has esperado por cientos de años, por fin la encuentras, incluso llegas a ella como un salvador porque ambos sabemos bien lo estúpidamente crueles que son en esa manada con los omegas, ¡¿Y te quedas aquí?! ¿Acaso tu instinto no te gritas que vayas a buscarla y protegerla? Te recuerdo que casi provoqué una guerra con total de estar con mi mate hace una década.

-Lo sé. –respondí.

- ¡¿Y entonces?!

Me recliné apoyando mis codos en el escritorio y con las yemas de mis dedos presioné mi cabeza a punto de explotar. Son demasiadas cosas para pensar, el link de la manada parece carnaval, aún tengo que encargarme de la ceremonia, y también está el hecho de que siento la preocupación de mi mate a la distancia. Todo eso sumando a la voz de Ema regañándome por actuar de una manera tan cobarde.

-Mel, te lo dejo a ti. –le dijo a la pelinegra sentada en uno de los sillones- Escucha Elian, iré a hacerme cargo del evento de mi hijo para darte el camino libre. Aprovéchalo, porque si no sales de este lugar por voluntad propia, lo harás en un ataúd.

Tras decir aquello la rubia salió cerrando la puerta con fuerza. Sólo ahí levanté la mirada para encontrarme con mi mejor amiga. Ella se puso de pie y caminó despacio hasta quedar a lado mío. Con cuidado tomó el respaldo de mi silla y la hizo girar para encararme. Por último, sonrió y se agachó un poco para quedar a mi altura.

-Entiendo que Ema anda algo alborotada por las hormonas y la falta de sueño. Pero tu y yo sabemos que entre toda esa locura hay cierto grado de razón. Así que te pregunto, ¿Qué sucede, Elian?

Respiré hondo y me tomé unos segundos pensando en las palabras correctas. Agradezco su paciencia, me siento más cómodo al hablarle. Quiero hacerlo.

-No sé lo que siento. –inicié- A estas alturas había dado por hecho que jamás la encontraría. Incluso hasta hace menos de dos días estaba enfrentándome al consejo con total de que el cachorro de Ema quede como un posible sucesor si algo me pasaba. Y ahora ella apareció, y sé que me teme porque lo sentí al tenerla en mis brazos.

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