Sirviendo

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Camile

Cuando se pasan años repitiendo una misma rutina, el cuerpo automatiza el accionar. La mente puede estar perdida en otras cosas mientras las tareas se completan una tras otra, y siendo yo una sirvienta, esta "adaptación" es vital para sobrevivir dentro de Yaiza. Para comenzar, incluso sin tener un reloj que suene, desperté a las cinco en punto. Todavía desorientada y repasando todo lo sucedido comencé a vestirme. Sin embargo, ver el corte cicatrizando en mi mano sirvió como prueba para traerme de regreso a esta horrible realidad. Desearía tanto que todo esto no fuera más que una pesadilla y así volver a mi vida anterior. Y quiero llorar, porque estoy segura de que mi versión de días atrás no podría detestar algo más que lo que solía tener, mientras que ahora rogaría sin parar a la diosa para que me permita regresar al pasado previo a todos estos problemas. No es que romantice dicha situación, pero al menos ahí era invisible y a nadie le importaba; no como ahora que tengo la presión de mis líderes por cumplir con ni más ni menos que la tarea de ser una luna.

No quiero pensar, no quiero sentir, no quiero escuchar ni conversar. Lo único que deseo, es al menos fingir que es un día cualquiera mientras tenga la oportunidad. Por eso, terminé de alistarme y respiré hondo una vez me vi con mi uniforme. Su tela es mucho mas áspera que la del vestido de ayer, pero se siente mil veces más cómoda, hogareña y literalmente libre sin ese corset que dificultaba mi respirar.

Por último volví a aplicarme la crema en la herida y por si acaso la guardé en mi bolsillo.

Salí de la habitación y dejé que el ambiente laboral me envolviera. A esta hora todos los invitados y amos permanecen dormidos. Por los pasillos solo deambula la servidumbre organizando los preparativos del día.

Mientras caminaba a la cocina las otras mucamas me saludaban con una sonrisa y los mayordomos con una leve reverencia; ambas acciones, si bien estaban estaban claramente influenciadas por mi nuevo estatus, se sienten bien y reales. De hecho, agradezco que no sean exagerados y que se comporten casi igual a cuando llegamos. Y hablando de llegar, frené en la entrada de la cocina.

Dentro, el lugar se paralizó con mi presencia. Los cuchillos dejaron de cortar y al menos 5 pares de ojos no se despegaban de mi cuerpo. De entre ellos, Susy se abrió paso preocupada; caminó a mi alrededor analizando mi estado, e incluso me sorprendí cuando levantó mi falda y mangas.

-Por la diosa, que alivio.

Me envolvió en un fuerte abrazo que correspondí con gusto y algo de culpa, me recordaba a mi madre cada que iba a visitarla en mis días libres.

-Estoy bien, de verdad. -le dije.

-¿Bien? Bien vas a estar luego de probar mi comida. -se alejó y todavía energética fue a la estufa y de la olla sirvió una clase de estofado- Siéntate, pasé toda la noche preparándolo. Esto recuperará tu cuerpo, mente y alma.

¿Toda la noche? Me quedé sin palabras. Hay muchas cosas que no entiendo; desde cómo una mujer de su edad se mantiene tan activa, hasta el porqué se tomó esas preciadas horas de descanso en algo para mí, una completa extraña cuya ama ayer armó un escándalo en su territorio.

-Ni se te ocurra disculparte o negarte. Estás en los huesos y anoche no cenaste. Además, por tu ropa supongo que piensas seguir cumpliendo con tu deber de mucama, así que lo mínimo que puedo hacer es alimentarte. Un soldado bien comido gana guerras, yo se de qué hablo.

Dejé que ella me maniobre a su antojo, mi instinto gritaba que no era buena idea llevarle la contraria, y lo que menos quiero es desprestigiar o despreciar el tiempo y esfuerzo invertido en el que considero, es el mejor desayuno de toda mi vida. Un estofado a las 5 de la mañana suena loco, pero vale la pena por completo. Cada bocado era una delicia bien condimentada, la carne se derretía al tocarla y de la nada un apetito que no conocía posible se apoderó de mi mente.

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