Capítulo 02.

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Al abrir sus ojos nuevamente, el rubio se encontró que estaba en la enfermería. La cortina estaba corrida y no se oía señal alguna de que alguien estuviera ahí. Y Katsuki no sabía de hallarse disgustado porque a nadie le importó lo suficiente como para quedarse con él hasta que se despertara, o aliviado de que no tuviera que lidiar con alguien que probablemente le haría preguntas cuando obviamente no tenías los ánimos.

La puerta se abrió y Bakugō esperó pacientemente a que quienquiera que fuese la persona que había entrado, se acercara. Cuando la cortina se corrió pudo ver el cabello azabache y los ojos oscuros de su profesor. Y Katsuki se sorprendió a sí mismo cuando se dió cuenta que en realidad no quería verlo, al mismo tiempo que una enorme desconfianza crecía en su pecho.

Y fue duro, en especial porque admiraba al hombre que estaba frente a él. Era su profesor de aula, el héroe que hace unos días arriesgo si vida por la clase y quién creía que podía confiar, el hombre que parecía desinteresado por todo cuando en realidad muchas cosas importaban. Y aún así logró decepcionarlo. Quizás por eso dolió tanto.

-Despertaste -afirmó el mayor y el pelicenizo asintió sin más, sin verlo a la cara porque justo en ese momento sentía que no podía-. Bakugō, sobre lo que sucedió...

No. No quería hablar de eso. No quería escucharlo. Tampoco que verlo.

¿Es que tenían que hablar precisamente de eso justo ahora? Katsuki no quería pensar en eso y preferiría no tener que hablarlo, al menos por el momento.

Sí, sus profesores lo amarraron a un punto podio en un estadio repleto de espectadores y haciendo revivir un trauma, exhibiéndolo frente a una enorme aundiencia, sólo porque no quiso aceptar una jodida medalla, que simplemente no sentía que merecía y le pareció que debía rechazar y que ellos no se lo permitieron como se lo permitieron a Iida. Era su medalla, se supone que debía poder elegir si aceptarla o no.

En cambio lo encadenaron y Dios... Katsuki jura que puede sentir el peso fantasmal en sus extremidades y ese simple hecho lo hace estremecer al punto de querer esconderse y llorar, buscando un lugar donde estar a salvo. Y no lo hallaría, porque el miedo estaba en su mente y lastimosamente no podía alejarse de ella. No, justo ahora no quería hablar de lo que le hicieron sus maestros, las personas que se suponen debían protegerlo y velar por él.

El trauma estaba fresco, es decir, sólo había pasado unos cuantos meses de aquel ataque, pero estaba yendo a terapia para tratar de salir adelante y su psicóloga dijo que había comenzado a tener avances.

Pues ahora sentía que esos avances no sirvieron de nada, y se hallaba justo como al principio. Como esa primera noche que despertó sudado y sin poder respirar, cuando sus gritos despertaron a sus padres y apenas pudo reconocerlos a través de las lágrimas cuando entraron por la puerta, cuando su mamá lloró con él al no saber que hacer y su papá durmió en el suelo, asegurándole que se quedaría ahí hasta que se despertara y no había nada de qué temer.

¿Todo esto por una maldita medalla? Y es que, mi siquiera intentaron hablarlo con él, pudieron intentar que accediera a al menos presentarse a la entrega. Pero no, ellos simplemente decidieron que encadenarlo era el mejor camino a tomar. Sí, tenía su temperamento y sí, quizás aún después de una conversación se hubiera negado a asistir. Pero ellos igual debieron respetar eso, era su decisión, no quisieran hacer lo que se les antojara con una persona simplemente porque sí, ¿porque eran héroes? Justo en ese instante no parecían unos. Así no era cómo deberían actuar los héroes, así no era cómo deberían actuar los profesores, así no era cómo debería actuar una buena persona.

-Quiero ver a mis padres -soltó callando lo que su profesor tenía para decir.

Aizawa lo admiró unos minutos sin estar realmente seguro de lo que tenía que hacer o si debía continuar diciendo aquello por lo que había venido, sin tener respuesta alguna debido capacidad social, simplemente el pelinegro se limita a asentir y aceptar la petición de su alumno.

-Por supuesto, los llamaré enseguida -dijo-. De hecho, ya han insistido en venir a verte, desde que vieron al transmisión del festival desde casa -confesó incómodo-, pero el Director no ha querido que... -fue callado ante la voz aún más dolida del ceniza.

-¿No han dejado a mis padres venir a verme? -reclama con un nudo en su garganta, que hacía que su voz saliera ahogada. Aizawa se le estrujó el corazón-. Pero... ¿Qué mierda está mal con ustedes? -reclamó dejando caer unas cuantas lágrimas por su mejillas, y en ese momento decide encarar por primera vez a su maestro.

¿Quiénes se creían para hacer tal cosa? Sus padres quisieron venir y él también deseaba tanto verlos... entonces, ¿Quiénes eran ellos para impedirlo?

-Katsuki -llamó en de ojos oscuros-, debes entender que...

-No te permito que me llames por mi nombre... sensei -escupió la última palabra con desprecio arraigado.

El dolor de tal acción fue claro en los ojos de Shōta, mas Bakugō no se notaba dispuesto a disculparse por ello. Y es que realmente tenía razones válidas para odiarlo, él le había fallado como maestro. Se supone que debería ser una figura de confianza del rubio, y no pudo lograrlo, no supo ver a través de su alumno. Ignoró su dolor y traumas, y simplemente empujó todo eso al fondo y se enfocó en su actitud hostil y mal vocabulario. Aizawa tragó el nudo en su garganta y aclaro su voz para luego soltar en un tono sereno lo siguiente:

-Iré a llamar a tus padres cuánto antes y les pediré que vengan de inmediato -y con eso, salió de la habitación, cerrando las puertas tras él.

Katsuki no notó lo tenso que estaba sino hasta que Aizawa ya no se encontraba ahí y por fin pudo sentir su cuerpo relajarse y respiró con tranquilidad. Estuvo todo el tiempo alerta mientras el hombre estuvo en aquella habitación junto a él...

Su mente empezó a divagar, ¿Qué sería de su vida en U.A. ahora? Dudaba que pudiera seguir sintiéndose cómodo en un lugar como aquel...

Aun si corres, te persiguenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora