Capítulo 03.

485 57 102
                                    

Katsuki miraba un punto fijo en las sábanas que lo cubrían. Pensaba en todo y nada a la vez. Quería salir de aquel lugar tan rápido como pudiera lograrse.

Su atención se dirigió hacia la puerta debido a las voces que se filtraban a través de la madera.

—Bakugō-san, debe entender que no fue nunca nuestra intención causar ninguna… —la voz del que supo era el director de U.A. se cayó ante la voz indignada de su madre.

—¿Esa no era su intención? ¿Entonces cuál era? ¿Cuál carajos fue la intención de una preparatoria al atar uno de sus estudiantes al podio en televisión nacional? —la voz de la rubio se elevaba a medida que dejaba salir lo que pensaba.

—Entiendo que deben sentirse más que heridos con el incidente con su hijo, pero les aseguro que ninguna de nuestras acciones buscaban herir o afectar de manera negativa a su hijo —continuó la quimera.

Katsuki se removió en la cama y jugó con sus dedos ante las palabras del director. Sea cual fuesen sus intenciones, la acciones eran lo que importaban. Las consecuencias lo hacían.

—Katsuki sufre de un grave transtorno de ansiedad y recurrentemente de ataques de pánico —el ceniza reconoció la voz de su padre, y admitió para sí que  habían sido pocas las veces que había oído al castaño tan enojado. Esa ira fría que lo hacía casi compadecerse de quien era el receptor de tal trato—, por lo que no debe ser sometido a ningún tipo de estrés o situación angustiante. ¿Podría decirme, señor Director, por qué no sólo hiciste pasar a mi hijo por tal situación, sino que también te aseguraste de recrear el escenarios perfecto para reproducir el incidente que desencadenó su trauma? —la voz del castaño se mantenía a un nivel normal, pero era obvio la rabia que sentía—. Exijo que la prestigiosa Academia de Héroes U.A. pida sinceras disculpas por su aberrante comportamiento hacia un adolescente de apenas quince años.

—Creo que deberíamos llevar esta discusión a un lugar más privado, podemos ir a mi oficina y discutir cuáles serán los siguientes pasos en esto.

Las voces de los tres adultos tras la puerta se alejaron y se dirijieron a la oficina del roedor.

[…]

No supo en qué momento cayó dormido. Sintió la fría y suave mano sobre su mejilla y que luego bajo hasta su hombro, sacudiéndolo con delicadeza. Sus ojos se abrieron y se encontraron con otros idénticos a los suyos, su madre sonrió cálidamente y lo atrajo a sus brazos, dándole un abrazo que no se atrevió a pedir, pero que tanto quería. Se escondió en el pecho de la rubia, sintiendo su respiración, escuchando los latidos de su corazón y oliendo su perfume frutal que se mezclaba con su característico aroma corporal a caramelo quemado. Sus ojos dejaron caer las lágrimas que había retenido desde la primera vez que despertó con la compañía de su profesor de aula.

La rubia le miró con fijación y apretó más a su hijo en sus brazos y acarició su suave cabello rubio, a la vez que tarareó una vieja canción infantil que solía cantarle de niño. Ahí, siendo arrullado por su madre, abrazado con tanto amor y con la mano de su padre acariciando su espalda, pudo sentirse, por fin, mejor.

Cuando Katsuki encontró calmarse, Masaru tomó el bolso con las pertenencias de su hijo, mientras caminaba tras Katsuki y Mitsuki buscando salir de aquel lugar.

No duró mucho en aquella enfermería después de despertar, ya no se sentía realmente seguro y la verdad es que lo único que quería en ir junto a sus padres a su casa. Y tal vez, encerrarse en su pieza e intentar dormir y olvidar todo. Hace mucho que no hacía eso… y pensar que estaba retrocediendo así, lo hacía querer llorar.

En cuanto la puerta fue abierta las personas que esperaban tras ella ansiosamente sentadas afuera se pusieron de pie frente a los tres miembros de la familia.

—¡Kacchan! —el llamado de Izuku fue el primero que se escuchó, pero no fue el único.

—Bakugō —escuchó llamar dos voces distintas a la vez.

Eran Todoroki y Kirishima.

Todos parecían querer decir algo, pero de inmediato se callaron al mirar su rostro sonrojado y sus ojos enrojecidos, con rastros visibles de lágrimas y la falta de su característico ceño fruncido, a la vez que se aferraba a su madre como si su vida dependiera de ello. Y es que para él, se sentía de aquel modo.

Por Dios, era un crío de quince años, su salud mental no era la mejor y sentía que todos sus esfuerzos por mejorar se habían ido directo por el caño. La institución que se supone que debía protegerlo lo había expuesto al mundo sin más, lo profesores que debían cuidar de él lo hicieron volver atravesar por una de las peores experiencias que había vivido, reviviendo un trauma que día a día luchaba por superar; su profesor de aula que debía velar por él no impedió que hicieran con él lo que quisieran… sus compañeros, aquellos con lo que se supone que debía contar cuando no podía confiar en los adultos, aquellos que deseaban convertirse en héroes igual que él… esos que no hicieron nada por ayudarle cuando lo vieron encadenado, aquellos que se quedaron estáticos en sus lugares, ¡Que incluso eligieron ignorarlo cuando pidió a gritos ser liberado, que lo sacaran de ahí! Gritos que fueron ahogado, tras un bozal en si boca, como si no fuera siquiera humano…

No, no creía volver a sentirse seguro ahí.

—Bakugō, yo quería… —Todoroki comenzó.

Ante la voz del bicolor el cuerpo de Katsuki se tensó. El otro había estado ahí, había visto a Katsuki y no se movió para ayudarlo. Él desvío la vista cuando comenzó a gritar y zarandear las cadenas. El heterocromático notó aquella reacción, al igual que lo hizo su madre que lo tenía envuelto en sus brazos.

—Katsuki necesita descansar, niños —dictaminó mientras empezaba a caminar, arrastrando un poco a su hijo que parecía un poco absorto—. Si quieres hablar con él, siempre pueden enviarle un mensaje o llamarlo por teléfono mañana —ofreció y sin más siguió caminado, llevándose a Katsuki con ella.

Midoriya vió la espalda de su amigo de la infancia alejarse, y sintió su corazón oprimirse ante la imagen de su héroe tan frágil y vulnerable. Nunca había visto esta parte de Kacchan, y se sintió estúpido al no considerar que era posible. Que Kacchan era tan humano como todos, que podía salir herido y lastimarse. Y no tuvo el valor de decir algo, ni siquiera que no tenía el número de Kacchan como para llamarlo en la mañana. Que hace mucho su amistad estaba fracturada y había perdido tal privilegio. Apretó sus puños y se dió vuelta, caminando en dirección opuesta que había tomado la familia Bakugō.

Kirishima vió a Midoriya irse y lo siguió, no sin antes dirigirle una mirada a Bakugō y llevarse con él a Todoroki, quien parecía perdido en sus pensamientos.

Todoroki, en mucho tiempo sintió odio hacia alguien más que su padre, se odió a sí mismo.

La familia Bakugō por otro lado, estaba llegando al estacionamiento de la preparatoria. Todos subieron al auto y pronto salieron de U.A., con el corazón más pesado que al inicio del que se pensaba que sería un buen día. Katsuki se mantuvo en silencio el resto del camino, sus padres tampoco buscaron hablar con él, sabiendo que en ese momento no recibirían una respuesta del menor y que era mejor esperar a que él mismo se comunicara. Cuando faltaban unas cuentas cuadras para llegar a su casa, el rubio mejor, por fin habló:

—Quiero irme de U.A.

Aun si corres, te persiguenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora