Parte dos

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"El infierno está vacío; todos los demonios están aquí"

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"El infierno está vacío; todos los demonios están aquí"

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Como de costumbre, no hablaba con ninguno de los caballeros que se encontraban en la cacería. Porque no sabía quiénes eran y porque no le interesaba.

Su corazón se había acelerado bastante, no entendía el por qué, estaba ansioso por comenzar, perseguir, golpear, desgarrar, lo que fuera posible y cobrar. Quería abrir una herida prontamente en el pecho de quien fuera su víctima, tomar su corazón, oler un poco de sangre, probar si es que olía bien y luego volver hacia el líder que lo esperaría con una bolsa de monedas que tomaría para largarse de ese lugar, para siempre.

¿A dónde iría? No lo sabía, pero luego de todo, se ducharía, tomaría sus cosas y se largaría.

Una voz conocida lo sacó de sus pensamientos, el líder. No sabía su nombre, todos lo llamaban líder y vestía con una túnica negra por fuera y roja por dentro, solo se podían ver sus labios cuando hablaba, tenía una voz imponente y grave. No entendía bien cual era el fin de aquella macabra celebración. ¿Qué haría con los corazones de los hombres sacrificados?

No podía hilar ideas.

Vio como las víctimas eran colocadas en una hilera delante de ellos, los caballeros. A cada uno le correspondería uno por igual. Venían amarrados de manos en su espalda, amordazados y con los ojos vendados. El suyo además tenía una venda en la cabeza. Seguro alguien ya se había desquitado con él. Sería más adrenalínico, temería por su vida, querría correr, escapar, esconderse de él.

Le dieron un listón azul, que también se lo amarraron al cuello a su víctima. Eso indicaba que cada caballero tenía una presa, por lo que se hacía cazador en ese momento. Ninguno podía matar a la presa de otro, el color indicaba a quien pertenecían, así no había problemas.

Harry se preparó, al sonar una campanilla que marcarían las doce, y prontamente debía obtener, a más tardar al amanecer, el corazón para entregárselo al líder. Se llevaron a los mocosos hacia el bosque, cada uno tenía en la mira a su presa. Apartadamente, les quitaron la venda de los ojos y entonces ellos empezaron a observar, cada presa estaba sola, agitada y temerosa. Louis no era la excepción.

En cuanto le quitaron las vendas de los ojos, entendió que corría mucho más peligro que terminar en un bar de mala muerte. Nadie lo había secuestrado para pedir rescate, lo habían secuestrado para asesinarlo. En cuanto estuchó las voces y entendió lo que decían, comprendió que venía a un matadero.

Miró a todos lados y no veía absolutamente nada, solo la luna se dejaba ver a través de unas nubes oscuras. Las ramas de los árboles se golpeaban entre ellas, pero no podía saber dónde estaba o hacia dónde ir.

Tu corazón, mi tesoro (Larry Stylinson) especial HalloweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora