1.

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Cuando Akaashi fue diagnosticado con hemofilia tenía tan sólo 3 años de edad; no tenía uso de consciencia y su vida a partir de entonces, sin que él supiera de ello, fue sumamente complicada.

Conoció a Bokuto en el kinder; lugar donde, tiempo después, convivirían y conversarían durante toda su estancia en dicho lugar. Conforme ambos infantes se relacionaban, comenzaron a surgir sentimientos y experiencias diversas en ambos. Sin embargo, dada la situación de Akaashi, el menor de ambos, nunca pudieron hacer algo que sería perfectamente catalogado como "divertido" o "alocado" para un niño de su edad; le habían enseñado al menor que nada de eso lo era en realidad: "no es lo que parece".

Como era de suponerse, no le informaron de su enfermedad hasta que tuvo edad suficiente para "comprender"; por lo que, no fue sino hasta ese entonces que lo educaron para "acatar". Por ello, Bokuto nunca se enteró sobre el por qué su amigo de ojos azules nunca salía del salón a la hora del recreo ni por qué era el primero en llegar y el último en irse; fueron cosas que no supo hasta pasados los años. Y, sin embargo, ahí estaban; tomados de las manos mientras caminaban de regreso a casa.

—Oye, Akaashi.

—¿Sí, Bokuto?

—¿Te puedo hacer una pregunta?

La mano sobre la suya tembló ligeramente. Akaashi las miró sin decir nada por unos segundos.

—Claro.

Bokuto sonrió.

—¿Soy tu único amigo?

—Sí.

Bokuto, quien tenía un peculiar cabello bicolor, tragó saliva y pareció entristecer en un segundo. Akaashi lo miró.

—Yo... Yo... —respiró hondo y en el proceso hinchó el pecho, pronunciando su promesa de la manera más alta posible—... ¡Seré el mejor amigo del mundo! —expulsó el aire y sonriendo, continuó:— ¡Así, no tendrás por qué preocuparte de que sea tu único amigo!

Calidad sobre cantidad.

Sonriendo muy tenuamente, Akaashi respondió:

—Gracias, Bokuto.

• • •

Algunas veces, Akaashi podía salir a la hora del recreo y observar a sus compañeros y compañeras jugar bajo la sombra producida por el edificio donde tomaban clases. Por ello, se podía percatar cómo Bokuto aprovechaba esos momentos para jugar con sus otros amigos; ya que, a diferencia de su amigo pelinegro, él había tenido éxito en la tarea de relacionarse con sus semejantes para formar y mantener relaciones con los mismos. Algunas veces, Akaashi llegó a sentir envidia.

—¡Hey, Akaashi!

—¿Sí?

Bokuto fue corriendo en su dirección, acompañado de una radiante sonrisa.

—Los chicos y yo subiremos ese árbol y veremos quién sube más alto. ¿Quieres hacerlo también?

Akaashi, por un segundo, se olvidó de su condición e iba a responder afirmativamente; sin embargo, su profesora lo miró, logrando que recordara lo olvidado.

—Lo siento, Bokuto. No.

La sonrisa brillante se apagó poco a poco.

—Pero...

—No lo tengo permitido, perdón.

Bokuto no comprendía el por qué su amigo nunca accedía a jugar o a trepar los árboles; llegó a suponer que no le daba la suficiente confianza como para intentarlo y Akaashi nunca agregaba nada más para cambiar ese pensamiento que su alegre amigo mantenía.

CINCO VECES NO [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora