5.

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—¿Me dejarías?

No. Ni aunque me lo pidieras.

Y Bokuto cumplió su palabra.

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—Hazme un favor, ¿Quieres?

—¿Qué necesitas?

—Si algún día mi vida depende de si dejan prendida una máquina como aquellas —señaló una enorme máquina en la cama continua—, prométeme que la apagarás por mí.

—¡¿Qué?!

—Por favor.

—¡Estás muy equivocado si piensas que accederé!

—Bo, ¿Qué clase de vida tendré si eso ocurre? —sus miradas se reencontraron, intensamente—. ¿Sería realmente una vida?

—Lo sería, porque seguirías aquí.

—Pero, ¿Con qué calidad? —el mayor bajó la mirada—. No quiero vivir algo así; no quiero vivir así. No quiero que tú lo hagas.

Bokuto no pudo responder.

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—Mierda, mierda, mierda, mierda.

Los pasillos blancos se distorsionaban por la rapidez con la que los recorría y los rostros de todas las personas con las que se cruzaba eran indistinguibles.

Cuando se encontró frente a la sala de espera (tan familiar), no pudo sentarse: su mente iba a mil por hora y su cuerpo no tenía la intención de descansar sobre una silla de metal incómodamente diseñada. Por ello, esperó más de una hora andando de una esquina a otra hasta que la cirujana y los enfermeros salieron del tan odiado quirófano.

—¡Doctora!

—Señor Bokuto —miró alrededor; no había nadie más—. ¿Es el único presente?

—Los señores Akaashi se encuentran en un viaje de negocios.

—Entiendo —suspiró y miró al de cabello bicolor unos segundos antes de continuar—. Me gustaría que recibiera estas noticias mientras está acompañado de alguien, ¿No es posible?

—¿Qué?

—Siempre es preferible estar acompañado de un ser querido. ¿Le ha informado a alguien?

—¿Qué? ¡No! ¡Yo sólo quiero saber cómo está Keiji!

Inconscientemente, había elevado el tono de voz y esto fue una clara prueba de su estado actual. La doctora suspiró, triste.

—Le solicito por segunda vez que le comente a alguien sobre esto. Por favor, es por su propio bien.

Bokuto entró en razón unos segundos y envió unos mensajes. En cuanto terminó, regresó la mirada a la doctora frente a él, esperando una respuesta clara.

En cuanto la escuchó, comprendió por qué ella le recomendaba estar acompañado.

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CINCO VECES NO [BOKUAKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora