Capitulo 02. |Carnada|

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<Narra Niall>


Nada más sencillo que poner tus manos encima de la mercancía, sentir lo que vas a tener, de que sirve solo verla. Ella está aquí para una cosa, y no me refiero a cuidarla.

La noche anterior había estado demasiado ocupado indicándole como debía llamarme, nada de sobresaltos abruptos de mi parte, la mocosa insolente fue quien se merecía todo eso por su sucia boca. No me interesa, recordar su nombre. No quiero saber nada de ella, el único y mínimo detalle que podría hacerse notar en mi mente en cuanto a su presencia es del dinero que me hare acreedor por recibir los insultos de esa niña que cree, que por tener el poco rasgo de valentía que le arrancaría de un jalón puede llenarse las mejillas de saliva y escupir sobre mí. No es la primera ni la última vez que me tendré que enfrentar a esto, como quisiera solo por un segundo apretar cada uno de los cuellos de esas personas, que me dejen tranquilo.

Estoy harto, malditamente estresado. ¿Cuándo al fin podré terminar con esto? Deshacerme de todo, de todas. No puedo mover ni un solo musculo sin ser observado.

Tengo que escapar cada vez que la policía se entera de algún movimiento, cargar con el peso de una víctima más, de una persona muerta sobre mi conciencia. Ciertamente jamás me ha interesado saber sus nombres, enterarme acerca de sus vidas, simplemente hago lo que ordenaron, trato de ser lo más frió posible. No sentir ni un solo rasgo de lastima o quien terminara muerto soy yo.


– Valla, valla. Mira a quien tenemos aquí. – la voz gruesa y áspera de Grecori hizo que la habitación se sintiera pequeña.


Lo mire despiadado, tenía cierto remordimiento después de todos los golpes que había recibido de su parte, de hacer que mi infancia se convirtiera en cuidarme de no ser capturado por el bando contrario o algo mucho peor, que no me descubrieran traicionando a los suyos. Mis hombros dejaron ver lo insignificante que era él para mí, solo hice un movimiento rápido e intente alejarme, nada más que ser leal, una promesa que cumpliré hasta que muera.


– No te he dado permiso de irte. – grito.


– No tengo tiempo, tengo que cuidarla. – conteste señalando la habitación al final del pasillo.


– No te pago para que me rezongues.


– De acuerdo ¿Qué quieres? – pregunte resignado.


– Necesito que grabes a la chica debe de verse totalmente real, tiene que pedir el rescate, no quiero equivocaciones esta vez perro. – su saliva escupió el borde de mi cazadora, el solo sentir su estúpido ADN en mí hizo que me sintiera como basura.


Me entrego una cámara, junto con un periódico. La fecha estaba resaltada con algo de tinta azul, lo único que tenía que hacer era ponerlo encima de la chica y decirle lo que necesitaba suplicar.

Pase a un lado de la habitación y tome un par de sogas. Entre decidido y suspire lo mejor que pude después de esperar a que la cámara encendiera.


– ¿Estas lista cariño? – le pregunte, pude notar sus reflejos ante mi voz. La note nerviosa, solo con tenerme cerca. – Te pregunte algo, acaso quieres que pase lo mismo de anoche.


– No, no por favor. – tartamudeo.


– Entonces levántate. – tome sus brazos para sostenerla, pero la intensidad de su fuerza lo impidió. – No te asustes linda, si te portas bien, no tendré que usar ese feo látigo de nuevo.


Después de varios intentos logre que comenzara a caminar, sus piernas daban pasos cortos y lentos. La desesperación me invadió y la tome de la cintura para que por fin llegáramos hasta la silla. Unos cuantos jalones bastaron para que estuviera en la posición correcta.


– Bien. Solo di lo que te indique, si llegas a si quiera mencionar algo raro. No querrás saber lo que pasara. – le advertí.


– Ayuda, por favor. Ustedes ya saben cuánto dinero quieren, solo entréguenlo, no quiero morir. – sus manos quedaron libres solo un momentos mientras que sostenía el periódico.


– Muy bien mascota. – susurre al acercarme para acariciar su cabeza.


– No soy tu...


Tome su mandíbula e hice que su rostro quedara apretado entre mis dedos.


– Vamos a empezar de nuevo. No quiero hacerte daño. – contesté. Sus labios comenzaron a temblar y sus manos intentaron detenerme.


– Entonces no lo hagas. – respondió.


– Eres tu quien me obliga. – tome el látigo sin quitar las manos de su cara y pase el cuero sobre su mejilla. – Basta quieres, no estoy para tus juegos. Puedo matarte y no me tentare el corazón para hacerlo idiota, me comporte como una persona decente pero esta vez he llegado al límite.


Apreté fuertemente su cadera junto a la silla y ate su cintura a los barrotes, la adrenalina recorría mi piel mientras que mi espalda se mantuvo erguida cuando intente besar su frente. Su hermoso y delicado cuerpo hizo que mis ojos se quedaran sobre él, la observe con desesperación. Por un momento desee estar encima de ella, tenerla y respirar dentro de sus bragas. Pero no puedo, el simple pensamiento erótico que me produce ésta completamente incorrecto. Si llego si quiera tocarla puedo perderlo todo.


– Aléjate. – escuche unos cuentos susurros dividiéndonos.


– No quiero. – respondí respectivamente, el olor de su cabello me sostenía de pie enfrente de su pecho.


Y entonces lo hice, el instinto de sostenerla hizo que mi corazón explotara. Ella es tan deliciosa, sus piernas, sus brazos. Su todo. No comprendo que es esto, lo había sentido antes, pero esto es diferente. 

Mi mano se incrusto delicadamente debajo de su nuca, mientras que mis dedos se enredaban en su cabello. Mis labios rozaron la comisura de su boca. Nada más necesitaba para saciar mi hambre, no podía sobrepasarme. Así que me detuve. La imagen de mi cuerpo repleto de plomo hizo que me diera cuenta de que no vale la pena que la calentura termine con mi vida.


– No me toques, por favor.


– No lo haré, nos soy estúpido. – conteste en seco.

Stockholm Syndrome (Niall Horan y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora