Capitulo 03. |Ésta Es Mi Realidad|

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<Narra _______>


Un día más en esta tortura, la noción del tiempo se ha ido disminuyendo conforme pasan los maltratos. No puedo soportar que me toque, su sola presencia hace que mi cuerpo se sienta sucio.

"ÉL" así me es más fácil llamarlo. Reconozco su voz a miles de kilómetros de distancia. Puedo olerlo, su loción delicada y

gruesa ante la concentración de un tono roble. Me he enfocado en recordarlo, así el miedo disminuye porque sé que ha llegado el momento de sufrir otra vez. ¿Qué hice mal? Fui tan jodidamente imperfecta, hice algo malo o simplemente lo merecía.


Recuerdos, lo único que llega después de las repetidas lágrimas. Lo único bueno que me queda es soñar, soñar con él día en que pueda ser libre. El momento que mis manos queden desatadas y mis piernas puedan correr. Solo cierro los ojos y me es sencillo imaginar que estoy afuera.


- ¿Vas a dejarme morir? - pregunte con una ligera esperanza.


- Sí - suspiro. - No puedo hacer nada más por ti.


- Y si tan solo me dejas salir. - suplique antes de tragar el nudo en mi garganta. - A respirar por última vez.


Imagine el viento correr por el largo de mi cabello, mientras que el sol alumbraba todo lo

que se podía ver desde la hermosa vista.


- No puedo, no quiero que te vallas.


- No me iré. - susurre.


- Lo harás, en el momento en que veas que estas libre, te iras y me dejaras completamente solo. - su voz recorrió un estrecho momento de tristeza.


- Mientes - roce su mejilla con mis dedos. - ¿Sabes porque no lo haría?


- ¿Por qué? - el largo silencio hizo que me sintiera plena y con facilidad de decirlo.


- Es fácil, simplemente te necesito.


El calor de su cuerpo hizo que mis piernas se sintieran libres de enroscarse en su torso. Aun no podía verlo. Pero lo imagine, nada más que su cabello rubio platinado, la imagen de unos ojos grandes azulados se hizo presente. El cálido roce de mi boca con sus labios me lleno de felicidad. No sé su nombre, tampoco sé porque ésta aquí. Lo único que importa ahora es que soy libre. No es una perspectiva física, es mucho más que eso, él se encargara de hacerme sentir libre con tan solo sentir su presencia, con solo poner su cuerpo junto al mío, de respirar y decirme lo importante que es para él tenerme. Solo eso basta, no importa donde estemos, no interesa la luz que se proyecte ni el calor que entre desde la ventana. Si estamos juntos.

Y entonces me di cuenta de lo falso que sonaba esto, no era más que un sueño estúpido, del que tarde o temprano despertare sintiendo que algo me hace falta, haciendo como si nada hubiera pasado, cuando en realidad lo pragmático que suena todo esto es un rasgo del miedo que tengo a despertar, de darme cuenta en donde estoy y no poder soportarlo.


Pero no era como lo imaginaba. El solo dolor de caer al piso frente a sus pies, con mis manos alrededor de sus tobillos, me retorció. Las lágrimas ardían, la risa de un solo golpe se oía en toda la habitación. Él no existía, ni lo hará.


Ese salvador, jamás llegara. Tengo que aceptarlo.


Caí en un profundo oyó donde el espacio me hizo recordar lo inútil que era aparentar que sueño, cuando en realidad no hago más que imaginar. Cerrar mis ojos y ser parte de eso que dicen que nos sirve para escapar de lo que éstas viviendo. Huir de las ataduras, de los golpes. Del temor de un día dejar de existir.

Ya ni llorar es bueno, el agua que producen tus ojos se agota, en su lugar viene un llanto silencioso, que te da a conocer los sentimientos más profundos. Todo eso que ahora te duele no haber hecho, pero que en el pasado te parecían cosas insignificantes.


<Darle un abrazo de despedida a mi madre antes de salir>


<Responder todas las cartas de mi hermano>


<Aprovechar cada momento para estar con mi padre>


<Visitar a mi abuela en el hospital>


Cada detalle, ahora ya no importa, mi vida en esta en la cuerda floja. Pronto voy a caer, no importa el dinero. Aunque mi familia lo de, estoy segura de que terminare muerta. Casi puedo verme.

El féretro frente a mis ojos, mi familia alrededor lamentándose de no haber hecho algo y yo simplemente aceptando mi destino.

Ese destino innegable, al que todos debemos llegar algún día.


- ¿Por qué la vida es una mierda? - grite fuertemente después de sollozar por las cicatrices en mis muñecas.


- Porque todos somos una reverenda mierda. - era de nuevo su voz, áspera e insoportable.


- Yo no lo soy. - replique.


- Tal vez tú no, pero tu padre si lo es. - aseguro. Pude sentir su caminar cada vez más cerca de mí.


- Eso no es verdad. - mentí.


- Como digas, solo vengo a decirte que no hemos recibido nada de tu rescate, cariño.


- Deja de llamarme así.


- Cierra la boca nena, no quieres que te lastime verdad. - su tono de voz característico había cambiado. La suavidad se destacaba al mismo tiempo en que acariciaba la orilla de mi cuello. - Ahora dime ¿Qué has hecho para que nadie de tu familia te quiera?


- Si me quieren. - conteste alejando mi rostro de su alcance.


- Lo dudo, ni siquiera han contestado las llamadas, eso sí que es terrible. - lo sarcástico me escupió la cara.


- Bien, ganaste. Ni yo misma me importo.


- Lo veo, si te importaras, no me contestaras así sabiendo que puedo matarte. - el alto recorrido que dio mi mente sobre sus palabras, hizo que mi piel se erizara.


- De acuerdo, entonces hazlo.


- ¿Hacer qué?


- Mátame. - sonreí, evitando que el miedo reluciera.

Stockholm Syndrome (Niall Horan y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora