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Joanne se encontraba charlando animadamente con Elsie, había sido un alivio verla apenas llegó a la fiesta, porque la verdad era agobiante estar junto a las solteronas y a las madres, sabiendo que todos la miraban por el simple hecho de haber compartido un baile con lord Rizzo. Parecía que todos tenían algo para decir al respecto, mientras algunas murmuraban, otras decían comentarios mal intencionados, claramente para que ella escuchara.

— Creí que serían más crueles —comentó Joanne a las quejas de su amiga sobre el periódico— al menos han llamado a mi vestido peculiar y no han dicho que parecía un arbusto o algo peor.

— De todas formas, me parece una simple crueldad por envidia, bailaste con una de los hombres más atractivos del baile.

— Siempre me critican y nunca han tenido motivos para envidiarme.

Elsie abrió la boca probablemente para contradecirla con alguna teoría suya, pero tuvo que cerrarla cuando un caballero las interrumpió. Estaba más que segura que nunca lo había visto antes, así que tal vez el hombre no sabía que Elsie era una mujer casada y quería invitarla a bailar.

— Buenas noches lady Smith —dijo tomando su mano y besándola para luego dirigirse a Elsie—. Lamento no saber su nombre, señorita... —se detuvo esperando que la otra dama se presentara.

— Lady Holland —dijo dejando que besara su mano — vizcondesa de Bolingbroke.

— Oh creo recordar tener una invitación suya para una semana campestre.

— Exactamente si, usted tiene que ser Massimo D'amico, duque de Saboya.

— Buena memoria milady.

— Recuerdo absolutamente todo de cada invitado —dijo orgullosamente.

— Espero no haya interrumpido ninguna charla importante, pero me encantaría bailar la siguiente pieza con lady Smith.

— ¿Conmigo? —preguntó Joanne sorprendida.

— Si, con usted —respondió amablemente extendiendo su mano— qué dice lady Smith, ¿me concede el honor?

— Claro que se lo concede —dijo Elsie empujándola sutilmente— la noche está encantadora como para no bailar un poco.

Joanne tomó su mano más por inercia que por sentido común, porque en ese momento su mente estaba nublada y se negaba a colaborar. Lo único que sabía era que había dejado atrás a su amiga y que se dirigía a la pista de baile con un hombre que parecía tallado por los mismísimos dioses. ¿Dios había escuchado sus suplicas? No había pedido a alguien tan atractivo como lord D'amico, se conformaba simplemente con un buen hombre, de corazón noble y buenas intenciones, pero si era lo que Dios quería para ella lo aceptaría sin quejarse.

Por un momento su mente divagó creyendo que aquel hombre la estaba invitando a bailar porque le gustaba, pero luego pensó que se trataba de una broma, ¿por qué alguien como él se fijaría en ella? Además, comenzó a sentirse terrible por tener aquellos pensamientos tan fuera de lugar, ¿cómo era posible que su simple presencia le hubiera hecho divagar de esa forma? Tal vez era debido a su cuerpo, parecía fuerte. Ese hombre debía hacer algún tipo de deporte, porque se negaba a creer que su cuerpo estuviera tan bien torneado por simple capricho de la vida. Tenía unos ojos oscuros, pero amables, enmarcados por unas cejas negras, tanto como su cabello, y su sonrisa, bueno era una cuestión aparte, estaba segura que tendría a cualquiera de su lado si lo vieran sonreír así. ¿Estaba mal pensar que sería agradable pasar su mano por su torso? Se debería ir al infierno por pensamientos así de lujuriosos, debería rezar mucho el domingo en la iglesia.

— ¿Cómo dijo?

No podía ser, el hombre le había hablado y ella no tenía idea de que había dicho.

Una decisión de amor © TL #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora