La noche estaba encantadora, claro para todos menos para Joanne, que todavía se encontraba en un rincón observando cómo todos bailaban. Las señoritas se veían radiantes dentro de sus vestidos pomposos y coloridos confeccionados especialmente para el inicio de la temporada, mientras los caballeros portaban trajes elegantes, aunque era probable que la apariencia de estos no les importara a las madres casamenteras mientras tuvieran buena fortuna. Todos con sonrisas en sus rostros, felices por el nuevo año y claro por las posibles propuestas matrimoniales.
Había muchas damas debutantes y también muchos caballeros buscando esposa por la simple necesidad de un heredero para su título nobiliario, por no mencionar a las madres ansiosas y obstinadas quienes andaban detrás de los hombres más reservados y adinerados buscando que bailaran al menos una pieza musical con sus hijas.
Al menos su madre ya no la arrastraba a bailar con hombres, no entendía porque hacía eso, aunque no había hecho nunca tal cosa con sus hermanas mayores, claro que ellas no necesitaban buscar pretendientes, porque ellos llegaban tras ellas. No obstante, no era como sus hermanas y estaba claro porque ningún hombre la perseguía y su madre no había sido lo suficientemente obstinada para seguir intentándolo, además las críticas en el periódico no ayudaban, estaba segura que al día siguiente la despedazarían por haber usado «un color tan llamativo como el verde».
Ni siquiera creía que fuera llamativo, era de un verde claro y delicado, que podría pasar completamente desapercibido si las personas no estuvieran empeñadas en hablar mal de ella. Y como si no fuera suficiente, Addison Wilson tenía una fijación con ella, en un principio se había negado a creer que le podría producir placer molestarla, como su amiga Elsie le había dicho, pero ahora realmente lo consideraba, tal vez eso en verdad la hacía feliz.
Por otra parte, ella era ajena a todo aquello, observando la situación desde la distancia. Apenas había llegado y se había ubicado junto a las madres y a las mujeres que ya eran consideradas unas solteronas. Era triste, pero por el momento no tenía opción mejor. No había podido lograr ver a ninguna de sus amigas en el salón todavía, sacando claro a Tarah que era la anfitriona, pero tampoco había querido molestarla ya que estaba saludando a alguno de sus invitados junto a su esposo.
— Lady Smith que bonita luce esta noche, sus ojos iluminan el salón.Joanne rio levemente porque ese bonito acento escocés ya le era muy familiar.
— Hola Els, creí que no vendrías.
— No quería fallarle a Tarah en su primera velada como anfitriona, está tan feliz.
— Volvió radiante de Francia, el cambio de aire le ha sentado bien.
— Ni hablar de Harmony, cada vez que llega de Grecia anuncia un embarazo —dijo sonriendo—. Mi madre se ha puesto feliz, ahora vamos tres a tres con Paul.
— ¿Compiten por ver quién tiene más hijos? —preguntó divertida.
— Siempre fuimos competitivos —bromeó— aunque yo espero detenerme en tres, Harriet vale por dos al menos y si los gemelos son como ella tendré mucho trabajo.
— ¿Y tu esposo?
— Le pedí que me trajera algo de beber, o bueno que me llevara porque en realidad debía esperarlo por allá —dijo señalando al otro lado— es que te vi y necesitaba venir a saludarte.
— Deberías ir a buscarlo, se preocupará.
— Se preocupa demasiado ese hombre, lo amo, pero que piense que podrían secuestrarme en un salón lleno de gente es extremo —dijo riendo.
— Vamos te ayudaré a buscarlo, no quiero que me atribuya la culpa de tu desaparición.
— Lo dudo, le caes bien — comentó restándole importancia y comenzando a caminar—. ¿Ya viste a todos los caballeros nuevos?
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Una decisión de amor © TL #5
Ficción históricaSaga: Temporada en Londres, libro #5 Joanne Smith nunca ha llamado la atención de los caballeros, desde su primer día en sociedad las críticas jamás faltaron. Con veintidós años y siendo la última Smith soltera se ha resignado a encontrar esposo y h...