capítulo uno

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capítulo uno;

Habían pasado dos años desde la guerra y Harry no se había recuperado en absoluto. Nadie lo había hecho, al menos, no aquellos que perdieron a algún ser querido en ella. Y fueron muchos. Harry lo había perdido todo, ganando sólo angustia, dolor, ira y desesperación. Ver que el resto no estaba mucho mejor que él no ayudaba en absoluto.

Pero a estas alturas, Harry ya ni siquiera se planteaba realmente nada, había enviado todos esos sentimientos y pensamientos al fondo de su mente —gracias a la oclumancia, que bendita fuera—, y, aunque no evitaba las pesadillas ni los recuerdos que lo asaltaban de repente, sí mejoraba algo; ya no rompía a llorar cada tres minutos ni sentía la rabia abrumadora que lo había llevado a destrozarse los nudillos contra la pared. Era un avance, más si tenía en cuenta que nunca volvería a recuperar la sensibilidad de la mano derecha.

La única razón por la que Harry trataba de ser más competente, o al menos algo más funcional que una masa de rabia y traumas, era porque había jurado arreglar el problema. Y el problema en realidad sólo tenía una forma de arreglarse: viajando al pasado y cambiando la historia. Harry sabía, desde el primer momento, que era una locura, pero la determinación con la que había prometido no dejar que la situación siguiera así nunca lo había abandonado, al contrario, cada vez que volvía de visitar a Lucius o pisaba el cementerio para entregarle flores a sus muertos —a Sev le dejaba pequeños frasquitos con ingredientes de pociones y a McGonagall piezas de croché o tejido escocés—, la determinación era aún más férrea. Sabía, costara lo que costara, que tenía que solucionar su error.

La única persona que no estaba de acuerdo con eso —aunque en realidad sólo lo sabían dos personas más—, era Ginny. Desde un principio se había vuelto medio loca tratando de quitar esas ideas de la mente de Harry, quien, si no hubiera prometido que se casaría con ella, ya la hubiera dejado. Sobretodo porque sospechaba que tras su negativa se pudiera esconder algo más.

Y sus sospechas habían sido ciertas: Ginny no quería que descubiera la verdad cuando tratara de cambiar la historia. Y la verdad había sido casi tan mala como la guerra que había tenido que librar.

Los Weasley, su familia, lo había traicionado. No de la manera tradicional, pero sí le habían mentido en la cara y habían permitido las manipulaciones de Dumbledore, siendo pagados con el dinero de sus bóvedas, de SU herencia, para volverlo aún más maleable ante el plan. Si creía que las acciones del viejo eran malas antes de esa información, después de eso se había sentido ridículo, utilizado y gravemente herido. No sólo era un peón en su guerra contra Voldemort, si no que él mismo había creado a Voldemort. El hecho de enterarse en esa situación, habiéndolo perdido todo, sabiendo que no tenía ningún tipo de futuro porque las secuelas de la guerra no le habían permitido mantener ningún trabajo real, lo hizo todo peor.

Y Ginny lo sabía. Ginny había sabido todo eso todo el tiempo, bajo la promesa que sería Lady Potter. Y, según en palabras de la chica, no podía seguir ocultando más el secreto porque se sentía igual de culpable que su familia antes de morir. Porque lo que habían sido manipulaciones y mentiras había derivado en un cariño genunino al conocer a Harry y, según ella, habían dejado de recibir el dinero unos pocos años antes de la guerra, cuando se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo estaba mal. Harry no podía evitar pensar en lo cínicos que eran si esa era la verdad.

Así que la había dejado —aunque con algo de culpa, porque sabía que ahora estaría totalmente sola— y se había mudado a Malfoy's Manor, donde Lucius lo estaba, actualmente, ayudando a pulir los últimos detalles de su plan.

Había tardado dos años, pero por fin, tras noches y noches de desvelos y días y días de frustración, había logrado convinar los hechizos y runas necesarios para lo que quería hacer. Podía ser egoísta y despiadado según quien lo mirase, pero a Harry no podía importarle menos. Todo lo que quería era vivir su vida, la vida que no le habían dejado vivir, y ver caer a Dumbledore desde lo más alto. Tal vez incluso pudiera ayudar a Voldemort a recuperar su cordura.

—Harry. —La voz de Lucius llamándolo suavemente lo sacó de su propia mente. Una mano huesuda tocó su hombro con gentileza y él suspiró.—¿Estás seguro de que es lo que quieres?

Harry miró al hombre; el Lucius Malfoy que era ahora y que nada tenía que ver con el Lucius Malfoy que había conocido en el pasado. El hombre arrogante, altivo, impeturbable y elegante que fue había muerto junto a Narcissa, Draco y Sev. Y él sabía que no debía verse mucho mejor, él tampoco llevaba de manera digna esas muertes. Pero ver a Luc así le removía las entrañas con dolor. Sí, no sólo estaba haciendo ésto por él y, en realidad, poco importaba si los hombres que amaba volvían a amarlo en la nueva línea temporal, sólo quería verlos vivos y felices.

Nada le importaba más.

—Sí.

El rubio asintió, sentándose a su lado en el sillón y observándolo de cerca. Harry ni siquiera se inmutó, demasiado acostumbrado ya a esos escrutinios silenciosos que muchas veces habían terminado con Luc llorando entre sus brazos o, en el peor de los casos, con el hombre saliendo de la habitación dando un portazo y desapareciendo durante días. Notó como un brazo rodeaba su cadera y se encontró rápidamente siendo rodeado por uno de los hombres que amaba. Suspiró reconociendo la despedida, sabiendo que la oferta que le había hecho había sido negada. Lucius no iría con él, Lucius había decidido desaparecer junto a esa línea temporal.

Harry se encontró preguntándose si no era más fácil destrozarlo todo y desaparecer él también.

—No. Debes cumplir tu promesa y volver. —Lucius habló cerca de su oído, como si hubiera leído su mente. Probablemente y conociéndolo había sido así.— Sé que puede ser difícil, pero si hay alguien que puede hacerlo, ese eres tú.

Harry negó con la cabeza tratando de no llorar. Maldición, él no quería dejar a Lucius.

—Luc... Ven conmigo. Podemos...

El rubio sólo negó con la cabeza antes de besarlo con suavidad, como si estuviera apunto de romperse. Él siempre lo besaba así, a diferencia de Sev, que lo hacía de forma apasionada y algo brusca. No podían ser más diferentes si se lo proponían y aún así ambos habían logrado robarle el corazón. Cada uno a su manera.

Una mano se deslizó hasta su nuca, atrayéndolo hacia delante y haciendo que se sentara a horcajadas en el regazo del hombre. Esa noche, después de meses, Lucius le hizo el amor de la misma manera en la que lo solía hacer mientras la guerra estaba en pleno apogeo. Era, seguía siendo, un amante complaciente y, por primera vez en todo ese tiempo, Harry se sintió vivo.

Lucius lo abrazó con fuerza al terminar, dando un beso final donde estaba su corazón. Ese era su adiós y Harry sabía que tenía poco que decir ante eso.

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