Brujería en la sangre Matvey.

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Dheux se acercó a la gran puerta que el señor Matvey había hecho aparecer en aquel árbol recientemente, después de tragar en seco y mentalizarse un poco más sobre todo lo que estaba ocurriendo, el chico entró, seguido por las hadas y por aquel señor mayor.

Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la poca luz del lugar, pero al hacerlo, sus ojos comenzaron a brillar, completamente fascinado por lo que tenía frente a el; una guarida secreta, llena de calderos, especias guardadas en botes, pequeños frascos llenos de líquidos de diferentes colores, las estanterías estaban llenas de libros de receta, brujería... Etc.

- Señor Matvey

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- Señor Matvey...¿Esta no es la guarida de un... Un...?

El hombre le interrumpió con una voz tranquila y completamente amigable.

- De un brujo, si, Dheux... Mi esposa y yo somos unos de los últimos de estos lugares. Los brujos y brujas no somos bienvenidos aquí en estos alrededores, así que solemos esconder nuestro espacio de trabajo. Las hadas y criaturas mágicas siempre cuidan de este lugar mientras no estamos y evitan que cualquier humano o ser no bienvenido encuentre la entrada a este gran árbol.

Búbka estaba sin palabras, no sabía que decir, parecía la estatua de un muchacho aterrorizado. Sonrió nervioso, moviendo con rapidez sus manos.

- No me vas a hacer daño, ¿Verdad? No me hagas daño, sabes...soy muy joven para morir ¡Además seguramente yo sepa a algo asqueroso! Yo...yo.. ¡Estoy caducado!

Matvey alzó una ceja, dándole un pequeño golpe amigable en el hombro. Negando lentamente con su cabeza, para después dirigirse hacia su mesa de hechicería.

- No te voy a hacer nada, chico. Eres demasiado dramático... ¿Por qué piensas que te voy a hacer daño? Los brujos come-niños ya no existen joven...Ven acércate, mira estas cosas.

Con leve desconfianza, el rubio se acercaba paso por paso, mientras se quedaba alerta, con los ojos bien abiertos.

-N-no lo sé, ¡Tal vez pienso estas cosas porque ayer me distes de cenar y hoy de comer, seguramente para engordarme y después traerme aquí, a un lugar privado donde ningún ser humano ha entrado antes para así poder matarme y así hacerme parte de tu guiso mágico!

Al terminar de hablar tan rápido, tomó una gran bocanada de aire, sentándose en una silla, cerca del señor, mientras intentaba recuperar su aliento. Las hadas reían mientras volaban alrededor del joven, algunas estaban sentadas en su hombro o en su cabeza.

Matvey comenzó a reír en alto, llevando una de sus manos hacia su propio estómago. Aquel chico le hacía reír demasiado.

- Si, justo lo que yo dije, eres un completo dramático y también tonto. Nunca falla. Escuchame bien con esas orejas, querido, no vamos a hacerte daño, eso ni pensarlo.

Dheux arrugó su nariz, acomodándose mejor en la silla, mientras hacía movimientos bruscos para apartar a las hadas que volaban cerca de su cara. Después de frotar su rostro lentamente, alzó la mirada, apretando sus manos.

- ¡No soy un dramático! Solo estoy alerta... sabía que no me harías nada, estaba poniendote a prueba... Pero ¿Entonces por qué me has traído aquí si no es para hacerme brujería o algo así?

Matvey tomó una gran piedra Roja, acercando esta al chico. De inmediato, aquel collar que la señora Matvey le había dado comenzó a brillar muy intensamente. Dheux abrió sus ojos de golpe, tomando con cuidado el collar entre sus manos.

Su mirada pedía a gritos una explicación por parte del anciano. La cual poco después consiguió.

- No eres un brujo de sangre, pero con este collar podrás hacer magia y hechizos válidos los cuales mis esposa y yo te enseñaremos, estos hechizos pueden ayudarte en tu día a día... Pero si te quitas el collar, no podrás realizar nada de lo que aprendas.

El brujo extendió su mano lentamente hacia el joven Dheux, sonriente.

- ¿Aceptas ser nuestro aprendiz, chico? No debes tener miedo de aprender algo de magia, y tampoco te tienes que preocupar por tí, somos brujos de la naturaleza, ya sabes... Sólo podemos interferir y hacer hechizos con las cosas relacionadas con plantas, clima, comida, animales...

Aquello último pareció tranquilizar al rubio, miraba la mano del señor Matvey, y minutos después de pensarlo detenidamente, extendió su brazo, tomando la mano del más mayor.

- Bueno, si realmente es como me lo estas contando... ¡Acepto! Será divertido aprender cosas nuevas y pequeños hechizos.

Dheux y el señor Matvey se llevaron casi todo el día en el escondite del Gran árbol, practicando y aprendiendo cosas sobre magia, brujería y hechicería.

Cuando el sol se estaba escondiendo, los chicos ya estaban rumbo a casa, Dheux empujaba con fuerza el carro de madera, donde llevaban setas, liebres, patatas, zanahorias y muchos más alimentos que podrían durar toda la semana. Matvey tenía en sus manos un par de botes, uno con especias para la comida y el otro lleno de un extraño líquido color verde oscuro.

- ¿Y dices que con ese líquido, es decir... Poción, podremos hacer que el huerto crezca un poco más rápido? ¡Eso es magnífico! Las fresas crecerán antes y la señora Matvey podrá hacer por fin su tarta de frutillas...

Matvey miró al joven, atento a sus palabras. Aquella tarde, el brujo había descubierto que no sólo amaba tener la compañía de Dheux, si no que también era un chico muy listo que aprendía bastante rápido cualquier cosa que se propusiera.

Minutos más tarde, por fin habían llegado a casa, Dheux dejó el carro de madera en la entrada, y llevó rápidamente todas las cosas que había ido recogiendo a la cocina para limpiarlas. La señora Matvey bajó las escaleras con lentitud, besó la mejilla de su marido y fue con Dheux. Ella colocó una mano en su hombro, mirándolo.

- Hijo, que agradable tenerlos de vuelta, os he extrañado... Dime lindura, ¿Viste más allá de lo que ves?

Búbka asintió, señalando el collar que le dió ella hace unas horas. Dejó de limpiar las patatas por un momento, para poder hablar con la bruja con más tranquilidad.

-He aceptado la propuesta del señor Matvey, me quedaré con ustedes, aprenderé magia y hechizos lo mejor que pueda. Prometo nunca quitarme el collar, Señora Matvey.

La mujer, enternecida por las palabras del rubio, llevó una mano hacia su mejilla, sonriendo y achinando sus ojos.

-En ese caso, deberías dejar de llamarnos "Señor y Señora Matvey", somos muy viejos para que nos llames mamá y papá, pero creo que llamarnos “Abuelo Khali y Abuela Gilda" es más que suficiente.

Khali y Gilda Matvey, esos eran los nombres de esa pareja de brujos que tan bien se habían comportado con Dheux. Acababa de ser adoptado... Y aquello le llenaba de alegría, y a su misma vez, de tristeza.

-¿Abuelo y abuela? Suena genial ¡Gracias! De verdad... Gracias.

El chico se abrazó a Khali y Gilda con una sonrisa, no podía estar más agradecido con ambos.

Dheux Búbka: Soy un Riot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora