Capítulo 2: ¡La clase de teatro!

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Cuando era pequeña una tarde en primer año de primaria un pequeño con brillantes ojos azules me ofreció su amistad y la de su mejor amigo, fuimos amigos por mucho tiempo y conocí a mi mejor amiga tiempo después. Como era de esperarse me enamoré del pequeño de ojos azules, y aunque, nuestro amor era imposible porque: 1) éramos pequeños 2) no sabía si él sentía lo mismo y dudaba que así fuera y 3) mi madre; yo no perdía oportunidad para ir a su casa o la casa de su prima para jugar juntos, para que me hamaque en los columpios y me dé la mano cuando nos escondíamos juntos, mi pequeño y frágil corazón latía fuerte a su lado.

 
Mi felicidad solo dependía de un factor supremo y todopoderoso, no estoy hablando de Dios, sino de mi madre. La hermana de mi mejor amiga quedó embarazada de su novio de secundaria, ambos iban a fugarse y evitarle la vergüenza a sus padres, pero los Nicols que son buena gente evito eso y se quedaron con el apoyo de toda la familia. Mi madre confabuló con los miembros de la iglesia y los convenció de algún modo que eran malas personas, y que su padre era un abusador y pedófilo.

Después de la protesta de mi mamá frente a su puerta pidiendo justicia y queriendo sacarla de su casa y meterla en la Iglesia, además de también pedir que todos los Nicols sean expulsados del barrio, nunca más volví a hablar con aquel niño, ni con su prima, ni con su mejor amigo. Los cuatro nos hicimos polvo. Drue odiaba a mi madre eso no era noticia nueva e inventaba rumores horribles sobre ella, incluso llegó a decir que sacrificaba niños para rituales, eso me afecto mucho porque todos me hacían bullying, hasta que un año Drue me defendió de unas chicas odiosas y desde entonces no volvió a inventar ningún rumor sobre ella. No volvimos a hablar... hasta Eric.

Él está parado en mi porche mirando a mi madre con completa indiferencia como si no le importará lo que ella acaba de decir. Baja su mirada hacia mí. De todos los momentos en que la vida me pudo haber mandado a Drue tuvo que ser esté martes caluroso y tuvo que ser frente a mi madre. Él baja su mirada a mi falda «No digas nada, Drue» muerde los labios intentando ocultar una risa. 

—¿Dónde está Eric?—le pregunta mi madre.

Él resopla—No lo sé, me pidió que pasará por ella, sigo órdenes—lo miro extrañada porque mi novio no solía hacerme esto, nunca manda por mí y menos a Drue—. Así por eso estoy aquí, no sé dónde está Eric, no sé dónde está mi corbata y no tomé café. Así que ahora puede dejar a su hija en su casa y con una falta en el colegio o dejarla que se suba al auto. 

Mi mamá abre la boca para decir algo, pero se traga sus palabras cuando ve que mi padre ya había salido desde temprano en su auto—Bueno, señor Nicols, pero... Que sea la última vez. 

—No se preocupe, espero lo mismo. Me hace seña con la cabeza. Caminamos hasta su auto y me subo despidiéndome de mi madre que tiene la mano en su pecho rezando por mí seguramente. Una vez lejos de mi casa me inclino para pasarme al asiento de atrás buscando la bolsa con la falda corta—¿Qué haces? 

—Me cambió. 

—Ah—mira desde el retrovisor.
—No mires, imbécil. 

—No te preocupes—ruge y sigue conduciendo. Me cambio lo más rápido que puedo y me paso al asiento de adelante nuevamente—. ¿Así que haces esto todas las mañanas? 

—¿Por qué tienes el auto de mi novio? 

—Anoche se lo pedí, necesitaba llevar a una chica a un lugar cómodo. 

—¡Qué asco!—me quejo—. ¿Y Eric? 

Me mira molesto—¿No me crees que no sé dónde está? Niego con la cabeza—. Te conformas con eso—suelta. 

—Oye—digo mirando un kiosco desde la ventanilla del auto que va a toda velocidad—. Detente. Bruscamente se detiene—. Espérame aquí. 

Me bajo del auto para entrar en ese kiosco donde a veces me gusta comprar chicles. El señor me saluda amablemente y saca de la vidriera mis chicles favoritos. Saco el dinero de mi mochila cuando una fragancia me deja pensando unos segundos. 

¡Corazones enredados!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora