Capítulo 5: 🥀El suplicio de Aurora🥀

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El primer grito le desgarró la garganta, el segundo la hundió en la desesperación. Rodeada de arboles secos, tierra agrietada y el cielo siempre oscurecido; El bosque del Olvido no era nombrado así en vano.

Cuando fue lanzada aquí dentro, como castigo al crimen que cometió, Aurora trató de mantenerse fuerte. Recorrió este bosque condenado con horror, lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas. Cada árbol seco era una dríade que no soportó este martirio, una muestra de lo que el pésame y el dolor en su forma más pura podían provocar. La tierra estéril, agrietada y maloliente por la que transitaba la estremeció.

Devastada continuó su camino, anhelando poseer el poder suficiente para devolverle al bosque la vida. Esa misma tierra la hizo resbalar cayendo de rodillas en medio del bosque. Su vista viajó al oscurecido cielo, nunca saldría el sol por mucho que lo desease. Se quedó quieta, concentrada en escuchar algún sonido... nada; total silencio. Respiraba con dificultad y otro grito escapó de su garganta.

De la tierra salieron unas enredaderas, negras, putrefactas y tan muertas como el bosque. Aurora intentó levantarse para salir de esa tierra, huir de aquellas enredaderas. Una agarró su tobillo, espinas afiladas se clavaron en el. Aurora cayó de bruces contra el suelo y gritó de nuevo. ¿Cómo podía una dríade soportar este castigo? ¿Acaso a todas no les dolía el corazón solo de ver el deplorable estado del Bosque del Olvido?... Suspiró triste, abatida, sin encontrar respuesta a sus preguntas.

Aquí yacería, hallaría un trágico final en el bosque: convertida en un árbol seco como sus antiguas hermanas, encadenada y condenada al olvido. Permitió que sus lágrimas cayesen sin control, perdiéndose a sí misma en el dolor. Suspiró entristecida, preguntándose si al final no le habría hecho un daño grave al humano...

Sus pensamientos viajaron entre él y el reino que siempre anhelo visitar. Tal vez, solo tal vez si lograba superar este castigo podría volver a verlos a ambos, aunque solo fuese a la distancia.

—Una vez, solo una vez quiero verlos —susurró a la nada y eso le devolvió algo de esperanza.

***

—Reina Editera, un gusto encontraros tan hermosa como siempre—.

Saludó el hombre que bajó del carruaje. Editera ofreció su mano y él con sumo respeto la besó.

—El gusto es mío, rey Hans. Espero que su estadía en mi reino sea placentera —.

Dijo la reina Editera, sonriendo a boca cerrada.

La mujer junto a Hans hizo una reverencia. Sus cabellos recogidos en un cofia roja con adornos dorados, un collar de cuentas doradas con un medallón colgaba de su fino y pálido cuello. Su vestido largo rojo rozaba el suelo, combinado con una túnica del mismo color. Un abrigo marrón de piel cubría sus brazos dejando a la vista su escote con corte vertical.

—Nos alegra mucho estar aquí, rezo por la mejoría del rey Whater-.

—En efecto reina Sofía, dios mediante y mi esposo mejore-.

Dicha conversación de halagos y agradable recibimiento continuó entre sus majestades, estos entraron al palacio dejando a los jóvenes solos.

La joven, la última persona en bajar del carruaje se inclinó ante las princesas y el príncipe Edward. Las primeras observaron a la joven con curiosidad y sorpresa, puesto que pronto pertenecería a la familia. Adelina, la mayor de las tres hermanas fue la primera en acercarse.

(Saga) Legado De Sangre I: Fuerza De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora