.capítulo cuatro.

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Después de aquel primer día en la capital catalana, no volví a ver al chico, cuyo nombre ya sabía que era Pablo Gavi.

A la mañana siguiente me desperté con dolor de cabeza, debido a todas las sustancias tomadas anteriormente.
Sin decir nada, salí de la casa, dejando una notita en la puerta.

"Me agradó tu ayuda:)"

No solía ser de las personas que daba las gracias, mi orgullo y frialdad lo impedían.

Yo ahora ya llevaba tres días en Barcelona. Quedaban cuatro para la marcha de Francis a Madrid y quedarme sola en la casa durante un tiempo indefinido.

-Vamos, arriba ya. --escucho la firme voz del recién nombrado y frunzo el ceño confundido.

-¿Qué ocurre?

-Levanta, vas a ir al instituto.

Mi cara en ese momento debió ser un cuadro.
Yo aún estaba entreabriendo los ojos y agradecía el hecho de tener la mandíbula unida al cráneo. Ya que si no fuese así, doy por seguro que hubiese caído al suelo.

-Me estás jodiendo -me queje- No pienso entrar a una cárcel infantil de esas. Sabes que tengo el nivel de inteligencia suficiente como para no ir, lo llevo haciendo años.

-Pues lamento comunicarte que irás -me informa y yo ruedo los ojos en un suspiro-. Vinisteis aquí para rehacer tu vida y eso implica ir al instituto.

-Esto es injusto.

-Te dejo llorar todo lo que quieras, pero vístete mientras -me ordena-. Tienes la mochila y todo lo necesario en la puerta, y me aseguraré de que la cojas.

Suspiro mientras me levanto de la cama a desgana.

-Y que no me enteré de que llegas tarde, porque sufrirás las consecuencias.

-¿Me estás amenazando? -respondí a la ofensiva y él me miro mal- está bien...

Él salió de mi habitación a paso firme mientras que yo comencé a vestirme tranquilamente. Me decanté por ir cómoda: unos pantalones chándal grises y una sudadera magenta.

Una vez preparada salí de mi habitación con pesadez y a poca gana, cuando divisó a Fran con la mochila en mano esperándome en la puerta, y ruedo los ojos. Demostrándole lo poco que me apetece ir.

-Mauricio está esperándote fuera. Él será quién te llevará -me informa mientras salgo de la casa cabreada con la mochila sobre mi hombro.

Cuando observó el SEAT 500 negro, entro sin preocupación alguna y veo al pelirrojo sentado en el asiento de piloto.

-Buenos días, señorita Dánae -pronuncia el empleado una vez estaba acomodada.

-Buenos días -expreso en un suspiro.

-¿Ganas de comenzar las clases, señorita?

-No me lo recuerdes, por favor- pido mientras apoyo mi cabeza sobre la ventana trasera derecha.

Mauricio, conduce en constante silencio hasta que logramos llegar al instituto, el cual está rodeado de adolescentes hormonados.

-Ya hemos llegado-me informa este, una vez aparcado el coche en el parking.

-Por favor, no me dejes aquí -Le suplico como última esperanza y él ahoga una carcajada.

-Ya sabe que no puedo hacer eso, señorita.

Suspiro desesperada y ruedo los ojos, para salir con un pequeño impulso del coche.

Una vez fuera, observó desde una mejor perspectiva el lugar. Muchas personas lo rodean y comienzan a entrar por una gran puerta, que da paso a las escaleras principales. Lo que me da a entender, que las clases están por comenzar.

Huellas En La Nieve |Pablo Gavi| {En Corrección}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora