..capítulo dieciséis.

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GAVI.

-¿Entonces vendrá la doncella a ver a su príncipe?- bromeó por quinta vez Pedri, el cual me estaba acompañando a la habitación, junto a Ferrán y Eric.

Desde que les informé de su posible visita, no solo el canario, sino que todo el equipo, me había estado vacilando.

Resople y negué varias veces.

-Deberías darte prisa si ha dicho que ya había salido- avisó Ferrán, el más decente hasta ahora.

Asentí, comenzando a acelerar el paso.

Mi habitación era la 514, que se encontraba en el quinto piso, uno de los últimos.

Sus pasillos eran anchos y no tarde en encontrar mi puerta, color roble.

-¿No queréis iros a vuestra habitación? Aún tengo que colocar todo y esperar a Dánae - dije con cierto cansancio en mi voz al escuchar cuchicheos y risas.

-Mejor nos quedamos- pronunció Eric entre risas.

-Claro, y así te ayudamos- añadió el de acento canario, con una sonrisa en su rostro.

Ya sabía a dónde querían llegar.

-No hace falta, sé hacer las cosas solo. Ya soy mayor- insistí intentando cerrar la puerta para evitar su visita.

Pedri piso su pie delante de esta, manteniéndola abierta.

-Queremos saludar a Dánae - confesó Ferrán.

-Bueno, ellos. Porque yo no me fío de esa tía, no pienso ni saludarla- añadió el canario.

Suspiré y entre los tres consiguieron abrir la puerta y entrar.

-ala, ya nos ha puesto la cara de asco- se quejó Eric riéndose mientras pasaba por mi lado.

-Tranquilo, si únicamente te ayudaremos- intentó calmarme Pedri, él ya sabía que era lo siguiente de la cara de asco.

-Bueno, vamos a empezar- dijo Ferrán mientras los tres comenzaban a sacar la ropa de la maleta, la cual me habían conseguido arrebatar cuando lograron entrar.

Rodé los ojos ya molesto, pero intenté tomarlo a bien y reírme para que no ocurriese nada. Ya era mayor de edad y la cárcel era una opción.

Cogí una bocanada de aire y fui hacia ellos. Aunque no sé a qué se referían con ayudar, porque en cuanto comenzamos a colocar la ropa interior y me giré un segundo para prestarle atención a mi móvil, ellos ya se estaban probando dichas prendas y haciendo el gilipollas con ellas.

-me cago en la puta- musité en cuanto me gire y vi a Pedri con mis calzoncillos de patitos en la cabeza.

Ellos no paraban de reír, pues la escena era digna de ello, pero Dánae estaría aquí en un momento y está no sería la mejor impresión.

-Tíos, sois Mongoles- me queje mientras me acercaba a ellos para agarrar las prendas y colocarlas- se suponía que me ayudaríais.

Eric chasqueó su lengua y se quitó mis bóxer rojos.

Conseguí que se calmaran y así poder colocar todo con tranquilidad y avidez.

-Bueno, no es por nada, pero ya os podéis ir- dije mientras cerraba el armario empotrado.

Con la tontería llevamos ya siete minutos gastados y aún me quedaba ducharme, pues no me apetecía oler a violín cuando ella llegase.

-Nah, tío, nos quedamos aquí un rato- respondió Eric mirando a los demás presentes.

-si, eso...- añadió Pedri, algo desconfiado.

Tal vez sería porque le estaba mirando con la típica cara de asco de siempre, o parecía que le estaba amenazando con ella. Pero aun así, eso no hizo que mis amigos se fueran de la habitación, no tuve más remedio que suspirar y dirigirme a la ducha.

Mientras enjabonada mi pelo y aseaba mi cuerpo, escuchaba risillas de fondo.
Y eso solo podían significar dos cosas: o me habían robado el móvil, que no sería la primera vez.

-¿Puedo parar ya?- pregunté al terminar la decimotercera vuelta.

-Según. Si quieres tu móvil aún te quedan siete más - respondió en un tono burlón Eric.

Resople y en un habiz movimiento intente recuperar mi teléfono, que lo sujetaba Ferrán.
Consiguió esquivarme y soltaron una carcajada.

-Venga, a mover el culo principito.

-Me cago en-

-che, el vocabulario te lo cuidas- me detuvo Ferrán y no tuve más remedio que seguir corriendo.

O también podría deberse a que están tramando algo, que sería lo más probable, pues mi móvil seguía emitiendo a Quevedo en el baño.

Me enrollé la toalla sobre mi cintura y salí con unas chanclas Nike negras.

Pude verlos sentados en mi cama, mirando su móvil. Suspiré de alivio y con una sonrisa calmada fui a por la ropa que me había preparado.

-Tío, ¿Qué calzones te vas a poner?- pregunto Pedri entre risas.

Ya sabía por qué iba eso, es como cuando en el instituto ibas al baño y al volver te pedían un lápiz. Pista, te lo habían quitado.

-Me cago en vuestra puta madre y mira que quiero mucho a Rosy- respondí enfadado, dirigiéndome hacia ellos.

Eric salto junto a mi ropa interior y comenzó a correr.

Mira que hay veces que no sé cómo los aguanto.

-Eric, dame mis putos calzones.

Él chasqueó la lengua mientras negaba varias veces con su dedo índice.

Comencé a ir tras él y el catalán lanzó mi prenda a Ferrán, que repitió su acto.

-Tíos, que Dánae esta a punto de llegar.

Comencé a correr con más efusividad y poca paciencia. Ellos solo sabían reír y seguir tocándome las narices.

-Cabrones- musité mientras iba detrás del valenciano.

El sonido de sus risas se mezcló con el de uno de nuestros móviles y me congelé pensando en lo peor.

-Tranquilo, fiera, que es el mío-dijo mientras lo descolgaba y salía de la habitación.

Aproveche ese momento para correr hacia Ferrán para por fin obtener mis calzoncillos, pero cuando Pedri salió, una chica pelinegra le saludada.

Escuché al canario aguantar la risa atrás ella, pues él no se había ido, supongo que quería ver la reacción de la chica al verme correr en cueros detrás de Ferrán.

-Em, supongo que llegó un mal momento- pronunció frunciendo el ceño y con el mismo semblante serio de siempre.

. DÁNAE.

Aproveche el momento en el que vi a un chico moreno saliendo del lugar para apresurarme y entrar directamente.
Cuando el chico me vio, se congeló, analizando me dé arriba a abajo y finalizando con una rara cara de asco, aunque parecía más estreñido.

Me sorprendió que la primera imagen que viese del sitio fuera a Gavi corriendo con solamente una toalla por la cintura y otro chico pelinegro con su ropa interior. Uno corría detrás del otro, pero al notar mi presencia se pararon.

No sabía cómo actuar. Mi rostro no mostró ninguna reacción, seguía seria.

- Em, supongo que llegó en un mal momento- mascullé con el ceño fruncido.

Al parecer al sevillano no le importo mucho, porque mientras su amigo se moría de vergüenza, él aprovechó para arrebatarle la prenda que le faltaba.

Huellas En La Nieve |Pablo Gavi| {En Corrección}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora